Todos recordamos con cariño a los maestros y maestras de estudios sociales en las escuelas de Puerto Rico. Muchos quedamos impresionados por su visión y actitud hacia la vida. Estos educadores eran críticos, introvertidos y con posiciones firmes en asuntos relacionados con la sociedad.
Un buen curso de estudios sociales es difícil de olvidar. Sin embargo, ¿en cuantas ocasiones escuchamos el rechazo a los estudios sociales por ser una clase inútil dentro de la formación educativa moderna? Esta visión podría ser el resultado de experiencias educativas limitadas a la memorización de fechas e historias o a la discusión de ideas utópicas con un vocabulario muy rebuscado y alejadas a la realidad existente.
Lamentablemente, las diferentes materias que componen las ciencias sociales han sido objetos de minimización en nuestro sistema de educación. Las mismas se asocian con visiones que atentan contra la estabilidad de nuestro sistema de valores y adolecen de atractivos frente a las exigencias del mercado laboral. Resulta interesante que la mayor parte de los problemas que enfrentamos son de carácter social, pero a la vez no podemos reconocer la relevancia de las disciplinas que se dedican a entender y a concebir las posibles soluciones a los problemas que aquejan a la sociedad moderna.
La satanización popular y burla subyacente de los estudios sociales también ocurre en el nivel universitario. La visión positivista de crear conocimiento mediante el manejo exclusivo del razonamiento científico se ha consolidado como un factor protagónico en la configuración de los currículos universitarios. De hecho, las oportunidades que tienen los “estudios sociales” en la universidad se encapsulan como “ciencias sociales” como una manera de justificar su existencia frente a los embates del razonamiento científico contemporáneo. Las ciencias sociales no son el único flanco atacado como área de conocimiento “inútil”. Las disciplinas que han sido posicionadas bajo las humanidades también han tenido que asumir posiciones defensivas dentro de los ámbitos académicos contemporáneos.
La oferta laboral ha sido históricamente manejada como un argumento contra la educación formal en las ciencias sociales y las humanidades. Es común escuchar: “¿Para qué estudias eso?¿Para qué sirve estudiar esa materia? ¿Dónde vas a conseguir trabajo en eso?”. Aunque este cuestionamiento aplica a la mayor parte de las disciplinas académicas, siempre se enfatiza hacia las ciencias sociales como el área condenada a las posibilidades de miseria económica. En fin, son muchos los frentes de ataques que los estudios sociales han recibido por siglos no solo en Puerto Rico sino en otros países.
Los estudios sociales son vistos, particularmente desde miradas externas, como un conjunto de disciplinas fáciles de estudiar pero difíciles para posicionarnos dentro de una carrera profesional. Esta visión, además de errada, denota un desconocimiento tóxico sobre el estudio y entendimiento de nuestra sociedad. Los que perciben que las clases de estudios sociales son fáciles es porque no entienden la complejidad teórica y práctica de una sociedad.
Esta complejidad obliga a los educadores a utilizar modelos, términos y conceptos que simplifican realidades complejas. Esta reducción puede que lleve a muchas personas ajenas al estudio sistemático de la sociedad a construir una imagen errónea de las disciplinas que componen las ciencias y los estudios sociales. Evidentemente, esta percepción ha llegado a nuestro sistema de educación. En la era de la popularización de las comunicaciones hay peritos en derecho, educación, economía, historia, sociología, antropología, geografía, psicología y más aún, en ciencia política, sin una educación formal en las ciencias sociales. ¿No será esta transgresión parte de la crisis que enfrentan las ciencias sociales en Puerto Rico?
Recientemente, el Departamento de Educación de Puerto Rico implantó una serie de reformas en donde minimizaron la enseñanza de los estudios sociales. La popularidad alcanzada y mercadeada bajo el concepto STEM (por sus siglas en inglés, Science, Technology, Engineering and Mathematics) como foco de la educación contemporánea ha confinado a los estudios sociales a un tema dentro de la enseñanza del español primario. Esta integración implica aprender a leer y escribir utilizando principios y temas de los estudios sociales. La misma es parte de las corrientes educativas que intentan concentrar los recursos hacia la enseñanza de las ciencias y las matemáticas en el sistema de educación de Puerto Rico. Como resultado, el idioma, la historia y el estudio de la sociedad local se condensan en solo una clase entre el primer y tercer grado. Esta iniciativa es otro intento de diluir la enseñanza de los estudios sociales dentro del sistema de educación de Puerto Rico.
Los estudios sociales tienen una razón de ser dentro de nuestro sistema de enseñanza. Esta constituye un espacio de aprendizaje basado en la reflexión, discusión y negociación sobre las bases de equidad, justicia y respeto. Sobre estos principios ordinales se puede alcanzar cualquier meta en la vida, inclusive dentro del ambiente laboral. La educación en los estudios sociales no se limita a adelantar el conocimiento de la sociedad, sino a cómo se estudia un sujeto complejo dentro de un ambiente ininteligible. Por esta razón, los científicos sociales no calculan, sino que estiman. Por lo tanto, la enseñanza genuina de los estudios sociales parte de la lectura y reflexión como parte de un ambiente de continua reflexión y discusión en asuntos relacionados con el ambiente en que vivimos.
Los seres humanos, individual y colectivamente, somos complejos y como sujetos de estudios es difícil aplicar la rigurosidad científica sobre nosotros. Desde las ciencias sociales estimamos, teorizamos y desarrollamos acercamientos alternativos para entender cómo pensamos y actuamos. A partir de esta particularidad, los científicos sociales son acusados de “muy teóricos” y por ende, las ciencias sociales son catalogadas como parte de las “Artes Liberales”. No obstante, cuando examinamos otras “ciencias” veremos que la proporción de teorías dentro de su conocimiento reciente no dista mucho de las de las ciencias sociales. Este debate es universal.
Las bases filosóficas para una mejor educación
Fareed Zakaria alertó sobre la importancia de la educación liberal en la formación intelectual en el libro In Defense of a Liberal Education, una de las publicaciones de mayor venta en los Estados Unidos en 2015. El autor y colaborador de la cadena noticiosa estadounidense CNN, sostiene que la educación en las artes liberales no tiene la finalidad de preparar personas para una profesión particular sino que desarrolla las bases filosóficas para una mejor educación. Este principio ha sido base de un histórico debate entre académicos que afloró con los reconocidos pensadores Platón, Aristóteles e Isócrates.
Bajo la filosofía griega, la educación permitía al ser humano buscar y encontrar la verdad a través del conocimiento en su forma más pura. La flexibilidad en la educación, mediante el razonamiento dialéctico, fue asociada como uno de los cimientos en la construcción equitativa y justa de una sociedad participativa. Por consiguiente, la educación liberal era parte del tejido funcional de una democracia. Más adelante, el romano Cicero utilizó el término “artes liberales” para definir el conjunto de destrezas orientadas a la búsqueda de la verdad. Desde entonces, las artes liberales aglutinan todo un conjunto de ramas del saber que incluyen las ciencias sociales.
La asociación y debates entre educación liberal y sociedad democrática ha estado presente por varios siglos. La misma se acentuó en el siglo 19 dentro de las academias estadounidense, alemanas e inglesas. La demanda laboral producida por la Revolución Industrial exigió a los centros universitarios la formación de especialistas en las áreas de mayor demanda laboral. Las ofertas curriculares en Yale, Harvard y Oxford se convirtieron en epicentros de polémicas sobre los giros que debía asumir la educación universitaria. Nuevamente, la visión holística que enmarcaba las ciencias sociales era desafiada frente a las disciplinas definidas por la aplicación del método científico y la tecnología.
Un reporte de Yale a mediados del siglo 19 reconocía la tensión que giraba alrededor de las artes liberales dentro de los ámbitos universitarios de la época. Charles Eliot, presidente de la Universidad de Harvard por más de 40 años, siempre sostuvo el principio de la iglesia protestante estadounidense de manejar las artes liberales en la educación universitaria como un precepto dogmático de la flexibilidad individual en la búsqueda del conocimiento holista. Esta libertad vigorizaba a la democracia al tener un ciudadano educado e informado sobre el quehacer diario dentro del sistema político estadounidense. En la actualidad, el debate sobre la pertinencia de la educación en artes liberales se ha acentuado ante las nuevas configuraciones económicas y políticas que gravitan dentro de un ambiente integrado y globalizado.
El silencio de los científicos sociales en Puerto Rico sobre la disolución de los estudios sociales es ensordecedor. Los cambios se han implantado tímidamente desde el Departamento de Educación y las voces desde los mayores centros docentes nunca llegaron.
Irónicamente, uno de los mayores pensadores de toda América sostuvo que la formación armónica del ser humano debía comenzar por los estudios sociales. Su visión pedagógica continúa siendo brújula en la enseñanza primaria en varios países latinoamericanos. Este educador fue Don Eugenio María de Hostos. Ahora más que nunca, debemos repasar sus propuestas para reformular el sistema educativo puertorriqueño. El español y los estudios sociales son dos cursos que requieren de sus propios espacios a nivel primario. De lo contrario tendremos un idioma mal escrito y una sociedad mal entendida por lo que nos preguntaremos: “¿Qué pajó con lostudios sociales?”.