En las protestas de Hong Kong, la basura se recoge en bolsas negras, no se pisa el césped y los más jóvenes realizan sus tareas sentados en la calle. Las tiendas y los carros permanecen sin rasguños. Cantan canciones al unísono y cuelgan carteles de Lennon. Las sombrillas, que los cobijan de la lluvia y el sol, han servido de escudo frente al gas lacrimógeno y pimienta. Con el espíritu pacifista y la desobediencia civil, una multitud hongkonesa se enfrenta desde hace una semana al gobierno de la República Popular China, una de las naciones más poderosas del mundo.
Los manifestantes de Hong Kong acampan masivamente a las afueras de la oficina central del jefe ejecutivo Leung Chun-yin, a quien piden la renuncia. El primer mandatario declaró ayer que no va a dimitir, pero que está dispuesto a dialogar con los manifestantes, lo que ha desinflado un poco la protesta que tiene paralizadas calles aledañas y ha levantado cada vez más barricadas.
Para ejercer la democracia plena, los manifestantes exigen la eliminación del filtro electoral que aprobó el gobierno chino. Este establece que un Comité Electoral compuesto por una mayoría aliada a Pekín, elegirá los nombres que figurarían en la papeleta de elecciones del 2017, fecha en que por primera vez cada hongkonés podrá votar directamente por el puesto de gobernación.
La realidad histórica es que Hong Kong nunca ha tenido libertad para elegir a su jefe ejecutivo. Como colonia de Gran Bretaña desde 1845, la Corona designaba a los gobernadores. Desde que se reintegró a China en 1997, un consejo electoral ha escogido cada líder. Sin embargo, ahí acampan un grupo de adultos, jóvenes y ancianos, que trazan el paisaje colorido de la "revolución de las sombrillas”. Con sus seguidores y detractores, ha sorprendido incluso al pueblo hongkonés por su persistencia.
¿Por qué protestar ahora?
El profesor universitario hongkonés Chen Yun Chung, explicó al New York Times que "la nueva generación activista del movimiento estudiantil, con su combinación de idealismo y destrezas organizacionales, le han sacado ventaja tanto al gobierno como a las generaciones más viejas y cautelosas de demócratas en Hong Kong".
Dentro del movimiento estudiantil, se encuentra un joven de cuerpo menudo de 17 años que mira a la multitud tras unos toscos espejuelos negros. Se llama Joshua Wong y nació nueve meses antes de que Hong Kong se reincorporara a China. Con voz grave y mirada fija, incita a los más jóvenes a interesarse en la política y el devenir social del país.
“Lo que tenemos los estudiantes es persistencia en nuestros principios y terquedad en nuestros ideales. Si los estudiantes no nos postramos en primera fila, ¿quién lo hará?", dijo una vez.
Wong lideró su primera manifestación a los 15 años, cuando formó el movimiento Scholarism junto a compañeros estudiantes, quienes lograron revocar un programa educativo pro-China, que fue criticado como mecanismo de adoctrinamiento. Wong admite que no habla mucho de política con sus amigos y que detesta que lo precien como a un líder, pero el gobierno chino ya lo ha marcado como un ente desestabilizador y estuvo arrestado durante 40 horas sin causa justificada.
Por su parte, el profesor de derecho Benny Tai fundó Occupy Central, inspirado en movimientos similares en Nueva York y España. A pesar de su semblante sosegado y discurso pacifista, ya Tai ha recibido amenazas de muerte por su activismo. Sobre los manifestantes, dijo que “han enfrentado sin miedo el gas pimienta y al gas lacrimógeno; su compromiso con el espíritu anti-violento es más de lo que pude imaginar. Los hongkoneses me han llenado de orgullo”.
Los manifestantes esperan que, junto con la reforma electoral, Pekín cumpla con la promesa de autonomía. La profesora de historia Nélida Muñoz, explicó a Diálogo que a principios de la década de 1990, cerca de que se venciera el alquiler de la zona, el gobierno británico se sentó a dialogar con el gobierno chino para que el traspaso fuera lo menos agresivo posible. “Hong Kong ya estaba acostumbrado a un sistema de libre empresa, y no iba a aguantar regresar al comunismo [de la República Popular China] sin concesiones”, añadió la docente del Recinto de Río Piedras.
Luego de un extenso debate, se aprobó la Ley Básica de Hong Kong, que entró en vigor en 1997, y le otorgó la categoría de región administrativa especial, bajo el lema de “Un país, dos sistemas”. Esta política le concede a Hong Kong autonomía para permanecer con su sistema capitalista y democrático, preservar el cantonés como idioma oficial, contar con derechos a la libertad de expresión y prensa, llevar equipo propio a los Juegos Olímpicos e impulsar su propio sistema educativo y monetario.
El fantasma de la represión
La profesora Muñoz advirtió que “los de Hong Kong se están arriesgando”, aludiendo particularmente a la revuelta que se desató en Pekín en 1984 y que hoy acecha como un fantasma las protestas. Se trata de la Masacre de Tanianmén, suceso en que manifestantes chinos, liderados por estudiantes, se congregaron para denunciar las limitaciones a las libertades individuales así como la corrupción y el totalitarismo gubernamental.
En esa ocasión, el Gobierno chino envió tanques e infantería del ejército para suprimir la protesta por la fuerza, con un saldo de cientos de muertos, arrestos y heridos. “Nunca se ha podido en China lograr la democracia política", sentenció la profesora. Los recuerdos de ese 4 de junio están estrictamente censurados en China.
En las actuales protestas de Hong Kong, la Policía local ha intercedido por la fuerza en varias ocasiones con gases lacrimógenos. La respuesta de China más bien ha cobrado forma de una represión virtual. Los guardianes cibernéticos han censurado motores de búsqueda y plataformas sociales para que todo lo relacionado al conflicto en Hong Kong sea borrado o bloqueado. Parte de la abultada multitud china desconoce lo que está ocurriendo en la península vecina.
Hong Kong cuenta con gran prestigio internacional por su estabilidad económica y admirado programa de salud pública. “¿Teme la República Popular China que, con su prestigio [el de Hong Kong], pueda forzar a un cambio político en el resto de la República?”, cuestionó Muñoz. A juzgar por las altas tensiones, la respuesta parece ser afirmativa.