“Hasta la victoria siempre”, gritó un anciano. “¡Qué Dios te bendiga!”, dijo una mujer, enjugándose las lágrimas. Miles de personas comenzaron a rendir homenaje a Fidel Castro el pasado lunes, en el primero de los actos masivos que van a suceder en Cuba durante sus honras fúnebres.
La Plaza de la Revolución, en la capital cubana, acogió a quienes desearon rendir tributo al líder máximo del país por 53 años, fallecido el viernes 25 de noviembre, con su paso por una de las tres salas preparadas con una foto de un Fidel, joven y vestido de guerrillero.
El tenue andar y escasas arengas lanzadas por algunas de las miles de personas en las largas filas para entrar al memorial, rompen el espeso silencio en que se sumió La Habana, desde que las autoridades decretaron nueve días de duelo nacional.
“El pueblo cubano está muy triste desde que supimos la noticia”, expresó la médica Aisel Santos, de 40 años, mientras esperaba para ingresar a una de las salas. “Desde el sábado, estamos haciendo la despedida física de nuestro presidente”, añadió esta trabajadora del Instituto Nacional de Neurología.
Personas de su edad y mayores nacieron y se hicieron adultas bajo la égida de Fidel, el hombre que más años gobernó el país, como primer ministro desde 1959 hasta 1976, y luego como presidente del Consejo de Estado y de Ministros, cargo que ocupó hasta 2008, dos años después de dejar al poder a su hermano, Raúl Castro.
El líder que murió a los 90 años, por causas aún secretas como su estado de salud durante los últimos diez años, comandó la guerrilla que llegó al poder en 1959 y comenzó una revolución, declarada socialista en 1961, que fue un punto de giro en el convulso siglo XX.
Decenas de estudiantes de bachillerato, vestidos con uniformes azules, ocupaban un amplio espacio de la fila. “Nos convocaron en la escuela y también quisimos venir”, dijo uno de ellos, Julio César Isidor, que a sus 17 años estudia en el Instituto Preuniversitario Saúl Delgado, ubicado muy cerca de la emblemática plaza habanera.
“Hace diez años que [Fidel] apenas salía por la televisión ni en actividades públicas por problemas de salud, pero las familias cubanas le transmiten a los jóvenes su labor revolucionaria y todo lo que hizo por la independencia de Cuba”, estimó el joven, que sabe de su figura por la escuela, libros, familiares y medios de prensa.
“Lo jóvenes vemos de manera menos intensa el símbolo de Fidel, pero sobrevive entre nosotros su legado”, aseguró.
Dentro de una de las salas, veteranos de la guerrilla y de contiendas en países de África que Cuba apoyó con soldados, junto a estudiantes y representantes de organizaciones de masa, que rotan cada pocos minutos, hacen guardia de honor alrededor de la foto y un cartel con el último concepto de revolución que dictó Castro, el primero de mayo de 2000.
Además del tributo en el memorial se establecieron otros 1,060 locales en toda la nación para que los cubanos rindan tributo póstumo y firmen el juramento “de ser fieles y seguidores” de esa definición de revolución, según la nota oficial de la Comisión Organizadora.
“Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos”, reza el inicio del texto más extenso elaborado por el fallecido líder.
La periodista opositora al gobierno socialista, Miriam Leyva, consideró que la firma del juramento es un llamado oficial a “la unidad” pero también “es un apoyo al cambio”, porque la isla caribeña atraviesa “una situación económica crítica y la gente está desesperanzada”.
Para ella, después de la muerte de Fidel “quizás haya más posibilidades de avanzar”, para que el país se abra “a una mayor participación ciudadana, libere las fuerzas productivas, aumente el sector privado, dé más garantías a la inversión extranjera y permita las pequeñas y medianas empresas”.
Analizó que Fidel Castro todavía “enciende pasiones”, en la población cubana, que vive dentro o fuera del país.
Como sucedió durante su vida, esta figura, ya definitivamente histórica, nacida el 13 de agosto de 1926, en la localidad de Birán, en el oriente cubano, recibió a la hora de su muerte calificativos tan opuestos como “tirano”, “gran hombre”, “amigo de los pobres” y “dictador”.
En la ciudad estadounidense de Miami, donde se asienta la mayor cantidad de cubanos fuera de la isla, miles de opositores festejaron su fallecimiento. En la isla muchas personas lloraron, otras colocaron banderas, mensajes o alguna foto suya en la fachada de sus viviendas, y algunas de forma reservada se manifestaron con odio.
En su carta de condolencia, la directora del no gubernamental Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo-Cuba, Rita García, llamó a la reconciliación y la paz.
“La muerte marca un punto de reflexión para creyentes y no creyentes. Desde nuestra fe sostenemos que solo Dios es capaz de juzgar y ante ese misterio debemos ser respetuosos cuando se trata de una personalidad que ha marcado la impronta de un país durante largas décadas de su historia”, escribió García.
Con comunidades bulliciosas y habituadas a poner música a todo volumen en hogares y vehículos, los barrios cubanos permanecen desde que se anunció el deceso del exgobernante en recogimiento por respeto al duelo nacional.
Residentes en la capital notaron una mayor frecuencia de las rondas policiales.
Hasta algunos comercios estatales suspendieron algunas horas la venta de bebidas alcohólicas. Las personas que celebraban sus cumpleaños y otras fiestas se abstuvieron de poner música o la pusieron a bajísimo volumen.
“Yo sabía que cuando Fidel muriera no iba a pasar nada. Todo por aquí ha estado tranquilo”, valoró la contadora Miriam Espinosa, vecina del municipio habanero El Cerro, en referencia a las revueltas de la oposición interna que muchas personas pronosticaron que sucedería a la muerte del expresidente.
“En las misas del sábado y el domingo se hizo lo normal. Se incluyó su nombre [Fidel Castro] en la oración para pedir por el descanso de todos los difuntos”, contó Antonia Muñiz, una feligresa de la Parroquia de la Virgen de la Medalla Milagrosa, ubicada en el reparto residencial de Santos Suárez.
Como parte de los funerales, el martes 29 se realizó un acto de masas en la Plaza de la Revolución, en que participarán los dignatarios que ya comenzaron a llegar a la isla para participar en la parte oficial de las honras fúnebres.
Hoy se iniciará el traslado de las cenizas por el itinerario que recorrió la Revolución triunfante en enero de 1959, pero ahora con sentido inverso, hacia la ciudad de Santiago de Cuba, a 847 kilómetros al este de La Habana.
El 3 de diciembre, a las 19:00 horas de Cuba, se realizará un acto de masas en la santiaguera Plaza Antonio Maceo, para concluir los actos mortuorios con la ceremonia de inhumación, a las 7:00 horas del 4 de diciembre, en el cementerio de Santa Ifigenia, donde reposan los restos del héroe de la independencia, José Martí.