Hay viñetas que parecieran recorrer a uno. Retratos que antes de ser surcados por ojos llegan a distintas partes del cuerpo.
La sensación gélida de una sábana de neblina, el aire liviano que reconforta el pulmón de quien le respira a primeras horas en la mañana, el claroscuro de la loma asomada entre pestañas.
La casa que enmarcó la infancia de alguien que quizá nunca conoceremos, el recuerdo de alguna vivencia importante que se nos haga concentración de gotas livianas por el lagrimal derecho, el árbol que quizá algún cuerpo trepó para alcanzar el horizonte, la loma que tal vez alguien revisite para ver mejor.
Eso, y la terca idea de pensar que desde la neblina algunas cosas pueden pensarse mejor. Tanto más se desprende de una imagen, que más que pausa, fue tiempo.