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Durante 31 largos años, Rafael Leonidas Trujillo dominó la política, la economía y la cultura de República Dominicana. El trujillato se distinguió por sus múltiples tácticas de intimidación, chantaje, censura, represión, persecución, tortura, encarcelamiento, exterminio, destierro y espionaje. Al mismo tiempo, generó numerosas estrategias de resistencia, desde la simulación y el clandestinaje hasta el exilio y la lucha armada. Durante la mayor parte de su gobierno, Trujillo sólo autorizó un partido —el Partido Dominicano— como forma legal de organización política; manipuló los resultados de las elecciones para mantenerse ininterrumpidamente en el poder; monopolizó los medios de comunicación; sobornó a los intelectuales; marginó, acosó y eliminó a sus contrincantes, y restringió constantemente los derechos humanos y la participación ciudadana. Curiosamente, Trujillo recibió —al menos durante las décadas de 1930 y 1940— un espaldarazo del incipiente movimiento feminista dominicano, especialmente al prometer y luego conceder el sufragio universal en 1942. No obstante, desde un principio, muchas mujeres combatieron la dictadura y algunas tuvieron que emigrar por sus ideas y acciones contrarias al régimen. Este último es el tema recurrente del libro de Myrna Herrera Mora, Mujeres dominicanas, 1930-1961: Antitrujillistas y exiliadas en Puerto Rico (San Juan: Isla Negra, 2007). El propósito principal de la autora es demostrar el protagonismo femenino en las luchas, tanto dentro como fuera de República Dominicana, contra la dictadura. Por un lado, se trata de corregir la miopía tradicional de la historiografía dominicana, que ha insistido en el predominio masculino del liderato antitrujillista. Por el otro, se trata de llenar un vacío en los estudios sobre el éxodo dominicano hacia Puerto Rico (incluyendo mis propias investigaciones), centrados en el período posterior a 1961 y su incorporación al mercado laboral local. En todo momento, Herrera Mora impugna el sesgo androcéntrico de la historia oficial que silencia las prácticas y los discursos femeninos. Por el contrario, la autora subraya “la intervención constante de las mujeres en acciones desafiantes y en organizaciones oficiales y clandestinas que denunciaron y rechazaron la dictadura trujillista” (pág. 21). Al fin y al cabo, la oposición de numerosas mujeres —algunas muy prominentes, otras poco conocidas— contribuyó al colapso del régimen trujillista en 1961. Herrera Mora se nutre de una perspectiva feminista, especialmente la elaborada por la historiadora francesa Michelle Perrot y la estadounidense Joan Scott. El uso de la categoría analítica del género la lleva a revisar las fuentes de información disponibles y a generar otras para reconstruir la participación de hombres y mujeres en procesos políticos y militares como la lucha contra Trujillo. Más aún, invita a revalorar las aportaciones femeninas menospreciadas por el paradigma patriarcal, frecuentemente porque quedaban excluidas de la definición convencional de la política y los espacios públicos. Según Herrera Mora, “Son muchos los ejemplos que confirman esta habilidad de las mujeres, entre éstos, el de esconder la propaganda en la ropa de los infantes o coser el bolsillo de una corbata para transportar dinero de República Dominicana a Puerto Rico” (págs. 150-151). En otro momento, la autora apunta que Carmen Natalia Martínez Bonilla, una destacada exiliada antitrujillista, “escondía los recados escritos en papeles hechos rollitos en lugares donde sólo su imaginación femenina podía ubicarlos. Los colocaba dentro de un lápiz labial, en una pluma fuente, en un recipiente de pasta de diente y en el ruedo o entre las costuras de un traje” (pág. 129). La perspectiva feminista revela ángulos poco explorados de la historia política dominicana del siglo XX, tales como esos pequeños actos de sabotaje contra el despotismo. El libro combina hábilmente varias fuentes de información. En primer lugar, cita numerosos documentos primarios, tales como cartas, artículos de periódicos, revistas, informes policiales, manifiestos políticos, discursos, programas, actas de reuniones, representaciones teatrales, fotografías, memorias y testimonios. Entre los textos consultados sobresalen las Vivencias de Carolina Mainardi, viuda de Cuello, editadas en Santo Domingo en el año 2000. Éste es el único recuento femenino publicado del exilio antitrujillista en Puerto Rico. En segundo lugar, Herrera Mora recurre a la historia oral, entrevistando a varias sobrevivientes de la lucha antitrujillista, residentes tanto en República Dominicana como en Puerto Rico, entre ellas Herminia (Maricusa) Ornes Coiscou, Josefina Padilla, Brunilda Soñé y Silene Mendoza. Gran parte de este interesante material se resume en los apéndices. En tercer lugar, Herrera Mora incorpora una extensa bibliografía sobre la historia social, política y económica de República Dominicana y Puerto Rico, con énfasis en el período trujillista y en la migración contemporánea. Tal amplitud de miras le permite insertar su trabajo dentro de un contexto intelectual mayor, en que resaltan las aspiraciones de las mujeres por una sociedad más justa y democrática. Citando a la socióloga española Judith Astelarra, Herrera Mora plantea que la igualdad social, política y económica entre los sexos ha sido la meta de “muchos y variados movimientos feministas” (pág. 33). La obra de Myrna Herrera Mora cumple cabalmente con su cometido: constatar el papel crucial de la militancia femenina en la lucha contra Trujillo, tanto en República Dominicana como en el exterior. Este objetivo lo logra sobre todo hilvanando las biografías de varias exiliadas sobresalientes, como Carmen Natalia Martínez Bonilla, Maricusa Ornes Coiscou y Carolina (“doña Conina”) Mainardi Reyna. Asimismo, la autora rescata las aportaciones más modestas pero no menos indispensables de numerosas mujeres y hombres, que pocas veces figuran en los textos de historia. Las célebres “tretas de los débiles” incluyen anécdotas maravillosas de mujeres subversivas llevando dinero en el bolsillo de una corbata o mensajes escondidos dentro de un lápiz labial. Con sus pequeñas resistencias cotidianas, muchos personajes anónimos fueron socavando poco a poco la tiranía. Utilizando múltiples fuentes escritas y orales, Herrera Mora ilumina un aspecto oscuro del pasado dominicano y puertorriqueño. Su minuciosa investigación ayuda a entender los estrechos lazos sociales, políticos y afectivos entre Puerto Rico y República Dominicana. Ya no podrá escribirse la historia del éxodo dominicano hacia Puerto Rico, antes y después de Trujillo, sin consultar esta obra de documentación paciente, análisis perspicaz y compromiso solidario.