“La humanidad reconoce su derecho a adquirir y consumir racionalmente, pero excluye la posibilidad de invertir un gasto en un evento no-productivo.” -George Bataille La primera grabación data del año 1895. En ella observamos a cientos de trabajadores de la fábrica Lumière, en Francia, mientras abandonan el edificio luego de otra jornada de trabajo. La escena la han subido a YouTube en innumerables ocasiones. Para acceder a ella escribe Lumière, salida de los obreros. Más de cien años después, el impacto que ha tenido el medio cinematográfico en la vida cotidiana lo consagra como el medio artístico de más influencia en la sociedad contemporánea. Uno de los géneros más heterogéneos que se ha desarrollado utilizando la cámara es el videoarte. A través de él se cuestionan y se juega con los formatos, los temas y los elementos que producen las escenas que observamos. El videoarte toma prestado y/o se alimenta del “performance”, del “fluxus” y de la estética minimalista aunque mantiene su autonomía como un medio que a su vez tiende (como ocurre con muchas de las tendencias y medios del arte contemporáneo donde se prefieren las valoraciones provisionales) a desarticular definiciones terminantes sobre su naturaleza. Beatriz Santiago, que estudió su bachillerato en Arte en la Universidad de Chicago, es una de las artistas que trabaja el videoarte en la isla. Radicada aquí desde 1999, ha realizado videos como Archivo (2002), Fábrica inútil (2002) -en el cual se centra este artículo-, A. Listens (2004), Haiti n’est pas ici (2004), Short Stories of Anarchism (2007) e Inventario (2007), por mencionar algunos. Su trabajo ha sido presentado recientemente en el Encuentro Internacional de Medellín /Espacios de Hospitalidad en Colombia, en el Museo de Brooklyn en la ciudad de Nueva York y aquí en la isla en el Espacio 1414 como parte de la Colección Berezdivin. Para llevar a cabo el video Fábrica inútil, la artista visitó por un período de dos meses la fábrica Flexible Packaging localizada en Las Piedras, Puerto Rico. En esta empresa se ensamblan todo tipo de cajas y empaques de foam. A través de estas visitas, Santiago se familiarizó con las dinámicas sociales y laborales de los empleados. Pero el reconocimiento no fue unilateral. Los empleados añadieron poco a poco a su cotidianidad a esta persona que se les presentó como artista y que estaba interesada en el tipo de trabajo que ellos llevaban a cabo. El reconocimiento y el valor que se otorgaron las dos esferas -la obrera y la artística- y el respeto que finalmente se consagró entre ambas son parte fundamental del tipo de acercamiento que esta artista utiliza para llevar a cabo sus proyectos. En este sentido, aunque este trabajo está lejos de la reproducción de los hermanos Lumière, lo cierto es que Santiago no se concentró en grabar la salida de los obreros sino que entró en la fábrica, observó las dinámicas sociales que se desarrollan bajo el esquema industrial y concibió cinco “acciones” que desarticularon el progreso habitual de un día de trabajo. Estas “acciones” son las dinámicas físicas o reflexivas que componen el video Fábrica inútil, donde los protagonistas son los trabajadores. Sus reacciones a estos ejercicios les dan la forma arbitraria en que se articuló la belleza del film. “Las relaciones sociales que produce el proyecto son parte estética del proyecto”, explica la productora del video. En la primera escena, los empleados observan el amanecer del cual nunca disfrutan porque su hora de entrada precede la salida de sol. En la segunda escena aparecen varios empleados jugando a la lucha libre mientras los demás observan, gritan y se ríen nerviosamente. Más adelante, los empleados consumen una cena preparada por ellos en la que cocinaron (el arroz) o calentaron (los pasteles) en las hornillas donde usualmente hierven la pega para adherir el foam al cartón. En la penúltima escena, los empleados actuaron un supuesto cierre de la fábrica y finalmente aparecen bailando merengue en uno de sus espacios. La artista comenta que: “A mí me interesaba hacer un proyecto con la producción que es inútil para la lógica económica de la fábrica. Esta inutilidad es útil, ya que tiene un lugar en la lógica emocional, humana y social de los trabajadores”. La atmósfera lúdica creada en la fábrica a través de este proyecto “improductivo” afianzó el sentir colectivo de los trabajadores. Pero más importante aún es que a través del juego se provocó el goce, el disfrute, el placer, (nada más peligroso para la lógica de producción de capital). En uno de los ensayos del libro The Responsability of Forms de Roland Barthes se nos recuerda que, en el juego, lo importante es el proceso, no el producto final. Nos divertimos mientras jugamos. Lo que observamos en Fábrica inútil es la diversión que provoca en los operarios las propuestas de Santiago. “Mediante un proyecto de arte, mediante esa excusa, uno puede crear un espacio particular para poder explorar estos momentos de goce”, explica. A través de estas “acciones”, las cuales no generaron ganancia monetaria para la fábrica, los movimientos mecánicos fueron sustituidos por la liberación de energía a través del baile, la lucha, la risa. Por otro lado, las relaciones interpersonales limitadas por el esquema temporal de la fábrica fueron intercambiadas por períodos de reflexión. Uno de los problemas que enfrenta el video es que por momentos no se escuchan los comentarios de los trabajadores. El video tiene subtítulos, aún así se escapa alguna información importante. Por otro lado, Fábrica inútil necesita en ocasiones del conocimiento del proceso que culminó en el video para poder localizar algunas de las “transformaciones” en las relaciones sociales de los empleados. Por ejemplo, mientras los empleados observan el amanecer, hay una toma donde una mujer recuesta su brazo encima del hombro de un compañero. Ambos trabajan en el mismo cuarto de máquinas pero le es imposible tener contacto físico o establecer algún tipo de comunicación verbal. Esta información no aparece en el video. La escena es mucho más conmovedora y esta acción mucho más contundente una vez se conoce el aislamiento de dos operarios reunidos bajo el mismo techo. En términos técnicos, este trabajo fue concebido y llevado a cabo de manera “artesanal”. Santiago decidió voluntariamente no editar las escenas (grabadas con una cámara portátil y sin trípode) sino utilizarlas tal cual a la hora de engranar Fábrica inútil: “Mi trabajo y mi producción están bien atados a esas ideas que provienen del cine experimental y del comienzo del video, sus primeros diez años. Como el video se ha convertido en una herramienta tan del mainstream, la mayoría de los artistas no lo usa con esa noción de una crítica al modo de producción industrializado”, comenta. La cualidad artesanal de Fábrica inútil es parte de su estética, por lo que este video no será fácil de digerir para el espectador acostumbrado a la invisibilidad del camarógrafo y al filtrado típico del cine comercial y del documental. Acercarnos al videoarte, en específico a Fábrica inútil, es una buena manera de alimentar nuestros criterios sobre el arte cinemático. Además, a través de este trabajo observamos el goce de un ciudadano común al cual, como al observador, se le ha alterado la mecanicidad de su vida cotidiana.
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