“Lo primero que corta el gobierno en momentos de crisis es el apoyo a las artes”, reconoce Ana María Castañón, ex primera bailarina de Ballets de San Juan, compañía pionera como institución a nivel profesional en Puerto Rico desde 1954. La veterana bailarina reconoce que en la actualidad nos encontramos en un momento escabroso tanto para el ballet como para las artes en general. “Este va a ser un año difícil”, sostiene. “Se cortan las cosas adicionales”, dice refiriéndose a todo aquello que representa lo cultural y el entretenimiento dentro del presupuesto gubernamental.
Para Castañón una de las razones por las cuales las principales compañías de ballet en la Isla se encuentran en esa encrucijada por la supervivencia económica se debe a que actualmente hay varias compañías de ballet clásico compitiendo por el mismo dinero. “En mi época no habían tantas compañías de ballet”, reitera quien se jacta de “haber vivido la época dorada del ballet en Puerto Rico”. Y es que estas agrupaciones de profesionales de la danza dependen casi en su mayoría de asignaciones de fondos gubernamentales principalmente provenientes del Departamento del Trabajo, así como de algunas propuestas legislativas y otros auspicios del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Laura Valentín, bailarina principal de Balleteatro Nacional de Puerto Rico da cuenta de ello cuando confiesa, sin perder el ánimo, que “la crisis ecónomica limita”, mientras que dice observar un entusiasmo en la generación de jóvenes bailarines que viene subiendo.
“Hay interés”, asegura, “pero, sin embargo, la inevitable crisis económica hace que merme la posibilidad de considerarlo (el ballet) como algo profesional”. Existe un programa para la creación de nuevos empleos bajo la ley 52 al cual pueden solicitar las compañías de ballet mediante propuestas. Valentín, quien forma parte de los 21 bailarines que en diciembre de 2004 fundaron Balleteatro Nacional de Puerto Rico tras haber sido desplazados por conflictos obrero-patronales de Ballet Concierto de Puerto Rico, explica que la propuesta del Departamento del Trabajo, con la cual subsisten económicamente, lleva sin aprobarse desde el pasado mes de enero. “Estos incentivos son los que provocan la creación de empleos”, enfatiza. No obstante, hay quienes piensan que la reducción del número de compañías de ballet -actualmente hay tres principales conjuntos- no resultaría beneficioso para el desarrollo de éste arte en el País puesto que se limitaría la variedad de propuestas de danza clásica. Así lo expresó Tania Muñiz, quien desde años recientes figura como bailarina principal de Ballet Concierto de Puerto Rico y afirmó que “debe haber variedad”. Añade que “si hubiera una sola compañía que reuniera a todos los bailarines se necesitaría el mismo dinero para pagarles a todos y posiblemente no se puedan presentar todos en una misma función”.
A juicio de Castañón también existe el problema de un público que no está interesado en “los clásicos” y que prefieren más una propuesta acorde a nuestros tiempos y nuestra realidad. “Hay otra generación que no quiere ver El Lago de los Cisnes”, señala Castañón. “ La gente quiere ver algo más como Andanza”, dice en relación al estilo más moderno y contemporáneo que aborda este conjunto. No obstante, hace poco Andanza llevó a cabo unas funciones especiales en el Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré con el fin de levantar fondos para pagar los salarios de sus nueve bailarines.
Castañón considera que uno de los factores que inciden en que la gente no quiera ir a ver los clásicos es el fácil acceso a este tipo de material audiovisual. “En mi tiempo no había tantos videos, no había tanta ‘media’ accesible”, considera detenidamente, no sin dejar de aclarar que “ lo ‘exciting’ de ver una función en vivo es que uno nunca sabe cómo va a salir”. Por su parte, Muñiz entiende que se trata de un asunto de desconocimiento general, que hay que “educar a las personas” y añade que se deben hacer más funciones por los pueblos. Con ella concuerda Laura Valentín aunque pone de relieve que para llevar este arte fuera del teatro, a los pueblos, se necesita una inversión mínima de dinero puesto que “el ballet requiere condiciones específicas para bailar, especialmente un piso”, debido a las características de las zapatillas de punta que utilizan las bailarinas. El imperativo educativo, para Muñiz, radica en que “hay personas que no saben que existen en Puerto Rico compañías de ballet clásico. No saben que hay gente que vive de ésto, que este es su trabajo”, comenta al observar que la gente sí tiene conocimiento de compañías foráneas y el teatro se abarrota cuando estos grupos visitan la Isla. Esto se refleja en una tendencia a “apreciar más lo de afuera”, manifiesta Muñiz. Castañón opina que se trata de algo que va más allá de lo económico porque cuando se trata de “espectáculos populares, un concierto de Lucecita Benítez o de Ednita Nazario”, los teatros se llenan. “Aún así cuando los costos son muchas veces superiores que el boleto de un espectáculo de danza en el Centro de Bellas Artes.
Mientras que todo apunta a la crisis en todos los aspectos, Laura Valentín, sostiene que el rol de la danza y de las artes es fundamental más que nunca “en un contexto de decadencia social y moral en la sociedad”. Valentín considera que el gobierno debería apoyar estos esfuerzos que cumplen una función de sacar a los jóvenes de “los malos caminos, de tenerlos ocupados”.
En Puerto Rico hay muchísimo talento, en eso concuerdan las tres bailarinas que a su vez han estudiado carreras paralelamente a su formación artística como la mayoría de los bailarines en Puerto Rico, debido a que la carrera de un bailarín depende de su salud física y puede terminar en cualquier momento. Eso, unido al factor económico, hace que muchos jóvenes dedicados a este arte se vean obligados a optar por otras profesiones. “Mi sueño es que no se les tronche su futuro… aquí en el ballet hay algo lindo, aquí pueden hacer algo edificante” confiesa Laura Valentín, quien actualmente dirige la Escuela de Balleteatro Nacional de Puerto Rico “por amor”. “Yo me siento motivada, inspirada por los jóvenes. Creo en estos jóvenes”, reafirma. Mientras que muchos factores apuntan a que la sociedad puertorriqueña está a punto de desprenderse en muchos ámbitos, estas bailarinas dan fe de que las instituciones artísticas y culturales sin fines de lucro, como las compañías de ballet, continúan presentándose con el afán de sacar al menos el dinero suficiente como para no caer en deuda. Esto debido a que el costo de una producción en cualquiera de los principales teatros del País es altísimo.“Los técnicos ganan más que los bailarines”, señala Castañón a propósito de lo oneroso que resulta una puesta en escena en lugares como el Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré o incluso el Teatro de la Universidad de Puerto Rico. “A veces digo ‘me retiro…’ pero pienso que si Dios te dio un don es para algo, hay que darlo hacia delante”, concluye una esperanzada Valentín.