Siempre se ha dicho que el teatro es la más efímera de las bellas artes. Sin embargo, la vida supera esa apreciación. Sólo cuando se ha marcado a otros, ya sea con el quehacer o con el querer, se deja una huella en eso que llamamos la posteridad. Ese ha sido el caso de Ricard Salvat, que nos dejó el 24 de marzo de 2009, a los 74 años de edad. Ricard el amigo y el hombre de teatro es considerado el padre de la nueva escena catalana. Historiador, director de escena, dramaturgo, autor de libros de teoría teatral, entre otros oficios relacionados al teatro, este renovador de la escena española llegó a Puerto Rico en 1992, por iniciativa de José Luis Ramos Escobar. Aquí puso en escena, En la ardiente oscuridad, de Antonio Buero Vallejo, para el Departamento de Drama. Ahí inició nuestra amistad, cuando participé como actor en la puesta, que fue seleccionada, por la crítica local, una de las producciones memorables del año 1992. Más tarde, reafirmaríamos nuestros lazos mientras hacía mis estudios doctorales en Murcia. Allí coincidimos con motivo de festivales y encuentros de teatro. Su compromiso con los amigos que cultivó en Puerto Rico, lo llevó a prologarle un libro a Rosalina Perales, a dedicarle una edición de la revista de la AIET a Victoria Espinosa, como especialista en Lorca, y a invitar a dictar conferencias y charlas a algunos de nosotros, en la Universidad de Barcelona, donde él era catedrático de Historia de Artes Escénicas, entre otras muestras de solidaridad. En mi caso, además de presidir mi comité de defensa de tesis, me invitó a dictar charlas en sus curos y editó dos artículos míos en la revista de la AIET, que fundó. El abuelito catalán de mis hijos Josemiguel y Mariarosa, como él mismo se denominó, no perdía la oportunidad para enlazar a los teatristas puertorriqueños a las actividades y el quehacer del teatro europeo actual. Hace apenas unos meses pude ver su última puesta en escena, Un día, de Mercé Rodoreda. En ella desplegó, y se puede decir, a manera de testimonio de despedida, toda su capacidad creativa y dominio de la escena, como director. Hoy, Ricard ya no está. Sin embargo, por efímeros que parezcan los años que nos unieron como amigos, quedan sus amarres de amor y de ser humano con sus amigos del mundo. Si eso fuera poco, quedan para los futuros amantes del teatro sus publicaciones, que a través del tiempo serán sus mejores cartas de presentación: El teatro de los años setenta, Historia del teatro modero y Quam el tempos es fa espai, entre otras. Hasta la escena, Ricard.