Oriundo del centro de la Isla, de los montes del pueblo de Utuado, el doctor Amílcar Rivera Díaz, quien lleva más de cuatro décadas dedicado a la enseñanza y al cultivo de la música, es un hombre apasionado del arte sonoro y de todas las facetas que ha podido desempeñar a lo largo de su vida. Es clara la emoción que le embarga al narrar las diversas experiencias musicales que ha vivido. Las palabras no le faltan para describir lo que ha sido su vida junto a su más valorada pasión: la música. Y es que, Amílcar y la música han sido, como dijese Benedetti en su día, "mucho más que dos". Trompetista, compositor, arreglista, director coral, de orquesta y de banda, y sobre todo maestro. Todo esto ha sido este fenomenal músico utuadeño quien actualmente se desempeña como director del coro de la Universidad de Puerto Rico en Cayey.
Su hablar es jovial y lleno de energía. Sus manos y su mente rebosan de proyectos presentes y para el futuro. Luego de tantas décadas dedicado a enseñar y a interpretar, Amílcar se siente lleno de vida, como si el tiempo no hubiese transcurrido y aun fuese aquel chiquillo que sostuvo por primera vez un clarinete en sus manos a los once años; instrumento que su maestro tuvo que sustituirle por la trompeta, dado la pequeñez de sus manos. Así fue como la vida le llevó a la trompeta como el instrumento que habría de interpretar por siempre, según recuerda el mismo Amílcar.
¿Cómo comienza a desarrollarse ese vínculo suyo con la música?
Pues fíjate como a veces la vida nos tiene unos designios, yo digo que yo nací para la música y la música iba a ser parte de mi vida porque yo nací en el barrio Sabana Grande de Utuado, fíjate como la vida a veces nos da unas cosas tristes pero nos compensa con unas cosas positivas, y mi papá, que era agricultor, muere a los 40 años, cuando apenas yo tenía 8 meses de nacido. Eso implicó que mi mamá dejara la finca, la vendiera, y entonces nos mudáramos al pueblo. Gracias a eso fue que yo estudié en una de las escuelas elementales del pueblo de Utuado a la que llegó un profesor de banda que habían contratado y me reclutó. Si mi papá hubiese vivido yo probablemente no hubiese terminado músico. Así es que fíjate como son las ironías de la vida. Este profesor me reclutó cuando yo estaba en sexto grado para formar parte de la banda que había en la escuela. Empecé como clarinetista y luego, como mis manos eran muy pequeñas y no daban para el clarinete, el maestro me dio trompeta. Desde entonces ese ha sido mi instrumento.
Después de estas primeras experiencias, ¿por qué y cómo se da ese proceso de determinación suya a dedicarse de lleno a la música?
Fue debido a que tuve una gran experiencia en la banda escolar como trompetista y una vez me gradué de cuarto año pensé que la mejor alternativa para yo mantenerme en la música y tener a la vez algo de qué vivir era estudiar pedagogía musical. Así es que hice un bachillerato en la Universidad de Puerto Rico del 1964 al 1968. Allí entré a la banda de la Universidad y estando en la banda conocí al hijo mayor de Rafael Hernández, Pocholo, que era un ser humano extraordinario. Él me introdujo en la orquesta en la que él tocaba y entonces gracias a eso comencé a tocar en diferentes orquestas en el área metropolitana mientras estudiaba. Ya para ese entonces estaba determinado a seguir en la música en todos los aspectos de mi vida, en el plano profesional y en el personal.
¿A dónde le conducen sus pasos una vez culmina su bachillerato?
Trabajé en la Trina Padilla de Sanz de Río Piedras el primer año luego de graduarme de bachillerato y allí tuve un pequeño coro. Luego de eso me enteré de que en mi pueblo de Utuado había un instrumental que había comprado el municipio y que no tenían maestro que lo usara. Yo fui a hablar con el entonces alcalde de aquel tiempo, el Sr. Ramón Estévez, que había sido mi maestro en escuela intermedia, y le dije: “bueno yo me vengo para Utuado a formar una banda si usted le dona ese instrumental a la escuela pública” y él, en un gesto extraordinario que hoy día no hace ningún alcalde, le cedió los instrumentos a la escuela pública Francisco Ramos. Yo me establecí entonces en Utuado y desarrollé en esa escuela una banda que tengo el privilegio de decir que probablemente es la única banda en Puerto Rico, y quizás del mundo, que tocó para Pablo Casals. Él nos visitó en Utuado, a invitación de un amigo mío que era gerente de una fábrica de cigarros del pueblo, y mi banda tuvo el honor de tocar para él. Tengo vídeos y fotos de ese momento. Eso fue en el 1972, un año antes de él morir.
¿Cómo fue esa experiencia formativa musical para estos estudiantes desde su punto de vista como maestro y director? ¿Qué significaron para usted como persona y como músico estas vivencias con esta banda?
Oh, para mí unos de los años más hermosos de mi vida, para ellos también. De hecho todavía nos reunimos periódicamente. Aquellos muchachitos ya son cincuentones, ya están por los 52 y 53 años. Muchos de ellos son abuelos. Nos reunimos hace menos de un año atrás, gran parte de ellos. Aun recuerdan con gran cariño la experiencia de la banda. Llegamos a ser, de 72, la segunda mejor banda de Puerto Rico en un festival que hubo aquí en el Instituto de Cultura en el Viejo San Juan, motivo de gran orgullo para mí. Así es que fueron unas experiencias increíbles, extraordinarias con esos estudiantes, de aprendizaje mutuo. Inolvidables tanto para ellos como para mí.
¿Qué otras experiencias significativas contribuyeron a su formación como músico y como maestro?
Bueno definitivamente la maestría que pude hacer en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign gracias a la beca que me consiguió el Departamento de Educación. La maestría la terminé en el 1974 y luego regresé a Utuado y seguí trabajando unos años más, pero entonces después decidí regresar a Illinois para el doctorado. Esas experiencias educativas allá fueron maravillosas. La universidad es tan rica en todo allá. En mis tiempos había cinco bandas sinfónicas, cinco bandas de jazz, variedad de coros; mucha actividad cultural. Yo toqué en la banda sinfónica y en la primera banda de jazz. Fueron unas experiencias increíbles, increíbles; muy hermosas y enriquecedoras. Adquirí unos conocimientos extraordinarios y eso me abrió las puertas acá y contribuyó a mi felicidad profesional y personal.
Hábleme de sus experiencias profesionales y musicales luego de adquirir su grado doctoral.
Comencé en el Conservatorio de Música a enseñar luego de graduarme del doctorado y allí estuve cuatro o cinco años dando clases, además fungí como director del Departamento de Educación Musical algunos de esos años. Durante esos años también tuve la oportunidad de dirigir una orquesta que el profesor Rafael Aponte Ledé, uno de nuestros grandes compositores ya retirado. Él había creado una fundación que llamó Fundación Latinoamericana para la Cultura Popular, y como parte de las actividades de la Fundación se creó una orquesta grandísima con algunos músicos del conservatorio y otros profesionales. Esa orquesta la dirigí yo y logramos dar un concierto en Ponce en el que participaron: Ruth Fernández, Santitos Colón y Willie Capó, que era hermano del famoso Bobby Capó. Después dimos otro concierto en el conservatorio como homenaje a Pepito Torres, que era un gran director de orquesta, y en ése cantaron Santitos Colón, Yayo el Indio y otros más. Así hicimos varias actividades. Después de esos años en el Conservatorio pasé a dar clases en el Recinto de Cayey.
¿Cómo fueron esos primeros años en Cayey como director del coro?
Un poquito difíciles, los primeros tres o cuatro años fueron bien difíciles pero a medida que llegaron nuevos integrantes pude ir moldeando el coro a mí manera. Entiendo que los coros suenan más o menos de acuerdo a su director; siempre y cuando haya la posibilidad de reclutar gente que tenga talento se puede hacer un buen trabajo con ellos. Uno de los retos grandes con el coro, especialmente al principio, fue que yo no tenía repertorio y me acuerdo que el primer semestre me dio con hacer un compromiso de hacer un concierto de navidad y después tuve que echarme para atrás porque fue imposible para mí montar un repertorio de navidad sin canciones.
O sea que el repertorio del coro de la Universidad de Puerto Rico en Cayey lo ha formado usted.
Básicamente sí, con excepción de uno que otro número que no son míos que he incluido de otros repertorios. Yo te diría que un 90% del repertorio es mío, entre composiciones y arreglos. Así que ese reto fue al principio cuando en cada semestre, en primavera y en navidad, tenía que hacer arreglos nuevos para no repetir lo mismo y poder ofrecer arreglos nuevos en cada concierto. Pero ya tengo tantos que ya puedo rotar, aunque siempre me queda el deseo de traer algo nuevo y siempre presento uno que otro arreglo nuevo para cada concierto.
Y de esas facetas de músico, director, compositor y arreglista, ¿cuál es la más que le brinda satisfacción?
Fíjate es que todas se complementan, son áreas de ese corazón musical y todas me producen inmensa alegría, todas me producen inmensa satisfacción. El tocar la trompeta, el dirigir el coro y el componer me producen grandes satisfacciones. Así es que no tengo ninguna preferida, claro me gustaría siempre mantenerme como director pero el tocar trompeta para mí es maravilloso. El sentirse músico y tener la capacidad de hacer música es una sensación extraordinaria.
¿Cuáles han sido los retos más grandes para usted al tener que ejercer esta variedad de roles como músico?
Bueno el reto más grande que tiene todo músico, no importa el área a la que se dedique, es crecer y aprender constantemente de esa área. Así que en todos estos años, para mantenerme como un buen trompetista, he tenido que mantenerme en constante práctica; para ser arreglista hay que practicar o sea que el aprendizaje es siempre ese reto que trae las satisfacciones de mantener la excelencia en todas las facetas que desempeño en la música. Ese aprendizaje constante me llena de satisfacciones. Todas estas facetas conllevan un proceso continuo de preparación. Claro llega un nivel en que es un poco más cómodo porque uno se habitúa a la práctica constante.
¿Y cómo educador? ¿Cuáles han sido los retos y las satisfacciones que le ha deparado esta faceta dentro de la música? ¿Qué ha significado para usted ser maestro?
Maravilloso, a mí me encanta ser educador, lo disfruté cuando comencé en escuela pública, lo disfruté en el Conservatorio y lo he disfrutado inmensamente en la Universidad de Puerto Rico en Cayey. Uno de los retos que he tenido, especialmente durante los primeros años, ha sido el no disponer de textos completos para los cursos que ofrezco. Así que me he dado a la tarea de redactar las unidades que comprenden los curso que he ofrecido de Apreciación Musical, lo mismo pasó con el curso de Historia de la Música de Puerto Rico. Entonces recortando de aquí y recortando de allá, de variedad de textos muy buenos, ensamblé ese compendio de lecturas que formaron el texto para esas clases, incluso para el curso de Teoría Musical.
Y usted como educador, ¿diría que existe un vínculo entre las artes, específicamente la música, y los procesos de aprendizaje? ¿Es beneficiosa la música para los procesos de aprendizaje?
Bueno definitivamente las artes, y particularmente la música como un quehacer atractivo, le permite y ayuda a cualquier persona que se involucre, y especialmente a los jóvenes, el poder enfocar su vida por derroteros positivos y definitivamente fomentar su capacidad de aprendizaje. La música y el quehacer artístico es un quehacer maravilloso que te permite cultivar el alma, la música es una forma de vida, es una forma de ver la vida. El arte es una de las cosas que más puede elevar la cultura de una sociedad, una sociedad sin arte es una sociedad sin alma, y me temo que en nuestro país la llamada cultura popular y los medios de comunicación masivos están afectando tanto a la gente y han provocado el detrimento de las mejores manifestaciones culturales del país. Creo que un mayor cultivo de las artes haría un gran bien al país y creo que el Departamento de Educación hace muchos años que dejó de fomentar las artes. Lo que hay de música y arte en las escuelas hoy día depende de los maestros que están allí, gracias a esos maestros. He sabido de escuelas públicas en Puerto Rico que tienen unos programas extraordinarios, unos coros y unas bandas extraordinarias pero es por la voluntad de esos maestros, porque el Departamento ha perdido el norte en cuanto al cultivo de las artes. La Universidad quizás va por el mismo camino, muchas veces cuando van a recortar currículo lo primero que se va es música, arte; pero esperemos que podamos conservar al menos una parte de eso y que la gente entienda que las artes vinieron para enseñarnos a ver la vida de distintas maneras.
Me dice que le quedan sólo dos años para retirarse como profesor de la UPR de Cayey y como director del coro, ¿qué hará luego de que culmine esta etapa?
Pues actualmente estoy dando clase en el Conservatorio de Música a nivel graduado, estoy dando un curso en Educación Musical donde ellos trabajan con las tesis, entonces me voy a mantener trabajando en el Conservatorio en ese curso. Aparte de eso quiero reactivarme más como trompetista, dedicarme más a la trompeta. Tengo también un proyecto para recopilar la historia oral de varios músicos de Puerto Rico ya de mayor edad, antes de que esa historia se pierda. Estoy en trámites ahora para entrevistar a Miguelito Miranda, que ya tiene 91 años, y él fue la primera trompeta de una famosa orquesta que hubo aquí en los años 40, la Orquesta de Rafael Muñoz. Tengo varios de los que quiero entrevistar que son nonagenarios y otros que están en los 60 y 80, que tengo que darme prisa en entrevistarlos. Quisiera publicar estas memorias en un libro y tal vez en un proyecto audiovisual, se me ocurre quizás que podrían servir para un programa en Radio Universidad.
Me gustaría también eventualmente crear un coro del centro de la isla, es un proyecto grande. Yo no tenía mucha intención de jubilarme todavía pero como están las cosas ahora uno tiene que irse lo más pronto posible después que se le vence el tiempo. Pero si a mí me dejaran por contrato, o hasta ad honorem con el Coro de Cayey yo me quedaba con el coro, pero por otro lado no quiero quitarle el trabajo a otro. Ya mi vida está hecha y no podría quitarle el trabajo a una persona joven que necesite ese trabajo. Otra cosa que también quiero hacer es publicar los arreglos que he hecho para el coro de Cayey que son como 60 ya, entre arreglos y composiciones. Quiero publicarlos con los demos de manera que así los pongo a disposición de los coros de Puerto Rico.
Quiero mantenerme activo y sobre todo tengo tantas cosas que hacer en la música. La música seguirá siendo mi norte ha sido una de las cosas que más sentido le ha dado a mi vida y me ha dado tantas satisfacciones, me ha dado un modus vivendi. En realidad me siento muy privilegiado en ese sentido.
Su mirada se ilumina cada vez que habla de la satisfacción que siente con el coro que ha logrado levantar en la Universidad de Puerto Rico en Cayey. No puede ocultar la melancolía que le causa el saber su retiro tan próximo. Habla de ellos, sus estudiantes, sus coralistas, y del momento en que tenga que decirles el adiós final y sus ojos se humedecen, la voz se le quiebra, se embarga de emociones. Ha sido una larga carrera de adioses para él y parece que ya hacen mella. El cúmulo de experiencias de todos los años que ha fungido como director de un coro que él nutrió y desarrolló, enseñó con tesón y ahínco, y le sirvió de director, de músico, de arreglista y de compositor, no cabe en las palabras que expresa. Así nos despedimos, él lleno de melancolía después de haber vuelto a recorrer el camino de lo que ha sido su vida en todas sus facetas como músico. Más los planes para su futuro le infunden de una energía y un vigor que demuestra que para él la música sigue y seguirá siendo el motor de su vida, mientras tenga su música seguirá creando, cantando, interpretando y dirigiendo, desde otros escenarios y para otros públicos. Es tiempo de que su estrella brille para otros que la esperan necesitados. Su música y las experiencias de vida quedarán con los que deja.
La autora es estudiante de Maestria en Periodismo en la Escuela de Comunicación de la UPR, Río Piedras.