
SOBRE EL AUTOR
Miquel Missé es sociólogo, activista trans, catalán y cuerpo en tránsito. Además, es un discurso de fracturas y fragmentaciones, es la imbricación de los discursos asumidos, teórica y prácticamente, de y desde el cuerpo como campo de batalla. Es la pugna, la confrontación ética de nuevos académicos, pero también, de nuevos activistas. No hay desperdicios de espacios en los que intervenga:las conferencias académicas sobre lo trans las transforma en una manifestación estética del activismo, mientras que el activismo de la calle lo vuelve un espacio ético para enfrentar al otro, desde monstruosidades asumidas de diferencias reivindicativas. Ahí se sitúa su libro Transexualidades: otras miradas posibles publicado por la editorial Egales de Barcelona en el 2013. Basta enfrentarnos como lectores a la primera oración con la que abre su libro para comprender que sus reflexiones pondrán en juego al cuerpo desde la palabra, pero que la palabra también será puesta en juego por el cuerpo y, a su vez, por la palabra misma. Nos dice Misse: “He pasado muchos años de mi vida definiendo mi identidad con palabras: palabras que leía, que escribía, que pronunciaba. Pero, al fin y al cabo, palabras que no conocía. Mujer, hombre, transexual, transgénero, trans”.
Partiendo de ahí, el libro se configura como una cartografía histórica e historiográfica desde la transexualidad, tomando el tiempo y el espacio geográfico como coordenadas para rastrear los debates en los campos de estudios de las ciencias de la salud y sociales. Argumentaré desde mi lectura que es una apuesta por una epistemología del sur, un intento descentralizador de los discursos de poder sobre los cuerpos, una caricia decolonial sin presunciones de serlo con un fin muy definido, tomarse en serio la inquietud de la transfobia, no sólo cotidiana, sino la enraizada en los espacios propios de conformación de conocimiento y su convicción en la posibilidad de erradicarla.
El sociólogo plantea un giro, un cambio de enfoque, ensaya y apuesta a otras miradas. Su tesis confiere centralidad sobre el conflicto y debate que genera lo trans, pero desde otro lugar. Centraliza la transfobia como generadora del conflicto y del debate, desprendiéndose así de la norma investigativa sobre los cuerpos trans. Es decir, mueve su investigación del porqué de los cuerpos, al porqué del rechazo social que se genera sobre estos cuerpos. De esta manera, su mirada no va sobre los cuerpos en tránsito, sino sobre el transitar y la intervención propia de estos cuerpos en la sociedad y en nuestros referentes culturales. Discursos aglutinados en su pregunta de investigación: “¿cómo y por qué existe la violencia hacia las personas que viven identidades de género fuera del binomio hombre-mujer?”.
Antes de comenzar a responder la pregunta, comienza por hacer una serie de advertencias conceptuales y epistemológicas importantes. Por un lado, plantea la diferencia entre lo transgénero, la transexualidad y el travesti. Puntualizando así que el transvestido o travesti son aquellos cuerpos que esporádicamente se visten y actúan con los códigos del género opuesto en la cotidianidad. Lo transexual como aquellos cuerpos que se someten a una reasignación genital y modificación de cuerpo y lo transgénero como aquellos cuerpos que no necesariamente modifican su cuerpo pero viven desde los códigos de otro género.
De esta manera señala que hablará desde la experiencia trans y que al momento de entrar en ejemplos específicos asumirá el sufijo que corresponda. Además, esta aclaración conceptual viene acompañada de una advertencia para una mejor comprensión: el imperativo contextual de los términos en referencia a las latitudes que nos encontremos. Imperativo que también opera como una última advertencia metodológica y teórica para enfrentarnos a la lectura. El autor nos señala desde dónde habla, asunto que me parece neurálgico en las posibilidades éticas al momento de escribir historiografía y enfrentar sus silencios como investigadores, siendo así el pie forzado de una epistemología del punto de partida que reconoce sus límites críticos-teóricos-metodológicos, voz asumida desde la experiencia de un cuerpo trans blanco, desde el activismo trans y, finalmente, desde la sociología y los estudios LGBTTIQ.
Desde estas diversas e importantes advertencias de lectura nos deja saber que su intencionalidad de la investigación pone la mirada sobre los tránsitos de los cuerpos y que por tal razón, no se enfocará necesariamente en experiencias que impliquen modificaciones corporales, reconociendo así la experiencia trans “como paradigma en que se materializan los principales retos de nuestro modelo social”. Idea que comparto y llevo más allá; asumiendo los feminismos teóricos y de provocación social, me atrevería a decir que el sujeto revolucionario de estos momentos se condensa en la experiencia trans misma.
El autor habla desde una epistemología imbricada del punto de partida, como he señalado más arriba: él y su cuerpo, él/su cuerpo y el activismo, él/su cuerpo/el activismo y el debate académico. De esta manera, la respuesta a su pregunta toma tres vertientes: el aparato médico y sus discursos de poder, el binarismo de género y sus subjetivizaciones del cuerpo y, por último, el transfeminismo como posibilidad. Esqueleto que sólo se hace posible a considerar desde la interseccionalidad entre raza, clase, género y sexualidades; guiño que me parece la aproximación, sin presunción, de una epistemología del sur como respuesta de corte decolonial desde los cuerpos. Propongo un recorrido de sus intersecciones.
Cuando hablamos de la experiencia trans, un fantasma ocupa un espacio inmanente en nuestras subjetividades: la patologización y el DSM. Este fantasma se centraliza como problemática central para el autor. De esta manera hace un recorrido sobre la historiografía de la ciencia médica y la psiquiatría, donde trae a consideración los protocolos que plantean la transexualidad como un diagnóstico psiquiátrico en tanto que se trata como un trastorno mental. En palabras de Missé: “este hecho es significativo porque implica que los Estados regulan los derechos del colectivo trans partiendo del paradigma psiquiátrico en cuestiones que no tienen que ver estrictamente con la salud, como es, por ejemplo, el cambio de nombre”. De esta manera, desarrolla una narrativa de cómo el aparato médico ha influido en la mirada y la lectura de lo trans a los Estados, y aquí una de mis preguntas: ¿cómo ha influido a la historia y a la historiografía? Para responder esto, me parece que es importante traer a consideración de la lectura a Aníbal Quijano y María Lugones, específicamente desde el concepto esbozado por el primero: la colonialidad del poder y la lectura feminista que Lugones realiza del mismo.
Miquel Missé es puntual en cuanto a la crítica al aparato médico y sus intervenciones con el cuerpo, inclusive en sus argumentos secundarios encontramos la crítica a cómo este espacio de creación de conocimiento psiquiátrico está imbuido en unas lecturas muy particulares, interseccionales en cuanto a los aparatos de poder. Lecturas heterosexistas, blancas y de ciudades muy ciudades del norte, de los grandes ejes del conocimiento tradicional y disciplinar de los saberes (y los cuerpos). Aquí entra a juego Quijano y Lugones, y la posibilidad de leer la patologización de lo trans como otra herramienta de codificación y control de cuerpos de la colonialidad del poder. Quijano entiende que el poder se estructura en las relaciones de dominación, explotación y conflicto en cuatro vertientes de control de la existencia: sexo, trabajo, autoridad colectiva y subjetividad/intersubjetividad, siendo esto las bases del poder capitalista, eurocentrado y global. Desde esta lectura interviene Lugones para señalar que esas bases del poder capitalista, eurocentrado y global que señala Quijano, también están atravesadas por el discurso del progreso de la modernidad y una lectura de la organización social en términos de género.
Si bien Missé recorre sin señalar directamente una lectura sobre la colonialidad del poder/saber las cuatro bases que estipula Quijano y que Lugones reescribe, privilegia en su análisis la subjetividad/intersubjetividad de los cuerpos. Es esto lo que conecta las tres vertientes que discute el autor: el aparato médico y sus discursos de poder, el binarismo de género y sus subjetivizaciones del cuerpo y, por último, el transfeminismo como posibilidad. El autor comienza por señalar que “las personas trans se fueron dando cuenta de que los intereses médicos tenían mucho más que ver con mantener el orden tradicional del género que con las necesidades de la población trans”. De esta manera, no solo desmantela la patologización como un aparato que hace encajar los cuerpos en las concepciones tradicionales, sino que también plantea la idea de la transexualidad normativa. Además señala que la perspectiva médica ha puesto sobre la mesa una determinada manera de ser transexual, concebida como correcta.
Es decir, una transexualidad normativa que opera como ideas corporales y subjetivizaciones. Normativa que implica, desde el discurso médico, subjetivar cuerpos que empaten con el binarismo de género. Normalización que asume desde los referentes culturales, cuando por ejemplo nos propone que “con el tiempo, las cirugías de las personas trans han dejado de ser chocantes y han pasado a ser la solución al problema”.
Esta discusión lleva una complejidad inmensa que no acaparé por cuestiones de espacio. Pero quisiera señalar la reflexión que hace el autor sobre el peso de las operaciones y cómo el aparato médico ha logrado subjetivar la idea de que si no hay un sometimiento a una reasignación sexual, puede surgir un complejo de incompletud. A su vez, ya realizada la reasignación genital, cabe la posibilidad de que se asuman distancias con la comunidad trans en general. Esto es lo que el autor señala como las porosidades y peligros de asumir una identidad trans desde la perspectiva médica, y lo que Beatriz Preciado ha tildado como el cuerpo de consumo farmacopornográfico.
Es aquí donde el autor asume el transfeminismo como posibilidad. El transfeminismo como conjuntos de teorías y prácticas de diversos activismos que implican una crítica contundente al género en una sociedad binaria. Un alto al sistema heteropatriarcal para abrir posibilidades que rompan con el pensamiento binario. Un acercamiento que desmonta las lecturas de la colonialidad médica; la patologización como herramienta de colonización de cuerpos de occidente. “La transfobia no se combate en los quirófanos haciendo leíbles los cuerpos de las personas trans, sino educando la mirada del otro ante la diversidad de cuerpos y géneros existentes”, dice Missé para culminar. La transfobia de la historiografía se combatirá reescribiendo aquellos silencios, ensayando otras miradas, ante aquellas que no escaparon del pensamiento heterocentrado, haciéndole frente desde la escritura y la provocación social como en el epígrafe, abandonando un feminismo que hable de crisis y asumiendo un transfeminismo que grite revolución.
El autor es estudiante graduado del Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer en El Colegio de México.