Religiosamente hablando, un ¨Avatar¨ es la manifestación de una deidad hecha hombre. Para los cristianos Jesucristo es el Avatar de Dios, para los hinduistas sería Krishna el Avatar de Vishnú. También puede ser el término otorgado a la personificación de una idea abstracta, por ejemplo cuando una mujer es muy hermosa, podría decirse que es ¨el avatar de la belleza¨, o incluso la humanización de un ente específico, por ejemplo, alguien sumamente desordenado podría ser llamado ¨el avatar del caos¨. La palabra ¨Avatar¨ también tiene otro significado y es el de transformación, cambio o fase. Por lo tanto, me parece más que apropiado que sea ¨Avatar¨ precisamente el título de la nueva película de James Cameron, director de Titanic, Terminator 2 y Aliens, entre muchos otros éxitos. No sólo por su argumento sino por lo que implica esta película para el espectador. La historia es bastante simple. Los terrícolas, quienes en el Siglo XXII han acabado con los recursos naturales de su planeta, han descubierto este otro planeta en el espacio llamado ¨Pandora¨, en el que se produce un mineral tan precioso, que su precio es de 20 millones de dólares por kilo. Como es de esperarse, una corporación prepara toda una movilización paramilitar y científica para implementar minas en el distante planeta para hacerse con el mineral. Sólo hay un problema: Los Na´vi. La azul raza aborigen y extraterrestre que habita Pandora y que no está dispuesta a compartir su territorio con unos invasores que no tienen nada más que destrucción que ofrecer a cambio. Es por esto que los científicos inventan unos monstruos idénticos a los aborígenes mezclando el ADN de los humanos y los Na´vi. Desarrollan también una tecnología que les permite a los humanos transferir su consciencia a los monstruos que son llamados ¨Avatares¨, es decir: ¨la humanidad hecha Na´vi¨. Claro que la cosa se complica cuando uno de los humanos, Jake Sully (interpretado por el actor Sam Worthington) se compenetra tanto con los seres extraterrestres que termina adoptando su modo de vida y en una transformación mesiánica (nuevamente acorde con la definición del título) termina enamorándose del planeta, de una aborigen e incluso convirtiéndose a la religión alienígena cuya deidad es la madre naturaleza de Pandora, encarnándola casi como su Avatar.
Pero no es sólo su argumento la razón por la que considero que el título es acertado. Es que la película es en sí el ¨Avatar¨ de la industria cinematográfica. Un film que ha estado en la mente de su creador (Cameron) desde el año 1995, pero que ha sido retrasada hasta la presente fecha para que existiera la tecnología necesaria para realizarla. Una producción que costó 230 millones de dólares y una maquinaria de promoción tal que ha generado una inmensa expectativa, bajo la promesa de que este largometraje revolucionará el mundo del cine. Ahora bien, ¿está justificada la ¨religiosa¨ expectativa que ha generado este film? La llamo religiosa porque en el fondo el público ha de creer en la calidad de una película que aun no ha podido ver, tan sólo porque sus profetas anuncian su grandeza. Pues luego de vivir la experiencia de las dos horas 42 minutos de aventura en 3D, tengo que decir que sí, siempre y cuando te conviertas a la religión que James Cameron ha creado para su historia. La película es visualmente sorprendente. Incluso los Avatares y los Na´vi, luego del impacto y el rechazo inicial que te generan estos gigantes ¨pitufos en esteroides¨, se tornan reales e incluso hermosos. La naturaleza del mundo salvaje que es Pandora, es de una belleza de ensueño y la tecnología 3D es agradablemente impactante. La música es encantadora y ayuda a que la ambientación de Pandora sea mágica. Ahora bien, en cuanto a la trama, el film de Cameron es un acto de fe. Uno debe entregarse por completo y vivir la experiencia sin cuestionarla demasiado para poder sobrevivirla e incluso disfrutarla. Sólo así aceptas el ¨panfleto¨ ambientalmente amistoso y en contra de la expansión colonizadora. Incluso, si te entregas por completo a la experiencia, uno deja de preguntarse si los Na´vi son una rarificación del aborigen norteamericano o de alguna tribu africana, para simplemente aceptar que son guerreros extraterrestres. Quien sea capaz de dejar a un lado el cinismo y la sobre racionalización con la que hemos aprendido a vivir en esta era, podrá aceptar el dogma ¨Cameroniano¨ y terminará diciendo ¨Amén¨ a este fantástico cuento de hadas en la que la religión y la magia le ganan a la ciencia y el poder armado de la razón.