Nuevo seísmo de alto grado simbólico en el sector editorial. Tras los saltos, hace menos de un año, de Javier Cercas —de Tusquets a Mondadori— y de Enrique Vila-Matas —de Anagrama a Seix Barral—, Félix de Azúa, “uno de los escritores españoles más prestigiosos en muchos registros”, según la web de Anagrama, su editorial de hace 26 años, ha decidido dejar el sello de su amigo Jorge Herralde para ir a Mondadori, del grupo Random House Mondadori. La mudanza editorial de Azúa, que comporta la ruptura con la casa que ha publicado la mayor parte de su obra, será efectiva en mayo, cuando aparezca Autobiografía sin vida, nueva obra de ensayo del autor de Lecturas compulsivas, donde en 170 intensas páginas el doctor en Filosofía y profesor de Estética repasa su vida a partir de imágenes, obras de arte y palabras que han conformado su cosmovisión. Azúa (Barcelona, 1944) tiene una decena de obras en Anagrama, entre ellas Diario de un hombre humillado, premio Herralde 1987. La mayoría de ellas irán siendo recuperadas por Mondadori en edición económica desde Debolsillo (también del grupo) cuando caduquen los derechos. Hasta ahí, la noticia. Ahora, algunas cajas de la trastienda: la foto fija del sector editorial se mueve desde hace casi una década. Las editoriales de EEUU debaten muy seriamente qué es más importante como imagen de marca para vender: el sello o el autor. Muchos están por reforzar más el papel del primero. Por eso los grupos ya no son sólo esas maquinarias enormes de producir best-seller, también han hecho un nicho para la alta literatura y para la experimental. Ahí está el grupo Random House Mondadori, con Claudio López Lamadrid al frente de lo literario: Mondadori mezcla ya premios Nobel (entre los recientes, Naipaul, Coetzee, Jelinek y Pamuk) con su invento de la Next generation (con Foster Wallace al frente) pero, mientras, mantiene el minisello Caballo de Troya, vivero de futuros nombres de las letras así ya cautivos. Se acabó lo de “Si se es rentable no se puede hacer cultura”. Algo similar hace Elena Ramírez en Seix Barral en otro supergrupo, Planeta. Otra cajita: las agentes. Ejemplo, Mónica Martín y su agencia MB: fue Zarraluki, después Martínez de Pisón; más tarde Vila-Matas…, sólo para hablar de la excuádriga de Anagrama, donde, por cierto, trabajó. Mover a los jugadores reporta beneficios. Tercera cajita: la inevitable pérdida de glamour, según algunos, de sellos independientes hoy clásicos, en los 70 rompedores: Anagrama, Tusquets… La sensación la cuenta Javier Calvo, que los define como “tardo-gauchedivinismo”. En cualquier caso, nadie iba a pensar que la vida líquida o el mundo consumo propuesto por Zygmunt Bauman no alcanzaría al mundo editorial, ¿verdad? ¿O sí? Para acceder a la nota completa acceda a: http://blogs.elpais.com/papeles-perdidos/2010/03/az%C3%BAa-de-anagrama-a-mondadori.html