Es como si el tiempo se hubiese detenido. Aquel fatídico 20 de septiembre continúa impregnado en el lugar. Abundan las estructuras que alguna vez fueron hogares. Los escombros esperan pacientes para ser recogidos. No hay carreteras. No hay letreros. No hay luz. No hay gobierno que merodee por la zona repartiendo, al menos, esperanza.
Parecería que todo sigue igual al día en que el huracán María develó las penurias de los puertorriqueños. Parecería, salvo porque la comunidad, de a poco, se ha ido organizando para reconstruir sus hogares y los de sus vecinos.
Varios residentes del barrio San Isidro, en Canóvanas, trabajan junto a TECHO –organización Latinoamericana sin fines de lucro– en vías de proveerle un refugio de emergencia a diez familias, adicionales a las ocho viviendas ya edificadas en el área. La entidad no funciona como una constructora, sino que integra a los damnificados en el proceso.
Nancy Cruz será una de las próximas agraciadas. Se mueve constantemente por el terreno donde estuvo su hogar por más de 15 años. Les enseña a los voluntarios los hoyos que cavaron sus hijos para que se pudiera hacer la zapata del nuevo hogar. Explicó que fue difícil hacerlos porque el terreno era un humedal que fue rellenado con escombros de edificios, brea y madera provenientes de otros municipios. Al final, ellos los aprueban y ella sonríe.
La noche antes de la llegada del temporal, Cruz se mudó con unos vecinos. Desde allí, vio cómo las planchas de zinc que cubrían su casa se iban despegando una a una. Fue desesperante. Se sentía maniatada en medio de los aguaceros y las ráfagas de más de 155 millas por horas. No le quedó más que llorar. “Se perdió todo, desde la casa, documentos, vehículos, todo… Fue volver a empezar”, rememoró.
Le tocó comenzar desde cero solo con un par de botellas de agua, suministros de comida y los $500 que le otorgó la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, en inglés). “Me dijeron que tengo que seguir apelando, pero uno sigue perdiendo la fuerza y los ánimos. ¡Qué sea lo que Dios quiera!”, expresó. Al menos, en los próximos días, Nancy tendrá su hogar, por eso ha desistido de seguir luchando para que los federales le ayuden.
La asistencia tampoco le ha llegado por medio del gobierno local, ni del municipal. “Nosotros somos los perritos feos del gobierno, lamentablemente. Si fuera una urbanización, el gobierno bregaría más”, señaló.
Aunque el Estado no haya dicho presente, sus vecinos sí lo han hecho. A pesar de ser reservada y no hablar mucho con sus contiguos, aseguró que cada vez que le ha pedido ayuda han dicho presente; TECHO, también.
“Desde el día uno que yo fui a la reunión de ellos, aquí en el barrio, te hacen sentir que son parte tuya. No hay ese ‘usted’, no hay un protocolo de oficina. Nos pusimos las botas y vamos a trabajar”, resaltó.
Varias zonas de San Isidro aún carecen del servicio del sistema eléctrico. Sin embargo, la comunidad se ha organizado. “Nosotros hemos tenido que luchar las cosas. Esos dos postes los tuvimos que luchar los vecinos y pagar $400 por ellos. ¿De dónde vamos a seguir sacando? Todavía tenemos que pagar para que nos pongan la trenza [conexión a la casa] para poder tener luz. Al gobierno no lo vas a ver aquí para nada. Vas a ver a los vecinos trabajando, a la comunidad trabajando. Es la cruda realidad”, afirmó.
Critican que la vivienda no sea prioridad del estado
TECHO lleva 20 años trabajando por la superación de la situación de pobreza de miles de familias. También han asistido a muchas personas en lugares donde se han suscitado grandes catástrofes. Han visitado unos 19 países, incluyendo Haití tras el terremoto de 2010. Se especializan en la construcción de viviendas de emergencia. En octubre, llegaron a Puerto Rico.
La entidad no recibe fondos directamente del gobierno, ni de FEMA, ni de las iglesias. El capital lo obtienen a través de fondos particulares, empresas y donantes. No obstante, sí buscan tener incidencia en la política pública.
“Nuestra articulación con el gobierno es tratar de posicionar que la urgencia habitacional poshuracán no parece ser un tema prioritario, no parece ser un tema que se esté direccionando con rapidez, con propuestas concretas y con información transparente. Las familias acá no saben qué va a pasar, están en espera de FEMA, a unos les aprueban, a otros les rechazan, pero tampoco hay claridad de cómo funciona ese proceso, ni en los montos que se entregan, ni si la familia que tiene un toldo va a tener una propuesta mejor”, criticó el arquitecto líder del proyecto en el País, Francisco Susmel.
Para el joven arquitecto, más allá de que el Estado proponga restringir los códigos de construcción, debería prestarles atención a las violaciones de derechos humanos que, para él, son evidentes. Destacó que esa situación se nota especialmente en San Isidro, una comunidad donde residen muchas familias que no poseen títulos de propiedad, que son inmigrantes y que viven en condiciones de informalidad.
“Es una problemática que tiene que ver con la falta de enfoque de derechos humanos que era anterior a María, como los accesos a los servicios básicos, a la infraestructura de manera adecuada, a la vivienda. Las condiciones ya eran críticas, María lo empeora… Creo que ha habido un trato punitivo con estas familias”, resaltó. Fueron esas algunas de las razones, precisamente, por las que TECHO se enfocó en San Isidro, porque se convencieron de que el Estado llegaría a la zona en último lugar.
“Para nosotros es bien difícil trabajar con las viviendas sin tener un Estado que esté más presente, sin reconocer esto y darle la prioridad que se merece. Cuesta trabajar cuando no se puede articular o cuando el Estado no está facilitando la articulación entre organizaciones, no está delegando el poder en las comunidades que ya están organizadas. Cuesta encajarse y no sentir que uno va a contramano de lo que se espera: soluciones permanentes para el próximo huracán”, apuntó Susmel.
Según ha trascendido, de los $24,194,000 que recogió la organización Unidos por Puerto Rico, solo $99,844 han sido destinados a viviendas.
Un modelo único para Puerto Rico
Uno de los grandes obstáculos con los que se ha enfrentado la entidad es que cinco meses después del huracán, todavía tienen dificultades en conseguir los materiales. “Hay cosas que no se encuentran, que hay que importarlas, que hay que pagarlas caras. El abastecimiento de la demanda –de materiales y herramientas– está en escasez y suben mucho los precios. Nos cuesta a nivel logístico y práctico”, reveló.
De acuerdo con el también coordinador del Proyecto Emergencia Habitacional en el país Juan Camilo Becerra Pelos, y quien lleva ocho años con la organización, los elevados precios de los materiales de construcción, los costos de la mano de obra y las limitaciones para poder importar insumos, han resultado en que el modelo puertorriqueño sea más costoso que todos los trabajados por la entidad. El ensamblaje completo de una vivienda ronda por los $8,000.
“Esta vivienda es casi el doble del tamaño de las que solemos construir. Pasamos de 180 a 360 pies cuadrados. Es una vivienda mucho más modular, que se puede modificar al momento de ensamblarla”, mencionó.
Los hogares de emergencia fueron adaptados a la realidad del archipiélago borincano, pero con mucha influencia de los utilizados en Haití. En el equipo de diseño participó David Rodríguez Sánchez, estudiante de la Escuela de Arquitectura del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
“El módulo lo intentamos hacer lo más sencillo posible, para que cualquiera lo pueda hacer. Diseñamos elementos prefabricados, cuestión de que sea poner panel de piso con panel de pared, atornillar en ciertos puntos y reforzar debidamente con los conectores de aluminio”, explicó el joven, quien cursa su último año de maestría.
Asimismo, resaltó que el producto que se le entrega a los damnificados no es una casa terminada, sino que es el comienzo para que cada familia vaya construyendo su hogar a partir del modelo. Sin embargo, resaltó que las viviendas están diseñadas para soportar condiciones atmosféricas como las de María.
En cuanto a los planes de relocalización que tiene el municipio de Canóvanas para las comunidades de San Isidro, el estudiante graduado apuntó que como soluciones a corto y mediano plazo “reconstruirles su propio territorio es de más ayuda para que vuelvan a su diario vivir. Ya han construido sus vidas alrededor de este barrio y de esta zona”.
Rodríguez Sánchez se unió a TECHO semanas después del huracán. Aseguró que la experiencia ha sido extraordinaria. “La comunidad siempre ha estado bastante acogedora. Es como si llegara a casa de mi abuelita. Siempre están pendientes a uno, si necesitamos agua y nos cocinan muy bien”.
Aunque la entidad ya cuenta con los fondos para construir las próximas diez viviendas, “a nivel de voluntariado, como han pasado muchos meses, merma la atención de la gente, cada uno vuelve a su vida habitual y lo que fueron las primeras semanas de ‘nos ayudamos entre todos, estamos ahí para nuestros vecinos’ se va”, destacó Susmel.
Es por esto que, si usted desea servir como voluntario en esta tercera jornada a realizarse del 23 al 28 de febrero para ayudar a construir los módulos habitaciones puede acceder a http://bit.ly/jornada3techopr. No se requiere experiencia en construcción, sino tener ganas de aprender, trabajar y ayudar.
Si usted desea hacer un donativo para apoyar el esfuerzo de TECHO, puede realizarlo a través de: bit.ly/donativostechopr.