En el pequeño pueblo de Gatlin en Carolina del Sur, en donde hay más iglesias que cines y donde la lista de libros prohibidos es larga e incluye todos los clásicos de la literatura anglosajona, Ethan Wate (Alden Ehrenreich) es un adolescente sureño normal que en pleno siglo XXI lleva meses soñando con una bella y misteriosa chica que no reconoce pero que lo espera en una batalla de la guerra civil estadounidense.
Cuando Lena Duchannes (Alice Englert) se muda a la casa de su tío y empieza a asistir a clases con Ethan, es evidente que ella es la chica de sus sueños y comienzan un noviazgo de mal augurio. La vida de ambos peligra si siguen juntos ya que Lena es una bruja atormentada por un antiguo hechizo que amenaza convertirla en una bruja maligna cuando cumpla dieciséis años.
Pero, cuando llegan Lena y su familia extendida de brujas y brujos a Gatlin, la presencia de la conservadora líder religiosa del pueblo Mrs. Lincoln (Emma Thompson) promete una exploración de temas moralistas y la batalla del bien y el mal que es inexplicablemente abandonada.
En esta primera entrada cinematográfica, otra franquicia del subgénero de romance sobrenatural, la ineficaz narrativa reduce todo a una aburrida sencillez que apenas se puede llamar historia.
El escritor y director Richard LaGravenese, director de The Fisher King, monta una película sin tema central ni argumento alguno, juntando escena tras escena de explicaciones incoherentes que no llevan a nada más que a otras escenas de diálogos torpes sin un ápice de sutileza, que sugieren desconfianza en la habilidad del público para seguir una trama tan oridnaria. Es claro que el público para este tipo de película es uno muy específico, los jóvenes que compran la serie de libros en las cual esta basado el libreto, pero es difícil creer que hasta el más fanático de estos personajes va a encontrar con que emocionarse en esta adaptación.
La cinematografía de Philippe Rousselot, director de fotografía de la visualmente suntuosa Big Fish y ganador de un oscar por su trabajo en A River Runs Through It, es hábil pero no logra impresionar con los paisajes sureños que torna claustrofóbicos.
El elenco secundario incluye a la previamente mencionada villana, Emma Thompson, con un secreto que ni impresiona ni se presta para una buena interpretación. Jeremy Irons, Emmy Rossum y Margot Martindale (Macon Ravenwood, Ridley Duchannes y Aunt Del respectivamente) hacen de brujos, o casters como prefieren ser llamados, que entre acentos forzados, disfraces ridículos y actuaciones nulas, no se salvan.
Aparentemente, se supone que estos miembros de la familia de Lena lleven viviendo en Carolina del Sur desde mediados del siglo XIX y por eso su vestuario es tan estrambótico, una mezcla de Gone With the Wind y Hot Topic, pero sus orígenes geográficos nunca son aclarados.
Desafortunadamente, la excelente Viola Davis (The Help) le toca cumplir con el tropo de la afro-americana mágica cuya única responsabilidad es ayudar a los protagonistas con su misión después de una vaga caracterización que insinúa alguna conexión simplista con las tradiciones africanas de mitología y magia.
El personaje hiper-sexual de Rossum es representativa del problema más grande del filme. Ridley es personalizada en un "flashback" de su juventud como la bruja virginal sólo para ser tornada mala por entregarse a su sexualidad femenina. El machismo implícito en seguir describiéndola como una villana por que es una b**ch (insulto que rima con la palabra witch, ¡que original!) y por que tiene deseos carnales es vulgarmente retrógrado. Considerando la amplia cantidad de análisis feminista en relación a la representación de brujas en la ficción, la falta de interés en contar una historia coherente en Beautiful Creatures es verdaderamente desacertada.