Quebrarse tiene que ver con ausencia de pausas. “Quiebre”, el primer Festival Internacional de Performance y Artes Escénicas Experimentales organizado por la plataforma cultural Asuntos Efímeros, mucho y todo tuvo que ver con detenerse. Los tres días del evento fueron un escucharse colectivo, un hacerse oído y ojo a las grietas que, de a poco y de golpe, quiebran la voz de un país.
A continuación, un recuento visual y apalabrado del festival cuya puntual coordinación y logística hicieron del pasado 25, 26 y 27 de agosto en Río Piedras, un oportuno epicentro cultural.
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Un conjunto de teatreros, Jóvenes del 98’, suben a escena. Rueda una silla, y en ella Jean P’ Star. Lleva una auto proclamada corona que lee “Junta”. Silba como silba quien ordena sin conciencia del otro. Alrededor, rostros de lucha, una bandera sostenida por un semblante en busca de luz. No la alcanza del todo. Intenta moverse al ritmo su bandera. No puede. La Junta no se lo permite. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Dos cuerpos, dos mentes, Awilda Sterling y Awilda Rodríguez, dialogan en un recoveco del Paseo de Diego. Visten de blanco. Van a distintos ritmos. A veces, uno se hace empuje del otro. Un velo cuelga tras en un pellizco del espacio. Lo habitan. Lo cruzan. Lo trascienden. Alrededor, rostros de mirada fija descifran las significancias de los cuerpos que, entrecruzados por velocidades y movimientos, a veces, son uno. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Noemí Segarra queda en pie en una esquina del Paseo de Diego, rodeada por un cerco de espectadores que no solo serán público. Anuncia el comienzo de un performance participativo e invita a los presentes a caminar rumbo a La Plaza del Mercado de Río Piedras, mientras pescan en su memoria anécdotas relacionadas con el espacio por el cual, en distintas filas horizontales, transitarán. A esta hora -o a ninguna- ya casi nadie por acá. Eso logra el arte. Habitar espacios. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Algunas miradas van al suelo. Otras, a las ventanas quebradas, a la ciudad hecha no ciudad, al cielo oscuro y al porvenir deshabitado. Un avance de memorias enfiladas ocupa el pasillo de grises y silencios. Los pies comienzan a pisar en velocidades lentas, pero las piernas -o la mirada, o la memoria- no parecen soportar andar la escena tan despacio. Aceleran. ¿Será que en las islas siempre vence la prisa? (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Tras la performera caminan universitarios con mochilas. Es jueves, quizás las llevan consigo desde temprano. Quizás esta caminata será la última clase de la noche. Quizás todo el bagaje que transita a esta hora de la noche por este espacio no cabe en maletas. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Relatos anecdóticos en voz alta sellan el performance en un cerco de nostalgias. Steve Maldonado recordará los viajes que de niño gestaba con su abuela, desde Ponce hasta Río Piedras, para comprar telas. Ivangie Nieves contará que Río Piedras le regaló “un nuevo mundo dentro del mismo planeta, una casa, una cama, comida, una nueva identidad. “El Paseo era de luz”, sonará una voz, y otra resonancia agradecerá “el haber podido andar la ruta a oscuras sin miedo”, con la seguridad que, solo a veces, llega cuando se anda en compañía. Repiensan cómo las políticas del espacio operan sobre sus pasos. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Cobra vida el concierto como performance con la oferta de Círculo: Cabaret político, de Ivette Román, Eduardo Alegría, Yarimir Cabán, Fofé, Puchi Platón, Luis Amed Irizarry, Ivy Andino, Freddy Mercado y Sociedad Sonora del Amor en tarima. Mickey Negrón, organizador del evento, cuenta cómo “este es un junte [musical] que desde hace 20 años no sucedía en Puerto Rico”. Quedan rostros embelesados, un hormiguero universitario en El Boricua y dos días más de oferta cultural gratuita. (Ricardo Alcaraz/Diálogo)
La puertorriqueña Elizabeth Roble golpea rocas con un marrón durante 118 minutos. A veces sola, a veces con la ayuda de manos jóvenes que, tras observarla durante varios segundos, deciden sumarse a su gesta. Las golpean como si de eso dependiera todo. Como si con eso acentuaran el “NO A LA JUNTA” que, inscrito en rojo, sostiene la mayoría de los peñascos y los pies que ante sus cuerpos sólidos se rebelan. Chispas. Cuando el marrón mucho golpea la roca, surgen chispas. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Un cuerpo de estética kafkiana aparece en la penumbra rojiza del paseo. Parece ser uno, pero son dos. Los miembros del colectivo puertorriqueño Poncili Creación exploran el espacio. Interactúan con el público. Uno escupe el suelo. Otro imagina agua en el aire y sediento se sirve mientras ondea un vaso entre la audiencia. Uno se marcha, otro queda en el suelo. Ya no serán dos, solo quedará uno. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Entonces, todos los hombres de la tierra
Le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado
incorpórose lentamente,
abrazó el primer hombre; echóse a andar
Llega la tarde del sábado, y el cuerpo del cubano Carlos Martiel queda enterrado con su talón de Aquiles al descubierto. Tomó 11 minutos sucumbirlo en tierra. Ahora, su pie palpita y los espectadores lo notan. Esperan. Observan. Tras cuatro, cinco minutos, el artista saldrá del terreno ubicado a pasos de la avenida Ponce de León, y andará, cual figura literaria del poema Masa, de César Vallejo.
La performera norteamericana Xandra Ibarra se retuerce en el pavimento. Varios minutos han pasado desde que apareció desnuda -casi- en el Paseo de Diego. Al frente, Mickey Negrón, organizador del evento vestido de rayas, observa el performance. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Solo un bustier cubría sus senos. Todavía lo lleva, pero en varios minutos lo dejará caer sobre una carretera oscura, y seguirá su marcha desnuda por el pueblo de Río Piedras. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Por primera vez en varios minutos, no ríe con histeria. Tampoco llora. Al menos no con sus cuerdas vocales. Su rostro lleva asfixia, una densa forma de la respiración que no cabe dentro de la media que le rodea el cuerpo. Cuando se marche, tampoco habrá risa. Habrán pasos, y señoras de perfiles mayores observando su desnudez con ojos incisivos, y mujeres de faldas largas con bolsas de compra en mano preguntándose en voz alta si aquello fue arte. Andará un residente riopedrense que ayer anduvo preguntándose lo mismo, y que hoy regresó, quizás, tras hallar su respuesta. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Bernart Tort martilla un bloque de madera. Flexiona su codo derecho. 30, 41, 53, 63, 75. 86 martillazos. Vienen más. A su alrededor, 200 personas, la media participativa del evento, por presentación. Podrían ser más, como el movimiento comercial en Río Piedras debiera ser más. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Cuando llegó, trazó un cerco de tierra y se ubicó en el centro. Desde allí martillará inconmensurablemente el trozo de madera que pareciera ser suyo, aunque tras una hora de observarlo también pareciera ser nuestro. Cuando salte un primer peldaño del bloque, un primer quiebre, habrán aplausos, extrañas formas del alivio. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Cae la noche y queda la llama del trozo de madera esculpido por el boricua durante su presentación, titulada “I love PROMESA and PROMESA loves me”. A las 7:23 p.m., mientras a varios pies Las Nietas de Nonó gestan su puesta performática, se escuchan los aplausos celebratorios de quienes, fieles, presenciaron hasta el final los últimos martillazos de Tort. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
¿Cómo nos forma nacer desde la violencia? ¿Cómo el sistema nos forma? ¿Quién está preso y quién no? ¿Por qué? Con estas consignas en mente Las Nietas de Nonó presentan su performance “Ilustraciones de la Mecánica“. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Llega el concierto de cierre, y Mima entona melodías con uno que otro reparo en su voz, pero el público la perdona. Decenas, cientos, entonan sus canciones. Rockean. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Sube a tarima Eduardo Alegría, de Alegría Rampante, y el espacio de concierto se reafirma nuevamente como brazo performático del festival. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Luego de que Macha Colón hiciera entrada al concierto de clausura seguida por una fila de cuerpos que, energéticos, desfilaron por el centro de la Plaza de la Convalecencia con máscaras de cebras, monos, tigres y elefantes sobre el rostro, poco más de 300 personas la escuchan puntualizar que “estar jayao [feliz, contento] en estos días no es fácil, pero es importante”. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)
Y hubo salto. Y brinco. Y cuerpos con margaritas amarillas en sus manos. Y hubo euforia. Y profesores, alumnos, residentes y personas sin hogar compartieron un mismo espacio. Y universitarios comieron mantecado en la plaza. Y varios negocios permanecieron iluminados. Hubo comunidad. Un quiebre, la soledad que tanto arropa a Río Piedras. Entre grietas, hubo luz. (Ricardo Alcaraz/ Diálogo)