I don’t care what the future holds
‘Cause I’m right in your arms today
With your fingers you can touch me
I am your black swan, black swan
But I made it to the top, but I made it to the top
And this is fucked up
– Thom Yorke (Black Swan)
El año 2010 ha resultado ser uno muy importante para los cineastas contemporáneos, y para los cinéfilos más dedicados. Con la excepción de Roman Polanski, cuyo más reciente filme The Ghost Writer fue para mí el primer gran filme del año, hemos sido testigos de una serie de filmes hechos por lo que cómodamente y felizmente podemos denominar autores del cine contemporáneo. Empezaré con el primero de estos directores en dejar su marca en el año: Christopher Nolan con su “Blockbuster” original y cerebral Inception. Le siguen el director británico Edgar Wright con Scott Pilgrim vs. The World, a la par con Matthew Vaughn y su filme Kick-Ass, dos filmes dirigidos a una nueva generación de saturación tecnológica, de violencia y nostalgia pixelada. Y finalmente, en un intento de crear una especie de “crescendo” en mi lista, David Fincher con su filme generacional The Social Network. Digo “finalmente” porque en el momento de ver éste último filme, pensé haber visto lo mejor que iba a ofrecer el año, hasta que Darren Aronofsky me hizo recordar la razón por la cual ha sido considerado un verdadero autor durante todos estos años.
Black Swan es la reafirmación de lo que Aronofsky prometió ser con Pi y Requiem for a Dream. La historia de una frágil e inocente bailarina (Natalie Portman) que logra obtener el rol de sus sueños en el clásico ballet El Lago de los Cisnes de Tchaikovsky es el catalítico perfecto para uno de los más intensos dramas sicológicos que he visto. El filme no se puede confundir con un “thriller sicológico” o un filme de horror porque no lo es, por lo menos no en el sentido más genérico. Aronofsky emplea elementos de horror para intensificar el estado degradante del personaje principal, similar a lo que hizo Lars von Trier recientemente en Antichrist. Como Lars von Trier, Aronofsky no tiene miedo a enfrentar unos temas extremos, y complementa su oscura visión artística con un estilo visual visceral e igualmente extremo. Su estilo es caótico, pero posee un ritmo (el mejor ejemplo de esto es Requiem for a Dream, en el que el director intentó emular el estilo de edición de los videos de “hip-hop” cuando los personajes tomaban sus drogas). Con esto dicho, es fácil ver que Aronofsky ha regresado a su viaje por el infierno en Black Swan.
Natalie Portman interpreta a Nina, una bailarina que tiene que lidiar con la presión de bailar como el cisne blanco en El Lago de los Cisnes (papel perfecto para la calculada y precisa bailarina), y también de asumir el rol del cisne negro. Su simple y débil naturaleza no la permite lograr los movimientos que requieren este personaje oscuro. Su instructor (Vincent Cassel) la acosa, su madre (Barbara Hershey) la controla y una nueva bailarina (Mila Kunis) le muestra ese otro lado oscuro que necesita confrontar. En este momento comienza la caída hacia el abismo, aunque, como en todo filme de Aronofsky, la caída es inminente desde la primera escena. Como Mickey Rourke en The Wrestler, el filme más sutil de Aronofsky hasta el momento, Natalie Portman carga el filme con su presencia, brindándonos su mejor trabajo como actriz hasta el momento. En el genial libreto de John McLaughlin, Mark Heyman y Andres Heinz, la vida de Nina se convierte en un reflejo de El Lago de los Cisnes. Vemos su miedo, su incomodidad e inseguridad, tal y como debe verse y sentirse el cisne blanco. La inocente cara de Portman nos permite sentir la presión interna de esta mujer introvertida e ingenua.
Los momentos más trágicos y tristes se manifiestan en la relación entre madre e hija, en la que Nina literalmente es tratada como una niña; la inexperiencia de Nina se manifiesta en el intercambio erótico con su instructor, Thomas, y las prácticas extensas en el salón de baile; el deseo de fama y el miedo de desvanecer son exteriorizados en la mínima interacción que tiene con la ex protagonista de El Lago de los Cisnes, Beth MacIntyre (Winona Ryder, en un papel pequeño pero impactante) y su propia caída; y en fin, la tentación es hecha tangible en el sensual y extrovertido personaje de Lily, el cisne negro en persona. Pero nada es tan intenso o demoledor como Nina a solas en su cuarto, explorando su cuerpo, caminando por la ciudad, viendo alucinaciones y forzándose a sí misma una metamorfosis que comienza a tener efectos emocionales y corporales.
Aronofsky siempre ha tenido una pasión por el abismo, de explorar los infiernos personales de sus personajes, lo cual intensifica con su estética visual invasiva y música expresiva. La cámara baila con Nina, captura su elegancia de la misma manera que muestra sus fallas. Invade su espacio, la rodea para intensificar la tortura, pero sobre todo nos convierte en testigos e invasores de su privado mundo interior y su degradante transformación. A esto se añade el trabajo de Clint Mansell, quien ha trabajado con Aronofsky desde Pi. El mismo Mansell había expresado su dificultad en enfrentar la música de The Wrestler, un filme minimalista de una sutileza no conocida en el trabajo de Aronofsky, por lo que se ve en Black Swan un regreso a forma de ambos artistas. Esta vez, Mansell construye sobre la música de El Lago de los Cisnes, añadiéndole su toque de guitarras eléctricas y sonidos electrónicos. La pieza se convierte en algo totalmente propio de Mansell, y complementa el tono caótico y barroco del filme. De esta manera, la música adquiere el carácter emotivo y expresivo de Pi, Requiem for a Dream y The Fountain, creando un crescendo que complementa perfectamente el detrimento sicológico del personaje principal. El filme acaba a la manera de Aronofsky: en una explosión de música, imágenes y emociones.
Darren Aronofsky, como ya he dicho, nos presenta constantemente una odisea por un infierno tangible, visceral, y sobre todo personal. Es un infierno creado por las inseguridades inherentes del ser humano, por los miedos, los sueños, la esperanza, el amor, la tragedia, el conocimiento, la filosofía, la matemática, el vicio, la gloria, la aceptación, la espiritualidad, la muerte, la ambición y la vida. Aronofsky, audazmente, nos arroja a un infierno que conocemos muy bien, hacia el más profundo abismo de la condición humana.
*Reseña escrita por Gabriel Serrano Denis, especial para Diálogo.