Llegó la semana decisiva. El esfuerzo realizado durante los últimos cuatro años para construir la arquitectura legal de un nuevo tratado climático universal será puesto a prueba hasta el viernes 11 y definirá el legado de los gobiernos involucrados.
Los ministros de 195 países comenzaron en París este lunes 7 de diciembre las decisivas deliberaciones de la segunda semana de la 21 Conferencia de las Partes (COP21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), tras generar los negociadores un borrador aprobado el sábado 5.
Se trata de un borrador con una cara más limpia que las versiones previas, pero todavía con demasiados asuntos sin resolver.
“Pudimos haber estado mejor, pudimos haber estado mejor; lo importante es que tenemos un texto, que queremos un acuerdo y que todas las partes quieren un acuerdo”, dijo la embajadora de cambio climático del país anfitrión, Francia, Laurence Tubiana, cuando se cerraron las negociaciones técnicas.
Ahora les toca a los ministros continuar las discusiones técnicas que sus delegados desarrollaron, pero con el matiz político necesario para que los países puedan tomar las complejas decisiones económicas y de desarrollo necesarias para enfrentar el cambio climático.
Si el acuerdo llegara a aprobarse, el mundo debe distanciarse de su dependencia en los combustibles fósiles y moverse rápidamente hacia una economía baja en carbono con ciudades, comunidades y negocios más resilientes, en lo que supone un completo divorcio del modelo de desarrollo seguido durante el siglo XX.
Para que esto suceda, los Estados deben tomar acuerdos sobre fuertes reducciones en sus emisiones de gases de efecto invernadero y el financiamiento climático para cumplir con la inversión en energías verdes y la adaptación a los impactos climáticos.
La COP21 se ha movido a un paso relativamente rápido y todavía se mantiene dentro del calendario planteado por el gobierno anfitrión. De acuerdo con su propuesta, la cumbre debe concluir un texto durante la noche del miércoles 9 para que los traductores y el equipo legal puedan preparar el documento en todos los idiomas de las Naciones Unidas.
Antes, sin embargo, hay que llegar ahí.
“El trabajo no está finalizado y tenemos que aplicar toda la inteligencia, la energía y la voluntad para llegar a acuerdos y todos nuestros esfuerzos para llegar a un acuerdo. Nada está decidido hasta que todo esté decidido”, comentó Tubiana.
Como logren la presidencia francesa y sus facilitadores manejar estos días venideros decidirán el futuro del acuerdo, que puede proveer un tratado global para la reducción de emisiones u otro fallo como el de la COP15, realizada en Copenhague en 2009.
“Hemos avanzado al ritmo que propuso la presidencia francesa. Hay un texto de negociación para esta semana, pero no está tan limpio como hubiéramos querido”, señaló a IPS el jefe de la delegación de Guatemala, Dennis Castellanos.
“El trabajo que queda para esta semana es bastante fuerte todavía”, anticipó.
Guatemala actualmente preside la Alianza Independiente de América Latina y el Caribe, que agrupa ocho economías regionales con una posición progresista, que opera como un grupo negociador “puente” entre las posiciones del Sur en desarrollo y los países industrializados.
“Como siempre el financiamiento es uno de los temas más álgidos”, apuntó Castellanos.
El apoyo financiero de los países industrializados, y de modo más inusual como producto de la cooperación Sur-Sur, determinará la calidad del acuerdo y las herramientas que los países tendrán para implementar, medir y verificar sus contribuciones actuales. Este todavía se mantiene como uno de los elementos menos claros sobre su resolución.
La presión sobre los delegados viene en dos vías: no solamente tienen el mandato de producir un acuerdo global y legalmente vinculante tras las dos semanas de negociaciones en París, sino que debe ser lo suficientemente ambicioso como para servir como una solución de largo plazo ante el cambio climático.
La última revisión de las contribuciones climáticas determinó que el calentamiento global se había reducido, pero todavía no suficientemente como para prevenir los impactos catastróficos alrededor del mundo.
“Los ministros ahora tienen una decisión: o enfocan de manera significativa la insuficiencia de los objetivos actuales o firman un acuerdo que impulsará al mundo hacia un catastrófico camino hacia los tres grados centígrados de calentamiento”, dijo en un comunicado Wendel Trio, director de la Red Europea de Acción Climática.
Un tema clave todavía sin conclusión es cuál debería ser este límite de temperatura buscado por los países, un objetivo que apuntó hacia los dos grados centígrados tras una decisión política en la cumbre de Copenhague, pero que ha sido fuertemente cuestionado en los últimos años por ser considerado todavía demasiado peligroso.
La revisión 2013-2015, un análisis científico de la literatura científica existente y creado por un cuerpo subsidiario de la CMNUCC, concluyó entre otros elementos que dos grados sería desastroso para áreas costeras alrededor del mundo, especialmente los pequeños estados insulares.
Este cuerpo presentó una revisión científica desarrollada durante tres años que pudo haber convencido a las naciones que el objetivo de los 1.5 grados era posible y necesario, pero la fuerte oposición por un país petrolero hizo que perdiera el último plazo de ser aprobado antes de la semana final de la conferencia.
Más de 100 países entre los menos desarrollados y los más vulnerables, pero también actores clave como Alemania y Francia, apoyan este objetivo más ambicioso, para el cual sería necesaria una transición más rápida hacia la energía renovable que podría a su vez detonar más acciones locales desde el sector privado.
“París necesita enviar una señal clara de que la era de los combustibles fósiles está llegando a un final, de modo que los negocios puedan planificar su futuro libre de carbono. Por esto, el lenguaje del acuerdo debe ser claro”, explicó en conferencia de prensa el director international de Políticas Climáticas de Greenpeace, Martin Kaiser.
Como los delegados están conscientes de que las contribuciones voluntarias serán insuficientes para detener el calentamiento global, Kaiser plantea que “el acuerdo necesita una manera de llegar ahí. Ese puede ser el mecanismo de ambición con un plazo de cinco años”.
Así inicia la última semana del camino hacia el Acuerdo de París, que podrá coronar el proceso como una jugada maestra desarrollada durante años o simplemente otro camino que llevará a la humanidad a batallar contra sí misma.