México, D.F.– Para Juan José Sánchez Sosa, profesor de psicología en Ciudad de México, pagar por la energía de su hogar no representa mayor esfuerzo. Desde 1984, cuando compró su casa construida con base en parámetros de la arquitectura bioclimática, ahorra un 30 por ciento de sus gastos en el hogar sin privarse de ningún tipo de servicio. “Se nota mucho la diferencia, pues se reducen notablemente los gastos de energía y gas. La casa se diseñó para aprovechar todos los rincones por donde entra la luz en las estaciones del año”, dijo Sánchez. Hablar de arquitectura bioclimática es concebir la construcción de una edificación generando el menor impacto ambiental y, al mismo tiempo, aprovechar las condiciones naturales del entorno para el confort térmico y lumínico. “El ahorro es grande porque las cantidades de energía son altas y en América Latina los precios han ido creciendo rápidamente”, agregó. Para la ingeniera mexicana Ruth Lacomba, este término se acuñó hace unos 30 años, pero las antiguas civilizaciones ya lo practicaban. En México, los indígenas utilizaban la palma y el bambú en las regiones tropicales, e incluso los iglúes de los esquimales. “Todo esto es arquitectura bioclimática porque aprovecha las condiciones de la naturaleza”, dijo Lacomba. Más allá de su definición, este estilo podría ser una herramienta para combatir la crisis energética del siglo XXI de la que tanto se habla. Lacombe, quien se dedica a proyectos solares, bioclimáticos, verdes y sustentables para viviendas y otras edificaciones, considera que a pesar de las cualidades naturales que tiene Latinoamérica, hace falta mayor inversión en formación profesional para que crezca la producción en esta área. “La gente que la maneja tiene que estar capacitada (…) Es un tema que requiere especialización, un entendimiento mayor en tecnología y física para interpretar cómo se mueve el calor, el viento, etc. No es tan fácil, y muchos arquitectos no están preparados para diseñar de esta manera”, dijo Lacombe. Su casa es un buen ejemplo de los beneficios de esta arquitectura. Ahorra entre 100 y 200 dólares mensuales con mecanismos como secadoras solares en vez de eléctricas; calentador solar y no eléctrico. Incluso, con detalles sencillos como ubicar las ventanas en la dirección correcta y construirlas lo suficientemente grandes, tiene entradas de luz cómodas antes del anochecer. Existen dos clases de arquitectura bioclimática. Una es pasiva, la cual depende exclusivamente del diseño y talento del arquitecto. Por ejemplo, “hace entrar el calor por ventanales al sur en una zona fría, como en algunas partes de México D.F. Allí el arquitecto trata de ubicar bien el calentador solar para que el máximo de luz al medio día entre y caliente el agua”. El otro, abierto, requiere de celdas fotovoltáicas (o techo solar). La Nasa define un proceso fotovoltáico como la conversión directa de luz en electricidad a nivel atómico. “Algunos materiales presentan una propiedad conocida como ‘efecto fotoeléctrico’ que hace que absorban fotones de luz y emitan electrones. Cuando estos electrones libres son capturados, el resultado es una corriente eléctrica que puede ser utilizada como electricidad”. De acuerdo a Lacombe, estos aparatos cuestan en su país alrededor de 500 dólares, aunque en Estados Unidos pueden conseguirse techos completos por 5,000. “Es muy sencilla la instalación. En un hogar normal –siempre y cuando tenga techos planos o con orientación sur– se pueden instalar celdas fotovoltáicas y va a producir energía para el hogar. Además, en zonas con mucho viento esto se puede complementar con turbinas eólicas”. Las “casas bioclimáticas” generalmente son construidas con materiales como madera, tabique y piedra. Igualmente sucede con sus decoraciones; se usa algodón, lana, yute, albahaca, bambú, etc. Además, estas casas captan el agua de la lluvia, la filtran y almacenan, de modo que las personas tienen reservas para lavar el carro, los patios, los jardines, entre otros. “Son casas mucho más confortables. Es mucho mejor estar en una casa calentada por la luz natural del sol en la mañana o al medio día, a una que está calentada por electricidad o por gas que además es nocivo”, concluyó Lacombe. Para acceder al texto original puede visitar: http://www.conciencianews.com/index.cfm?p=articulos&id=403