Por las puertas del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Ciudad de México discurrió Tomás Eloy Martínez (Tucumán, 1934) con saco oscuro, camisa clara y corbata de rayado oblicuo albiescarlata. Tomás, esto es “el gemelo”, llegó para pronunciar palabras que atañen a la ficción, la historia, la literatura y el periodismo. ¿Quién si no él para hablar de aquellas dualidades? ¿Quién si no él que tras los ojos de fulgor nebuloso y su rostro surcado por el tránsito del tiempo aún conserva la lucidez y jovialidad de efebo argentino que otrora fuera? ¿Quién más si, además, el designio etimológico de su nombre así lo dicta? Así comenzó la Cátedra Alfonso Reyes. Tomás Eloy Martínez, para el remate, fue extremadamente bondadoso con el público. Una de sus novelas es de las obras escritas en español traducida a cerca de cuatro decenas de lenguas y, aunque su discurso estuvo plagado de saber, nunca cayó en el tono pedante y de hermetismo que algunos escritores acostumbran. Bromeando y con la traza de uno de sus ensayos publicado en Telar (revista editada por la Universidad Nacional de Tucumán) acaecieron sus palabras que iluminaron al mundo de la reflexión humanística. El eje de sus palabras: la narración como elemento vital, el elixir, para la buena literatura y el buen periodismo. Entre aplausos y sonrisas Tomás Eloy Martínez concluyó su ponencia homologando al escritor con el embalsamador para “que los mitos queden detenidos en algún gesto de la eternidad… y (así) devolverlos a la realidad”. Minutos después, dando paso a quienes querían la firma del escritor argentino en las novelas que sostenían en sus manos, un hombre charló con él de donde ahora se presentan cinco instantáneas. “El lenguaje es, ante todo, eficacia o la belleza del lenguaje es eficacia, por lo tanto tienes que aprender el manejo pleno y certero de esa herramienta”. I El hombre se acerca a la mesa ante la cual se sentó Martínez hace pocos minutos. Su ropa es de colores fríos. Dice hola. Estrecha la mano del escritor argentino. El crujir de los huesos en el saludo sólido de ambos es el primer contacto para la realidad, pero no se sabe si lo es para la ficción. La materia a tratar, las intersecciones brumosas (así lo define el hombre) o los “límites y márgenes” como dice Martínez entre realidad y no-realidad, entre el papel del narrador para consigo mismo y para con los demás. —Un proverbio dice: si no es cierto, al menos está bien inventado, bien contado…, comienza el hombre. Tomás Eloy Martínez ofrece un dulce a su interlocutor. Éste acepta, pero el escritor se percata que ya no hay golosina alguna donde las contiene. Las palabras se entrelazan. El hombre repite la línea que recién profirió y continúa: —…Partiendo de la divisa narrativa que tú pregonas, “narrar los hechos ficticios como si fueran reales, usando ciertas técnicas del periodismo”, ¿cuál es la importancia del narrador para completar la realidad? “A ver si te entiendo bien”, advierte Tomás Eloy Martínez. Prosigue: —“El narrador está en el centro de la escena, el narrador organiza el sistema, lo organiza y lo va incorporando; es el ordenador, digamos, en este caso, como suplantador de la tarea de Dios. Martínez reflexiona unos segundos. Una pausa asoma al diálogo, entonces le pide al hombre que repita la pregunta. Eso acontece. Tomás Eloy Martínez, por consiguiente, dicta: “El narrador no reconstruye, no es la realidad lo que reconstruye; crea una realidad otra, crea un mundo diferente, un mundo que podría ser paralelo, simultáneo pero que no es la realidad. La reinventa, digamos, pero no la copia, la transfigura: lo que tú opinas de eso es una realidad diferente, que no es idéntica a la realidad de los hechos, sino que crea una realidad distinta que puede reflejar, sin embargo, la verdad”. II Ambos están de pie. De cerca, pero simulando un bullicio distante, las personas que entran y salen del salón donde habló Tomás Eloy Martínez, parecen interferir la conversación, pero el diálogo continúa. Con la mirada frontal, el hombre menciona el papel de los evangelistas, cronistas, tlacuilos, intérpretes, poetas porque, según dice, todos ellos han retratado la realidad y es que su legado es la producción literaria, pero compara con las palabras de Danilo Kis ( la realidad poética también existe, es realidad ). Esa analogía da cabida a su visión de las cosas como quisiéramos que fueran y no como son, puntualiza, hasta conectar la interrogante, porque el hombre quiere saber si eso es un signo de salud o evasión literaria frente a la realidad. Éstas las palabras del autor de Santa Evita: —“Es un signo de salud. Siempre los seres humanos desde el comienzo de los tiempos, y eso está muy bien explicado en un ensayo de Walter Benjamin, el gran crítico alemán, en El Narrador, soñamos con otras vidas, siempre soñamos otras historias, siempre soñamos con situaciones ajenas que la novela te permite vivir. La novela permite completar la ficción, permite completar al ser humano de una forma esencial que es el sueño, la esperanza en definitiva. El vivir vidas ajenas al mismo tiempo que vives tu propia vida es una actitud de enriquecimiento”. III Tomás Eloy Martínez rota alrededor de diez grados con respecto a la posición de pie que tiene frente al hombre. Ahora se apoya con su mano derecha en la mesa adyacente a él. Lo mira con tranquilidad y le escucha con paciencia y entusiasmo. El hombre dice: —Conocer va de la mano con dominar. Propiciar una labor de iconoclasta en una sección determinada del conocimiento garantiza una novela que, necesariamente, yuxtapone realidad y ficción. En algún momento has escrito que Picasso primero retrató la realidad para después erigirse como piedra angular del Cubismo. El mismo pintor definía al arte como un montón de mentiras que sirven para decir la verdad. ¿Es entonces el papel del escritor, aquél que se rige por un carácter lúdico pero de rupturas, siempre comprometido con el conocimiento? El escritor de La novela de Perón , se yergue y con parsimonia responde: “En general la escritura también es juego en la medida que es libertad y… —se deslinda abnegadamente de la autoría de la declaración sobre Picasso y la comparte— …con lo que dices de Picasso vale para todas las artes. Si no dominas con mucha pertinencia el instrumento, en este caso una herramienta que es la palabra, el lenguaje,” —prosigue— “si no aprendes a manejar el lenguaje y mira que comunicar el lenguaje no es solamente belleza, es sobre todo eficacia porque lo que dices corresponde exactamente con lo que quieres decir que es lo más difícil de lograr. Tú siempre quieres decir algo pero lo que sale, lo que escribes, a veces no es lo que quisiste decir, es algo diferente. El lenguaje es, ante todo, eficacia o la belleza del lenguaje es eficacia, por lo tanto tienes que aprender el manejo pleno y certero de esa herramienta. IV Apartados un poco, sólo un poco, del tema en cuestión el hombre espeta: en tu opinión los estilos de narración (para edificar un diálogo) de António Lobo Antunes, Roberto Bolaño y José Saramago, particularmente en términos de puntuación, ¿a qué obedecen? Como resorte, la respuesta aparece: “cada escritor tiene sus propios modos de narrar y no hay nada más difícil como hacer un diálogo. El diálogo además que resulte certero; el maestro en eso era Hemingway, un maestro casi insuperable para la construcción de un diálogo, por lo tanto autores como Lobo Antunes, Bolaño, Saramago crean diálogos de modo artificial que son funcionales a lo que ellos quieren narrar, contar, pero en ese sentido la puntuación violenta la convención narrativa tradicional, pero cada escritor tiene sus códigos”, insiste Martínez. V El hombre le augura un buen viaje a Tomás Eloy Martínez que en poco tiempo tomará un avión. El escritor argentino agradece y escucha cómo el hombre le anuncia, “ésta, mi última pregunta”. Dice el hombre: —Leopold Infeld aclara en El Elegido de los dioses, aquella obra en torno a la vida de Evariste Galois: La verdad es consecuente consigo misma y en última instancia allí donde faltan documentos, allí donde deben sustituirlos la deducción y la imaginación, esta autoconsistencia es el único criterio de verdad, ¿cuál crees que es la posición del escritor contemporáneo frente a las herramientas periodísticas apócrifas (i.e. tu caso en La novela de Perón ): entrevistas, cartas, guiones? —“No creerlas. Simplemente la posición del periodista es completamente diferente, el narrador puede valerse de ficciones, de juegos absolutamente libres de la manera que se le da la gana e incorporar citas falsas o jugar con intertextualidades, pero el periodista nunca puede perder de vista que su trabajo es un acto al servicio directo a la comunidad y ese creo que es el eje que marca la diferencia, el narrador no tiene porqué servir a nadie más que a sí mismo, no tiene porque cumplir la misión más que personal que justifica su paso por esta tierra; el periodista en cambio tiene un compromiso inmediato, concreto, directo y cotidiano con sus lectores.” Antes de que el hombre salga del salón pide a Tomás Eloy Martínez le obsequie unas palabras en su libreta que tiene un diseño celta en la portada. El escritor firma con caligrafía irregular y ventilada; dedica unas líneas al hombre y se muestra generoso por el momento acaecido a la vez de certificar su amistad con el hombre. *Iván González Guadarrama es periodista y escritor mexicano.