Desde unas semanas, los estudiantes de nuestras escuelas públicas llevan haciendo cinco minutos de “reflexión” antes de comenzar las clases, gracias a la ley del senador Luis Daniel Muñiz (¡y co-autoría del mismísimo Creador, chiripeando como legislador!). Hasta ahora la controversia ha sido sobre si esta ley violenta o no la separación entre Iglesia y Estado, pero nadie ha traído a colación el punto más pragmático de la discusión: ¿¡sobre qué rayos tienen que reflexionar nuestros estudiantes!? ¡Si lo menos que necesita ese chorro de manduletes es más tiempo de ocio! En la escuela elemental los niños sólo tendrán más tiempo para planear maldades, y las niñas, para escribir cartitas de amor. En la superior, los muchachos usarán esos cinco minutos para ligarse a la maestra, y las muchachas, para decidir quién será el padre de su próximo hijo. Si el Gobierno de verdad quisiera hacerle un favor al pueblo, en vez de regalarle más tiempo libre a nuestros estudiantes, obligaría a que el electorado tuviera que hacer cinco minutos de “reflexión” antes de emitir su voto. Todos sabemos que el votante puertorriqueño promedio lo que hace es correr a su lugar de votación y buscar en la papeleta la insignia partidista que sea igual a la que está en el “bumper sticker” de su carro. ¿Pero qué tal si no pudiéramos rajar esa papeleta por nuestro partido, sin antes quedarnos mirándola por cinco minutos, estudiando los candidatos, y recordando los nombres que hemos escuchado en las noticias a través de los años? Imagínense: ¡podríamos llegar a la conclusión de que ya no queremos legisladores que crean que el Mar Caribe está al norte de la Isla, o que propongan que buscando tesoro en sus profundidades hallaremos la solución a nuestra situación económica! Siendo éste el caso, ¿por qué mejor el Gobierno no nos obliga a reflexionar sobre el poder que tiene nuestro voto, y a quién se lo otorgamos? Bueno, supongo la contestación a esa pregunta es obvia: ¡porque si lo pensáramos un poquito, jamás y nunca volveríamos a trepar a esta sarta de legismorones al poder! El autor es colaborador de El Ñame: www.elname.com