La belleza del sonido en el cine es como cualquier otra belleza: requiere de un “ojo” crítico para apreciarla. Abramos los ojos y los oídos a uno de los aspectos más inolvidables del cine y apreciemos su valor en la historia de las imágenes en movimiento.
El cine nunca fue silente
En sus inicios, el cine no tenía sonido, pero el cine nunca fue “silente”. Desde que el ser humano logró cosechar las tecnologías aptas para presentar imágenes en movimiento, ya para inicios del siglo XX, las secuencias visuales estuvieron acompañadas por piezas musicales que se tocaban en vivo durante las exhibiciones: desde un piano hasta un cuarteto sinfónico, el cine hizo su magia tanto para los ojos como para los oídos. Décadas después se construyeron teatros y palacios cinematográficos con materiales acústicos que destacaron el sonido de las orquestas sinfónicas que tocaban allí.
Mientras tanto, en Japón, los gentiles benshi (narradores) recreaban los diálogos y brindaban explicaciones emotivas para los filmes silentes extranjeros que se exhibían en vivo. El destacado director japonés, Akira Kurosawa, llegó a hablar sobre la importancia de estos narradores, que sinellos, la experiencia cinematográfica hubiese sido interrumpida por la falta de comprensión del idioma. Cada benshi brindaba una experiencia propia del filme en sí, algo parecido a lo que ocurre con las traducciones al español de películas en inglés.
La historia del cine mundial siempre le ha atribuido el inicio de un cine sonoro al filme The Jazz Singer (Alan Crosland, 1927), un híbrido entre cine silente y musical que sentó un precedente en cuanto a la sincronización del sonido y las imágenes en movimiento.
A pesar de las horrorosas dificultades que la industria cinematográfica tuvo en sus inicios para con los tecnicismos de grabar sonido, ya no había marcha atrás. Para muchos actores y actrices destacados del cine silente ello significó el principio del fin, triste realidad que podemos ver trabajada en Singin’ in the Rain (Stanley Donen y Gene Kelly, 1952) y en The Artist (Michel Hazanavicius, 2011).
Funciones semió- ticas del sonido/ Los significados del sonido
Luego de una tradición de cine silente, el sonido presentó un nuevo paradigma en torno a lo que es la experiencia de ver un filme: el sonido pasó a formar parte de los ingredientes narrativos de un medio que se valió de la imagen y la música.
El sonido tiene unas capacidades y rasgos que van de la mano con el uso de las imágenes en el cine. Primero, encarna o personifica la imagen: mirar siempre es unidireccional pero escuchar comprende una experiencia tridimensional. Segundo, el sonido amplifica el campo de significación de una imagen: la ancla hacia una función metafórica o poética. Tercero, el sonido ubica al espectador dentro de un espacio, dentro de unos parámetros perceptivos que se pueden acercar tanto hacia la realidad de la imagen como hacia la forma en que el director presenta esa imagen. Y mientras el sonido ofrece un sentido de espacio (metafórico), es en el espacio (real) del auditorio donde el juego de imagen y significado comienza.
Mientras el sonido puede cargar con un significado, puede habilitar la comunicación y crear referencia, puede también destruir o distorsionar el significado mediante el ruido y la interferencia. En este sentido, el sonido es más maleable que la imagen: cambia, muta, y altera su entorno gráfico.
En el cine el sonido se utiliza para sincronizarlo con la imagen y relacionar uno con el otro (se complementan o contrastan), advertir la presencia de algo en o fuera de la toma, y crear un sentido de ironía o evocar otro estado afectivo. Pero el cine ha llevado las funciones del sonido hacia niveles jamás imaginados.
Por ejemplo, en el filme silente Metropolis (Fritz Lang, 1926) se le da sonido a una escena donde se proyectan unas luces potentes al cielo: el sonido se presenta materializado. En los trabajos de Alfred Hitchcock vemos el sonido utilizado para expresar la paranoia de los personajes (Blackmail, 1929), y el sonido enmudecido (que según él, suena dos veces más alto) a propósito de The Birds (1963), donde esperaríamos en una escena el grito de una mujer pero a cambio la mujer se encuentra tan aterrada que apenas emite sonido.
Fenómenos únicos del sonido
Dentro de las exploraciones artísticas y psicológicas del sonido, se han reconocido ciertos fenómenos que han amplificado las experiencias cinematográficas. La sinestesia, por ejemplo, es un fenómeno sonoro muy poético e interesante: es cuando se le ofrece una experiencia sensorial al sonido más allá de la audición (Ej. El color del sonido o sonido como color; sonido como gusto y
gusto como sonido). Ejemplos de sinestesia los vemos en los filmes de artes marciales, donde los movimientos del cuerpo suenan, y en los filmes de terror, donde hay texturas que no se ven pero se escuchan como algo que se viera horrible, y hay presencias que se acercan junto con la musicalización in crescendo.
Otro fenómeno es el acousmêtre, que más que un fenómeno es un carácter
acústico cuya relación con la pantalla envuelve un especial tipo de ambigüedad y oscilación; no se encuentra ni dentro ni fuera de la imagen. Se relaciona con el ventriloquismo (el origen de la voz no nace del rostro ni de la boca, sino de otra parte del cuerpo, u otro cuerpo). Ejemplos de acousmêtre lo podemos ver en la voz del Mago en Wizard of Oz (Victor Fleming, 1939), la voz de la madre en Psycho (Alfred Hitchcock, 1960), Hal, la computadora en 2001: A Space Odyssey (Stanley Kubrick, 1968), y la voz de la niña poseída en The Exorcist (William Friedkin, 1973).
Los sonidos en el cine, a pesar de no contar con nuestra entera atención ni análisis, forman parte vital de la experiencia cinematográfica y retan los límites de la memoria (como es el sonido de la respiración de Darth Vader en Star Wars). Cómo olvidar esa escena en Mulholland Dr. (David Lynch, 2001) en el club nocturno Silencio, donde una mujer canta una hermosa melodía en la tarima, hace llorar intensamente a las protagonistas que la presencian, la cantante inesperadamente se desmaya pero la melodía continúa, y las protagonistas se ven engañadas y sorprendidas por el quebrantamiento de la ilusión, y a su vez, las alas que el sonido nos da para alcanzar ciertas bellezas.
Lecturas Recomendadas:
–“Film Theory: an introduction through the senses”, de Thomas Elsaesser y Malte Hagener
–“Las Mecánicas del Pájaro: ver y audiover el cine de Alfred Hitchcock”, de Alfredo Nieves Moreno
El autor es profesor de cine y periodista.