Como fanático iba a ver a mi equipo domingo a domingo, local o visitante. Como aficionado comencé a jugarlo a los 6 o 7 años y no paré hasta cerca de los 50, cuando, luego de unas cuantas fracturas, el cuerpo dijo “basta”. ¡Y miren si no seré un obsesionado que antenoche tuve un sueño disparatado que era director técnico de Ecuador, que ya había sido eliminado, y sin embargo se disputaba la final del Mundial el próximo 13 de julio!
Sin embargo, confieso también que últimamente el fútbol se ha convertido en una relación de “amor-odio”. Aunque me sigue gustando el espectáculo resiento cómo se ha comercializado. En mi época los jugadores profesionales “jugaban por la camiseta”; todos tenían un trabajo regular de lunes a viernes. Sólo recibían una mesada por ir al estadio los domingos. Y a propósito de camisetas, nada de estamparles logos comerciales, sólo la insignia del Club. Hoy el hype alrededor del fútbol ya es asfixiante. Los salarios de los jugadores y los precios de las entradas a la cancha están fuera de toda proporción. Y qué decir de los endosos millonarios de los “jugadores estrellas”. Por último, las conferencias de prensa de los directores técnicos con su despliegue de narcisismo son insoportables. Claro, hay que rellenar el tiempo en la televisión para acomodar más comerciales.
Hoy la FIFA, la institución que agrupa a los equipos a nivel mundial, se ha convertido en una multinacional multibillonaria. La FIFA sabe que yo y millones de adictos como yo, aunque nos quejemos, nos va a seguir gustando el “Deporte Rey”… porque somos un mercado cautivo sin redención.
Pero, después de la publicidad excesiva que precedió a esta Copa Mundial me cuestiono si todo valió la pena: tres años siguiendo las interminables eliminatorias, luego las expectativas, el estrés, y finalmente la frustración de ver a tu país perder. Los ojos reventados de ver hasta tres partidos al día. Todas las maromas que uno hace para no perderse un solo juego. Los proyectos que se quedan pendientes. Es como si el mundo de uno estuviera suspendido en un vacío por un mes. Y me cuestiono si el derroche de energía justifica el estar viendo un espectáculo repleto de interrupciones, los exagerados dramas de los jugadores revolcándose “adoloridos”, los interminables altos a la acción por las pelotas fuera de la línea lateral, los frustrantes pases hacia atrás hacia el arquero, etc. En fin, mucho mordisco, zancadilla y empujón, pero poco gol.
Para mejorar el espectáculo en esta era de la televisión deseo sugerir lo siguiente:
1. Permitir que la pelota se siga jugando cuando sale por la línea lateral y que se pueda rebotar contra la valla de contención, como en el hockey o baby fútbol
2. Eliminar los offsides o modificarlos para que cuenten sólo a partir de la línea del área chica.
3. A partir de, digamos, diez metros de la línea central, prohibir que los jugadores pateen la pelota hacia atrás a sus arqueros.
4. Hay que eliminar el juego excesivamente brusco por todas las interrupciones que genera. Para que un jugador le quite la pelota al otro debe claramente hacer contacto con la pelota y no con el cuerpo. Sugiero que el árbitro amoneste a los infractores con tres alertas, luego de eso una amarilla, y finalmente la roja de expulsión.
5. Debe haber un límite al excesivo contrato de jugadores extranjeros. Establecer un periodo de gracia de cinco años y luego de eso establecer un máximo de dos jugadores importados.
6. Y por último… ¡basta de tanto drama de telenovela en la cancha! Cuando yo jugaba en Ocean Park nos dábamos muchísimo más duro; caíamos pero nos levantábamos enseguida. Por qué no insertar un chip en cada jugador que, a través de una computadora, te diga científicamente cuán grave es la lesión. Y si se determina que el jugador está fingiendo que se le entregue una estatuilla como el Oscar, y se lo expulse de la cancha. Esto lo digo medio en serio, medio en broma (aunque, quién sabe, con tanto avance tecnológico esto sea factible en el futuro).
Bueno, ahí tiene la FIFA mis sugerencias, que van por la casa. Aunque, sí aceptaría a cambio entradas gratis para el próximo Mundial. ¿Qué le voy a hacer? ¡Soy un adicto sin redención!