En esta nueva temporada de Crónicas urbanas, conversaremos con una serie de personalidades que nos hablarán del proceso creativo en las diversas disciplinas artísticas, de la valía del conocimiento de la tradición así como de la necesaria capacidad de innovación. Todo esto sumado a la vida como fuente inagotable e indispensable para la elaboración de un proyecto propio y genuino.
Hoy el turno le corresponde al doctor Amílcar Cintrón Aguilú: historiador, poeta, narrador, creador de talleres de escritura creativa y profesor que ha impartido sus conocimientos en diferentes recintos de la Universidad de Puerto Rico y en otras instituciones educativas.
Carlos Esteban Cana: Ya van casi 18 años de la publicación de Cómo peces emplumados… ¿cómo ves ese primer libro publicado a la distancia?
Amílcar Cintrón Aguilú: En ese momento yo era otra persona, estaba en otra circunstancia y muy aferrado a lo intuitivo por lo que hice una poesía breve, que profundizaba en unos temas y unos símbolos, trabajaba unas metáforas que tratasen de recoger unas emociones, unas experiencias. Y bueno, ya mirándolo a lo lejos veo que fue bien fructífero porque toqué temas sobre cómo se conforma el machismo, o traté de explorar el problema de la dominación, del colonialismo, y otros temas más. Hoy en día estoy en otra línea. Trabajando algo un poco más intelectual…
CEC: ¿Me estás hablando de otros géneros u otro tipo de poesía?…
ACA: Yo escribo poca poesía ahora, más cuento. Pero el género del cuento es otra cosa, mucho más planificado. Sí puede tener de intuitivo pero hay unos objetivos bien claros acerca de lo que quieres lograr con el personaje, qué efecto quieres dejar en el lector. Pero en poesía lo intuitivo pesa mucho en mí.
CEC: ¿Cuál fue ese primer escritor que despertó tu interés?
ACA: El nicaragüense Ernesto Cardenal me llamó mucho la atención.
CEC: Sé que en esa primera etapa estuviste vinculado a la naturaleza por haber sido niño escucha.
ACA: Sí, imagínate. Los niños escuchas tenían muchas actividades, campamentos en sitios remotos. Nosotros éramos de los pocos que entrábamos a esos lugares. Y yo me quedaba deslumbrado por ese mundo agreste. Por ejemplo, la vegetación de Mona que después la describí en un cuento que se titula “Último rito”. En ese cuento pude describir la formación rocosa en el tope de esa meseta, el olor a especias de los árboles, las plantas y las aves. De ahí saqué un montón de material para poemas y para cuentos.
CEC: Ya entrando en tu etapa universitaria… ¿Por qué ingresaste a Estudios Generales en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico? ¿Qué te llamó la atención de esa Facultad?
ACA: Tuve la suerte de que un amigo llamado Alfredo Carrasquillo me dijo: “Amílcar, hay un grupo que están formando en Estudios Generales donde tienen un programa bien novedoso”. Y yo le dije: “Vamos para allá”. Era un programa que buscaba poner al día las humanidades, las ciencias sociales, la literatura. Todo lo que nos dieron era de finales del siglo XX: los materiales, los libros, las novelas; las investigaciones eran las más recientes del momento.
CEC: Quizás eso fue el precedente de lo que hoy se conoce como el Programa en Estudios Interdisciplinarios.
ACA: A mí me ayudó muchísimo porque ese es el enfoque pedagógico que tengo ahora mismo. Estudios Generales iba en esa línea de la experiencia humana: estudiar esa experiencia humana como una totalidad, no como algo que es solo exclusivo y con conceptos de una disciplina.
CEC: Ahora dialoguemos sobre tus cuentos… De entrada vienen a mi memoria aquellos que publicaste en la revista Taller Literario, unos que se servían de mitos de culturas indígenas, en los que personajes y naturaleza interactuaban y otros con temas de ciencia ficción. ¿Cómo manejas esa diversidad de saberes en tu narrativa?
ACA: Yo soy bien imaginativo. Se me ocurren historias todo el tiempo y básicamente lo que escribo son todas las cosas que imagino. Así que de ahí fue que comencé esos cuentos, todas esas realidades alternas. Lo dicen los psicoanalistas y yo lo tengo muy claro: es una forma de proponer nuevos mundos. Uno los propone porque uno no está conforme en los mundos que uno participa. Uno hace eso sin darse cuenta; ahí se ubican emociones y se trabajan situaciones que a lo mejor se querían experimentar. De todo eso uno va produciendo esos cuentos.
CEC: Incluso he visto que en algunos de tus cuentos has utilizado el humor, recuerdo el de la oficina gubernamental y también aquel de carácter histórico que terminó siendo adaptado para el teatro y escenificado en Festival Nacional de Teatro de Santo Domingo en República Dominicana…
ACA: Sí. Ese último del cual me hablas se titula Ooniia o la ruta del sol. En el mismo se cuenta la historia de una mujer negra que es originaria del este del continente africano y se narra cómo ella es vendida y revendida a distintos grupo hasta que llega a la parte oeste de África, y todo lo que sucede con ella antes de zarpar en el barco hacia América. La historia relata cómo ella va ganando sabiduría en ese proceso de caminar tantas y tantas millas, y cómo esa sabiduría le es útil a la gente que ella se encuentra en el barco.
CEC: ¿Cómo contrastas la poesía con la narrativa? Hablemos de tu experiencia desde ese contraste.
ACA: Escribir cuentos es un ejercicio más consciente. Ahí tienes que construir la primera oración hasta la última. La primera tiene que capturar al lector. Tienes que escoger pocos personajes. Lo otro es aferrarte al conflicto, no te puedes desviar… Y se necesitan muchos otros elementos para hacer un cuento. Así que es un trabajo mucho más consciente en el que tienes que estar pendiente a los efectos que quieres lograr en la persona que lee.
CEC: Sé que trabajaste asistiendo a grupos de base comunitaria… ¿Qué tanto aportó esa experiencia a la hora de crear tus talleres de escritura?
ACA: En el caso de CAPEDCOM el énfasis era en que la mayoría de los participantes del taller participaran; que la toma de decisiones fuera bastante amplia. Todo ese tipo de asuntos influyeron en mis talleres de escritura porque cuando fui a diseñar el primer taller de cuentos quise incluir esos elementos. Eso me ayudó muchísimo porque mucha gente venía con muchos miedos y complejos de que no podían ni sabían escribir o que otras personas les habían dicho que su trabajo no era bueno. De esa manera pude ir creando un ambiente de más participación, de confianza, que les permitiera a ellos crear; crear sin temor a que los demás escuchen o comenten.
CEC: Ese proceso de darle perfil a tus talleres de escritura creativa… ¿Aportaron algo al Amílcar Cintrón escritor?
ACA: Sí, sobre todo en el cuentista porque iba sumando obras de escritores que son excelentes: Cortázar, Borges, Juan Bosch, Ana Lydia Vega y tantos otros. A medida que iba mostrando esos cuentos me daba cuenta de cuáles eran las herramientas en las que ellos se destacaban más. Eso por un lado y por otro lado cuando comencé a sumar teorías sobre el cuento en talleres posteriores, me ayudaron para ver qué le hacía falta a mis propios cuentos.
CEC: ¿Cuál ha sido el mayor reto que has tenido en la docencia?
ACA: Adaptar los temas a las poblaciones. Siempre hay poblaciones diferentes con preocupaciones distintas, y con el paso del tiempo las preocupaciones de esos jóvenes van cambiando. Lo que les resulta pertinente también va cambiando. Por lo que todo el tiempo uno tiene que estar pendiente a qué funciona y qué no funciona en diferentes poblaciones.
CEC: Esa experiencia como educador ha afianzado al escritor de ensayos y libros de historia… ¿Cómo contrastas ese proceso con respecto a escribir ficción?
ACA: En los trabajos de historia se escogen unos datos y no otros, todo eso influye en una verdad que tú construyes. No existe tal cosa como ‘la verdad’, y aunque eso es así uno tiene que estar pendiente a no crear una ficción. El historiador focaliza en un tiempo en particular con el que han trabajado otros historiadores. Eso a veces funciona como una camisa de fuerza: tienes que estar bien pendiente a que lo que estás diciendo tiene una base y parte de una realidad ‘x’. Eso es bastante distinto a crear o escribir ficción.
Con la ficción yo creo la realidad, me la invento desde la ‘A’ hasta la ‘Z’. Pero es también divertida la dinámica con el historiador porque al buscar la información encuentras que muchas de las ideas que tenemos de lo que ocurrió en nuestro pasado son falsas, inventos, discursos creados por unos grupos en el poder para sustentar unas creencias con las que someten a la gente. Y ahí yo encuentro el valor de la historia. En esa búsqueda constante de otras versiones de los hechos.
CEC: ¿Fue medular algún profesor de tu etapa universitaria? Uno que te hizo pensar de forma particular y decir: ‘Yo quiero ser así’. O también lo contrario: ‘Yo no quiero ser así’…
ACA: La verdad es que tomé clases con Eduardo Lalo y gracias a esa experiencia me gustaron las humanidades. Me atrevería a decir que por eso terminé siendo profesor de humanidades. Ahí fue que me interesó tal vez dar clases en un futuro en la universidad.
CEC: ¿Qué retos tienen los jóvenes del 2016 en estos momentos? ¿Qué percibes desde el aula?
ACA: Hay muchos retos que ellos tienen que no fueron los retos que tuvimos nosotros. Tal vez el reto más grande que tienen que ver con esa omnipresencia de los medios incluso al interior de la clase, que es algo impresionante. La verdad es que concentrarte y dirigir tu atención hacia los temas que se están discutiendo es bien difícil.
CEC: Esto a lo que haces referencia, esa finalidad mediática, es algo que también investigas en Posicionamiento de una mentira. En ese libro haces un análisis de sucesos acontecidos a inicios de la década del 50.
ACA: Mi libro es un proceso de búsqueda acerca de qué ocurrió en ese momento. Era el momento en el que nace el Estado Libre Asociado, es el momento en que se reprime a los grupos disidentes y se les borra prácticamente encarcelándolos. Y mediante muchas otras estrategias: marginándolos, eliminando los accesos que tenían a fuentes de ingreso y empleo… Lo que fui descubriendo poco a poco fue que la idea que nos han vendido sobre el nacimiento del Estado Libre Asociado es toda una mentira, que la idea del convenio entre dos naciones es un embuste; fue todo un plan coordinado. Esos documentos que fui revisando me fueron eliminando una cantidad de mitos y fui viendo el proceso de manipulación de todo un pueblo y del planeta completo porque incluso se hicieron películas para mostrar el milagro puertorriqueño; la idea de que Puerto Rico ya era autónomo. Se creó una pantalla y se gastó mucho dinero en construir una imagen. Se contrataron periodistas para difundir esas noticias en EE. UU. y en otros lados del mundo. Eso ocurrió en ese tiempo, del 1950 a 1954.
CEC: Lo que tiene repercusiones actuales, basta con ver los periódicos…
ACA: Y lo peor es que nosotros seguimos creyendo esas mentiras y nuestro mundo gira en torno a esa ficción. El mundo tal como nos lo explicamos aquí en Puerto Rico funciona dentro de esa ficción. ¿Por qué? Porque esa idea se posicionó en todos nosotros. Así que hoy en día tenemos un enorme mito que nos impide ver lo que está pasando, lo que en verdad está ocurriendo. Ahí está el enorme problema. El problema es que las mentiras que nos impusieron en la mente estaban tan bien construidas, fueron tan bien vendidas y trabajadas con gente de publicidad que la pregunta es: ¿cómo rompes con eso ahora?