Recuerdo bien cuando conocí al poeta Pedro Juan Ávila Justiniano. Fue una tarde de marzo del 2008 en el Jardín Botánico, durante una de las actividades del 1er Festival Internacional de Poesía. Luego de esa primera conversación fui explorando su poesía, y me topé con su libro Acordes Afanosos (2010) que se encuentra entre mis favoritos.
Hoy comparto con los lectores de estas crónicas la voz de este poeta nacido en Manatí, quien alguna vez vio a Pablo Casals tocando y quien sostuvo tertulias con el escritor Manuel Joglar Cacho, su compueblano y amigo. Ávila Justiniano tiene entre sus poemarios La noche desvelada, Temblor acorralado y Cuando el viento y el beso confabularon. También fue una de las personalidades que convoqué para conversar sobre el proceso creativo. He aquí algunas de sus respuestas.
Carlos Esteban Cana: Pedro Juan, ¿qué es necesario para ser un escritor?
Pedro Juan Ávila: Ha dicho alguien que el artista nace para hacerse. Traemos en nuestros genes, esa inclinación por manejar el lenguaje en forma creativa. Pero para convertirnos en escritores necesitamos formarnos, cultivarnos. Eso implica leer abundantemente, sobre todo a los mejores autores. Es imprescindible ir una y otra vez sobre lo creado, pulir, depurar, muchas veces suprimir y hasta descartar. El escritor debe amar todas las artes, amar la vida y estar en constante evolución.
Carlos Esteban: ¿Cuáles han sido los libros que ocupan un lugar de privilegio en tu biblioteca?
Pedro Juan: Entre tantos libros, las tragedias de Sófocles, la poesía mística española, Hamlet, Don Quijote, La vida es sueño, El Fausto, El tema de nuestro tiempo, los ensayos de Domingo Marrero, Soliloquios de Lázaro, Cien campanas en una sola torre, Elogio de la locura, Animal fiero y tierno, Las flores del mal, Hojas de hierba y Cien años de soledad.
Carlos Esteban: ¿Cómo contrastas esa experiencia como poeta con la que recibes al explorar otros géneros u otras disciplinas artísticas?
Pedro Juan: El poeta vive instalado en la imagen y en la vehemencia que le produce explorar las posibilidades de la palabra. El cuentero inventa, recrea, echa a volar su imaginación y forja un sinfín de caminos y mundos posibles e imposibles. El dramaturgo, sufre el dolor del conflicto, trata de adentrarse en los hondones del alma angustiada y de una sociedad abrumada por la injusticia. Huye de la retórica y del panfletismo. Viene cargado de preguntas y de sensaciones. Pero al fin y al cabo, todo lo absorbe la poesía que reverbera en mí.
Carlos Esteban: ¿Puedes describir tu poética, trazar el perfil de la materia prima con la que haces tu obra?
Pedro Juan: Escribo porque soy un hombre triste, también por la alegría de muchos instantes, por ser una persona agradecida con el sol y la lluvia, por la conciencia de la divinidad, porque me gusta estar solo y husmear en los recodos del dolor, de la angustia, de la esperanza. Escribo porque soy compañero de mi sombra y a veces me golpeo contra ella. Escribo porque canta el coquí, por mi otoño en la playa, por mi juventud en la sabana cerca del río, por mis raíces, por mis frutos, por la vida y porque nunca moriré si alguien me pronuncia.
Carlos Esteban: ¿Necesitas distancia o soledad para realizar tu obra?
Pedro Juan: Necesito sobre todo soledad, pero una soledad fecunda; nunca enajenante. Escribir es desnudarse. Es decir, deshacer los nudos y vivir plenamente el ritual de fe, de expoliación que se da en la intimidad inquietante y temblorosa. En la lucha con ángeles y demonios.
Carlos Esteban: Ahora que mencionas el término ritual, ¿tienes alguno a la hora de acercarte a la página en blanco? ¿Concibes la idea, el motivo, con anterioridad o te vas en un flujo de palabras hasta que encuentras el delta indicado?
Pedro Juan: Un texto nace siempre de una idea, de una inquietud o una sensación seminal. De un palpitar en la conciencia. De una angustiosa necesidad de comunicar, de liberación interior. Es también una disciplina para un escritor de oficio. Suelo escribir temprano en las mañanas, pero lo puedo hacer también cerca de la medianoche. Muchos poemas salen de un tirón, sin ningún plan mental previo. Pero casi siempre, la idea gira como un planeta impertinente alrededor de nuestro entrecejo, hasta golpearlo y hacer que brote el torrente o al menos una hilacha tímida de luz.
Carlos Esteban: ¿Hay algo que no te gusta o disfrutas del oficio, del ser creador?
Pedro Juan: Preferiríamos no sufrir tantos contratiempos para publicar y al menos recibir una parte de lo que invertimos.
Carlos Esteban: ¿A qué aspiras con tu arte?
Pedro Juan: Fundamentalmente busco el placer, el deleite, el sentido de trascendencia que me produce crear. Asimismo, la empatía del lector u oidor. Instalarme con mis ideas y querencias en esa persona sensible a las torceduras de mis embelecos.
Carlos Esteban: ¿Cuál, entiendes, es el mayor reto que tiene de cara un autor en el futuro?
Pedro Juan: Continuar creando, explorando, experimentando. Escribir mucho, destruir casi todo y publicar poco, en mi caso. También contribuir a la formación de buenos lectores, apoyando festivales, certámenes, talleres. Ser un militante de la poesía, sin necesariamente escribir una poesía militante. Leer y apoyar a otros compañeros poetas y escritores. Deseo que mis obras dramáticas no representadas sean escenificadas pronto.
Carlos Esteban: En un mundo como el nuestro, y enmarcado en todo lo que quieras nombrar del mismo -en una dirección u otra- ¿Tiene lugar el arte, la palabra, la creación?
Pedro Juan: El mundo gira a toda velocidad hacia la oquedad o hacia la violencia. En esa vorágine se forma un túmulo de enajenación, de vulgaridad, de materialismo, de fuerza bruta. Un mundo mecanizado, letal, en una amalgama de aparatos tecnológicos deshumanizantes. El arte es la otra realidad. En ella se da la luz de las formas y colores, la sonoridad de la música, la epifanía del verbo. El arte es salvación, reconciliación, concienciación. Si no nos diviniza, al menos nos lleva a encontrarnos con nuestra más acendrada humanidad.