Cumplido un mes y una semana desde que comenzó la huelga, parece que a muchas personas se les está olvidando cuál fue la “cátedra” que hemos impartido los estudiantes. Los agentes del Estado continúan con su discurso monótono y anacrónico de la Guerra Fría: esta huelga es de “minorías”, “izquierdas”, “independentistas”, “agentes desestabilizadores”, “revoltosos”, “barbús” y “vagos”, etc. Al fondo escucho la voz temblorosa y torpe de Carlos Romero Barceló, mientras que en primer plano veo a la gente que vivió las décadas de 1970 y 1980 alterarse ante el semblante del ex-gobernador. De momento, peligra lo aprendido, aquella cátedra que tanto aplaudieron ahora parece que ocupará otro espacio marginal de la memoria. Con este artículo, me propongo luchar contra la amnesia y fijar, más allá de la narrativa periodística, cuál(es) ha(n) sido la(s) cátedra(s) del movimiento estudiantil: la articulación de un discurso conciliatorio y amplio, la organización de una resistencia de bases, la redefinición de la acción política y el uso creativo de medios alternativos (redes sociales, blogs, radios digitales). (Continúa leyendo…) El actual movimiento estudiantil está constituido, a diferencia de lo que proclaman algunos, por una multitud y no un pueblo. En breves palabras, la distinción entre estos conceptos puede ser iluminadora. La multitud o multitudo fue originalmente propuesta por el filósofo holandés, Baruch Spinoza, para denotar una pluralidad que persiste como tal en la escena pública, en la acción colectiva, en el tratamiento de los asuntos comunales sin converger en un “Uno” (en una singularidad). El concepto de pueblo fue propuesto por Thomas Hobbes y se encuentra íntimamente vinculado a la existencia de un Estado, es la reverberación y el reflejo del Estado (Paolo Virno). Si hablamos de pueblo, entonces aludimos a una voluntad, a una singularidad que le ha entregado sus derechos naturales a un soberano (cuerpo político: Rey, parlamento, gobierno) y que se deja dominar políticamente por éste. Al contrario de esta dominación política, la multitud resiste la autoridad política al no constituirse como figura jurídica: sus resistencias no buscan, necesariamente, la legitimidad del Estado sino el reconocimiento de pares y del público. La multitud defiende la pluralidad de las experiencias, las formas de una democracia no-representativa (participativa) y de usos y costumbres no dictados por el Estado (Virno). Propongo que este movimiento estudiantil es una multitud porque, a pesar de que se puede hablar de “un” movimiento, se trata de unas pluralidades que persisten como tal en su acción colectiva y en la escena pública. Tomemos, por ejemplo, al recinto de Río Piedras y la organización de los portones por facultad(es). Los estudiantes de la Escuela de Derecho organizan acciones desde las coordenadas de lo legal/justo, mientras que los estudiantes de Humanidades subrayan la importancia de lo simbólico (la pintura, la literatura, la historia, la filosofía, etc). Los humanistas pintamos murales con discursos sobre participación y democracia, los futuros togados argumentan en los tribunales sobre el derecho a libre reunión y expresión. Resulta importante destacar, entonces, que este movimiento es de multitudes porque eso apunta a la diversidad misma del colectivo. Es por esto que al Estado se le ha hecho difícil encasillarnos como “comunistas” o “revoltosos” porque nosotros somos una multiplicidad. Podríamos, incluso, decir que nuestra identidad es líquida, mutable o escurridiza y aunque se intente “moldearnos” en una cosa, inmediatamente asumimos otras formas. La organización de un movimiento de multitudes no sería posible sin la participación de amplios sectores poblacionales. Para lograr esto se crearon comités por facultad y, así mismo, éstos facilitaron el debate político que se manifiesta en la actual huelga estudiantil. En la formación de multitudes no hay voces de liderazgo, sino voces de colaboración. Por lo tanto, no vale de nada atacar a los “líderes” estudiantiles porque ellos no “dirigen” una masa o un grupo de reses. Una de las fortalezas de este movimiento y que deberían aprender otros movimientos sociales (sindicales, comunitarios y civiles) es que a la gente no se le dice qué hacer sino son ellos los que dictan la praxis política por medio de la discusión abierta y continua. (Véase el artículo “La democracia participativa y los medios alternativos en la Huelga Creativa” para un análisis un poco más profundo sobre el tema). La acción política ya no se limita a un piquete o una marcha, hasta la huelga ya no es lo mismo. La multitud estudiantil ha apuntado a cómo la acción política se puede encontrar en la creación de murales o medios alternativos de debate (blogs, radios digitales). El performance de la Fuerza de Payasos subraya las posibilidades de ser contestatario y de retar al poder por medio de la estética, el chiste y la creatividad (como en la “marcha” dentro de Plaza las Américas). No digo que este movimiento haya sido el creador de estos tipos de acción, sino que ha resaltado las posibilidades. Esa capacidad de constituirnos como un movimiento de multitudes no la podemos perder. La meta común y el discurso conciliatorio de una educación pública superior digna y de calidad no debe ser sustituido por relatos de independencia, establecimiento de una dictadura del proletariado, la regulación del capitalismo salvaje, la reforma de un ELA (Estado Libre Asociado) mejorado o la lucha contra el hambre mundial. El movimiento estudiantil ha sido sumamente astuto al romper con la monotonía discursiva en nuestro país y no debemos dejar que individuos/colectivos saquen partido de nuestros esfuerzos. Para mostrar la solidaridad no es necesario reorientar el discurso que los estudiantes hemos construido. Pero, lo interesante es que hasta figuras como Carlos Romero Barceló, Marcos Rodríguez-Ema y Thomas Rivera Schatz quieren sacar puntos políticos de la huelga convirtiéndola en un asunto más de la politiquería. Aquí es donde debemos continuar siendo cautelosos. No nos dejemos desorientar por el partidismo retrógrado y por las ansiedades de una Guerra Fría tropical que no quiere morir. Mantengamos nuestra polivocalidad discursiva sin miedo a afirmar que nuestra huelga es política porque reta las actuales relaciones de poder en nuestra universidad y sociedad. Continuemos con un discurso inclusivo, amplio, conciliatorio y distinto. Al fin y al cabo nosotros no somos un movimiento de pueblo que busca tomar el poder, somos una multitud que busca transformar los espacios de participación y que desea reivindicar la pluralidad de las experiencias por medio de la organización de bases, la acción directa y la creación de nuevos sitios de debate – esa es la cátedra del movimiento estudiantil. * El autor es estudiante de maestría en historia de la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras. el texto fue publicado originalmente en http://multitudenredada.blogspot.com