Continuar el semestre luego del paso del huracán María plantea una serie de retos que posiblemente nunca habíamos enfrentado.
Tanto alumnos y alumnas, profesores y profesoras, como el resto del personal universitario hemos vivido un evento natural del trópico, pero no cotidiano. Fue un evento que nos dejó despedazados física y emocionalmente.
Tan pronto salimos afuera, después del huracán, vimos los destrozos que hizo en la naturaleza. El paisaje se tornó marrón, quemado y lúgubre. Observamos los daños causados al tendido eléctrico y rápido entendimos que habrá que hacer mucho para restablecerlo.
Hubo quienes al regresar a sus hogares se percataron que perdieron sus casas, techos, enseres, muebles, ropa y otras pertenencias. Perdieron cosas materiales que se pueden recuperar, poco a poco, pero que están cargadas de significado para cada quien. Todo depende de cómo se obtuvieron, quién nos las dio o regaló o cuántos sacrificios se hicieron para tenerlas.
Los más desafortunados, perdieron familiares o amigos, lo que es una pérdida irreparable.
Hemos experimentando días en los que efectuamos un sinnúmero de tareas a las que no estamos acostumbrados y que nos toman mucho tiempo. Es que tener servicio de energía eléctrica y agua potable en nuestros hogares nos permitía hacer varias cosas más o menos al mismo tiempo; poner la lavadora, poner otra tanda de ropa lavada a secar, cocinar y fregar los trastes que utilizábamos.
Se compraban víveres para 15 días sin temor a que se dañaran. La nevera los podía conservar. Teníamos medido el tiempo que se tardaba transitar de un lugar a otro en nuestro auto y sin preocuparnos la falta de gasolina. Se daba por sentado la presencia de la comunicación telefónica y del servicio de Internet.
Ahora, con o sin planta generadora nos preocupan asuntos que antes eran impensables. Por ejemplo, si se posee una planta generadora de entre 3,500 y 5,000 kilovatios, y vas a lavar una tanda de ropa, debes desconectar la nevera. Como la secadora no funciona con esa cantidad de energía, se regresó a los cordeles y se buscaron los palillos de madera o alambre para tender la ropa a secarse.
Si se tiene una planta más potente se puede tener “normalidad” más o menos por 12 horas diarias. Muy poca gente puede mantener el empuje económico de comprar la gasolina o el diésel que requiere tener una planta funcionando por más de ese tiempo diariamente.
Los que no tienen planta, han tenido que lavar ropa a mano o hacer largas filas en un “laundromat”. Antes de lavar la ropa a mano, se deberá dejar en remojo. Esto requiere tener dos baldes, uno para lavar y otro para enjuagar, y a alguien que ayude a exprimir las piezas grandes, para luego tenderlas a secar. Ah, hay que velar que la lluvia no moje la ropa que se está secando, porque coge mal olor.
En esta situación, no se pueden comprar muchos víveres y hay que ir por lo menos cada dos días al supermercado o colmadito de la esquina. Para conservar el mayor tiempo posible algunos de los víveres, se necesita hielo. También para guardar la comida que sobra, pues no estamos en condiciones de botar nada. Eso requerirá hacer largas filas con neverita y sombrilla en mano, para comprar una o dos bolsas de hielo; la cuota máxima.
La situación se empeora si no se cuenta con agua del grifo, pues también hay que buscarla. En el campo se va a los manantiales y en la ciudad a los supermercados; en ambos lugares se vuelve a hacer fila. Luego, tanto la del grifo como la del manantial, requiere hervirla para evitar enfermarse. No tener agua del grifo demanda darse todos los días un baño de cubito. Hay unos más ingeniosos que han creado su propio acueducto.
Para llegar a tiempo a cualquier lugar, el cálculo cambió. La falta de energía eléctrica, vuelve a interponerse en nuestro camino y lo hace más tedioso. Si en donde estaba un semáforo hay personal de la Policía, se coge con calma y se espera hasta que nos permitan seguir adelante. Pero cuando no están, se suda la gota gorda, porque se entra a una zona de guerra; más cuando cae la noche. Ahora un tramo que antes se hacía en 30 minutos puede tardar una hora.
En general, María nos sacó de nuestra zona de confort y la lentitud de la recuperación nos lleva a la zona de la incertidumbre. Incluso nos puede llevar a la desesperanza, lo que es muy negativo para la persona, su familia y el País. Muchos de los que han abandonado la Isla, lo hicieron por estar desesperanzados.
Reiniciar el semestre académico obviando esta realidad es un desatino; pero hay que reiniciarlo. Entonces ¿qué procede hacer?
Se recomienda dar a los profesores, profesoras, así como el resto del personal y los estudiantes un espacio para el desahogo y la ventilación de emociones. Hay que ofrecer un tiempo para relatar cómo lo pasaron y lo están pasando; o sea, contar vivencias. Es preciso brindar un momento para decir cómo se han ido sintiendo y cómo se sienten ahora; es decir, conversar sobre emociones y sentimientos experimentados.
Es necesario brindar un lapso para validar esas emociones y sentimientos; esto es, admitir la naturalidad de lo sentido. La meta es que se entienda que todos en mayor o menor grado fuimos afectados por el evento atmosférico, lo que a su vez conduce a entender que no estamos solos.
Es abrir un espacio para reflexionar sobre qué se aprendió y cómo ha cambiado la cotidianidad individual y colectiva; incluida la rutina de la comunidad universitaria. En este espacio se deberá reconocer lo difícil que es vivir con tanta incertidumbre de por medio.
Luego se debe recalcar que esa es nuestra realidad actual. Se puede mencionar que así era la cotidianidad de nuestros ancestros. También se puede destacar que muchas personas en el mundo, en pleno siglo XXI, viven experiencias más fuertes a diario, por ejemplo, en países en guerra. Asimismo, se debe plantear que existen lugares donde se vive la cotidianidad de ese modo.
El propósito es que se deduzca que si otros humanos han vivido o viven así, nosotros también podemos, ya que la nuestra es una situación transitoria. Estos ejemplos no se deben utilizar para provocar sentimientos negativos como la culpabilidad; no estamos para sermonear. Cada ejemplo debe estar acompañado de un resultado positivo, un ejemplo de resiliencia individual o colectiva.
Estos diálogos, facilitarán la creación de un lugar física y emocionalmente más seguro para empleados y estudiantes; un lugar donde se entiende lo que está ocurriendo en el país y no se continúa como si no hubiese ocurrido nada; un lugar que es parte de la realidad del País y no una burbuja dentro de esa realidad.
También propiciarán un lugar agradable al que se quiere llegar, porque todos tenemos algo en común; superamos a María, porque somos resilientes; un lugar donde se pueden lograr las metas académicas futuras, porque se tomó en consideración a cada uno.
Después de esto, la clase puede comenzar.
La autora es catedrática de la Escuela de Profesiones de la Salud en el Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico.