Cuando un escritor, un actor, un científico o cualquier persona que desea compartir su saber se adentra en el mundo penitenciario hace que los allí recluidos, tras las verjas, sin más contacto con el exterior que las visitas de sus seres queridos, piensen: “A pesar estar aquí, la sociedad se acuerda de nosotros, hay personas dispuestas a enseñarnos, a desear que mejoremos”.
Así lo cuenta Ana, de 25 años, que lleva tres años en ese mundo, al que van aquellos que han cometido algún delito de mayor o menor envergadura, donde no hay acceso a Internet y los teléfonos móviles no existen. Por un delito relacionado con las drogas, esta joven ha estado en varias cárceles y ahora se encuentra en la de Zuera (Zaragoza), donde ha sido nombrada encargada de ayudar a los responsables de las actividades culturales y es la coordinadora de la revista independiente propia de este centro penitenciario: “DIGO!”
“Aquí en prisión, hay mucha gente que en su vida no pudo estudiar. Con los cursos, con las conferencias, se abren muchos mundos y campos, porque los prejuicios son fruto del desconocimiento. Cuando llevas aquí mucho tiempo, tienes miedo de lo que te encontrarás fuera y cuando llevas poco, también. Pero hay que ser positivo y pensar que uno no lleva escrito en la frente que ha estado en una cárcel”, cuenta esta joven, que en unos meses, atravesará esas verjas y se reinsertará de nuevo a la sociedad, esperando poder trabajar y hacer una vida normal.
Desde la Secretaria de Instituciones Penitenciarias, perteneciente al Ministerio del Interior, se están incentivando en las cárceles españolas actividades culturales; cursos de formación para lograr oficios técnicos que van desde peluquería hasta carpintería, o los estudios universitarios a través de la Universidad Nacional a Distancia (UNED). “Hay que confiar en las posibilidades del ser humano por recuperarse. Desde los años que llevo aquí he visto a personas que cambiaban totalmente de vida. Soy de la opinión que hay que todo los seres humanos albergamos buen potencial, pero a algunos la vida les ha sido difícil”, apunta Carlos Terreros, educador responsable de Actividades culturales en el Centro Penitenciario de Zuera.
“Aquí en la cárcel sucede como en la vida normal, puedes elegir un buen camino o uno malo. Te puede dar por estar sumido en la queja, en la depresión, sin desear salir de tu módulo. O bien puedes desear crecer, olvidar el pasado, pensar en hacer cursos, aprender para cuando salgas tener otra vida”, señala Ana, una de las 120 mujeres que cumplen condena en esta cárcel, en la que se encuentran un total de 1.600 reclusos.
El pasado mes de febrero cruzó esta barrera la investigadora y vicerrectora de Relaciones Institucionales de la Universidad de Zaragoza, Pilar Zaragoza, que acudió a la cárcel de Zuera para impartir una conferencia centrada en la Genética. Más de 200 reclusos escucharon con atención a esta ponente, que asistió a esta prisión, gracias al “Programa Ciencia Viva para las Cárceles”, que dirige Miguel Carreras, conocido divulgador científico aragonés y responsable de la Asociación Ciencia Viva.
Esta Catedrática de Genética, responsable del Laboratorio de Genética Bioquímica (LAGENBIO) de la Universidad de Zaragoza, centró su ponencia a más de 200 reclusos, que acudieron al salón de actos de la prisión de Zuera, para conocer el importante avance experimentado por la Genética y el desarrollo de técnicas biotecnológicas, que han ocasionado aplicaciones directas en campos bioindustriales, sanitarios y agrarios. Estos avances científicos han permitido que “hoy conozcamos el genoma humano”. Logro científico conseguido en 2005, cuando se logra la configuración del mapa completo del genoma, posibilitando múltiples aplicaciones como la identificación de enfermedades, la terapia génica o el empleo de determinados fármacos, aseguró esta catedrática de Genética, que considera la información del genoma como “el principal eje para el diagnóstico futuro de enfermedades”.
Desde que se puso en marcha en 2007 el “Programa Ciencia Viva para las Cárceles”, dirigido por Miguel Carreras y apoyado por instituciones como Cruz Roja, han sido muchos los científicos que han acudido a las cárceles de Daroca y de Zuera, para compartir con un lenguaje accesible cuestiones tan dispares como la astronomía, la nutrición, las energías renovables, etc.
“El conocimiento científico es fundamental en las sociedades actuales, no hay justificación para que las personas privadas temporalmente de libertad no disfruten de ese derecho. Desde Ciencia Viva nos lanzamos a esta apasionante aventura, que hasta el momento no nos ha proporcionado otra cosa que satisfacciones, especialmente por el interés y participación de no pocos internos e internas”, señala el responsable de la Asociación Ciencia Viva e impulsor de este programa para los centros penitenciarios, en el que han participado entre otros: Manuel Toharia, director del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe de Valencia; Manuel López Pérez, rector de la Universidad de Zaragoza o Javier Armentia, astrónomo y director del Planetario de Pamplona.
Todos ellos, experimentaron lo mismo que le sucedió a Pilar Zaragoza, al concluir su intervención: fueron preguntados por muchos reclusos, que levantaron la mano y solicitaron el micrófono para formular preguntas. Y ese interés se manifestó también después, cuando Ana y otros reclusos propusieron a esta experta en Genética, una entrevista, para la propia revista que editan: “DIGO!”.
“Es una experiencia en la que me he sentido muy bien acogida, no me esperaba tanto interés”, manifestó la vicerrectora de Relaciones Institucionales de la Universidad de Zaragoza. Una sensación que es recíproca, porque, tal como comenta Ana, “en estas actividades ambos rompemos prejuicios. La gente que imparte conferencias siempre te confiesa que no se esperaba tanto interés y acogida. La sociedad piensa que en las cárceles hay lo peor, pero aquí hay de todo como en la vida. Yo también pensaba eso cuando entré y me costó mucho asimilar que ingresaba en prisión”, puntualiza.
Prosiguiendo con esta línea de actividades culturales, la semana pasada, el 4 marzo, se estrenó en este centro penitenciario la obra de teatro “Una vez más no, por favor” que protagonizaron los propios internos para sensibilizar sobre el maltrato a la mujer y prevenir conductas violentas o sexistas. Una realidad que conocen muy bien las recluyas: “Más del 90% de las mujeres que están en las cárceles ha sufrido violencia machista o maltrato”, asegura Carlos Terreros. Esta obra ha visto la luz gracias a una subvención de la Diputación Provincial de Zaragoza, y el apoyo de voluntarios de la Asociación ACUPAMA, con la colaboración de los educadores del Centro Penitenciario.
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