Bien, ya está. Tumbemos el espejismo de conflicto que proponen los fundamentalistas religiosos en cuanto a la perspectiva de género y vayamos al grano. Biológicamente hablando y lejos de cualquier mitología o moral de dos filos, la educación con respecto a la perspectiva de género es para los seres humanos, literalmente, algo de vida o muerte.
Y es que, más allá de cualquier paradigma de fe, se trata de algo que la ciencia comprueba: las problemáticas sociales con respecto a la educación y el trato según los asuntos de género desembocan en condiciones de alto riesgo para la salud del individuo, cualquiera que sea el género.
“Para tratar este tema en el plano de la salud individual y de la salud pública, hay que entender algunos asuntos referentes a los marcos conceptuales del ser humano y los determinantes sociales de la salud. Es decir, hay que entender los elementos sociales estructurales que acompañan e influencian a los individuos en sus ciclos de vida, en lo que significa nacer, vivir, trabajar y morir”, comenzó a discernir a petición de Diálogo la doctora Sheilla Rodríguez Madera, profesora del Doctorado en Salud Pública del Recinto de Ciencias Médicas (RCM) de la Universidad de Puerto Rico.
“Partiendo de esta premisa, hay amplia literatura médica, psicológica y científica que reconoce que tanto hombres como mujeres tienen una gran vulnerabilidad para desarrollar condiciones de salud dependiendo de su género. Se sabe que las mujeres, por ejemplo, presentan una mayor prevalencia de depresión y enfermedades inflamatorias y que los hombres exhiben mayor prevalencia en cuanto al uso de sustancias ilegales y conducta violenta, dependiendo de las condiciones de su desarrollo social. Esto es basado en evidencia científica más allá de lo que cualquier fe pueda proponer”, agregó la reconocida académica, quien en el RCM imparte los cursos de Desarrollo Comunitario y de Metodologías Cualitativas en la Investigación.
Según explicó la doctora Rodríguez Madera, los factores sociales que afectan a cada género pueden producir condiciones que eventualmente deterioran hasta la saciedad el físico humano. Es decir, una condición como la depresión en la mujer sirve de inicio para muchas otras condiciones. Y en el hombre, también hay factores emocionales que ayudan a desbaratar su salud física.
“Hay unos resultados crasos ante la carencia de la educación de perspectiva de género que la mediática toca, como la violencia de género y el discrimen por orientación sexual, y es excelente que se le dé todo el foro que se pueda a esto, ya que la lucha contra los principios machistas así lo requiere. Pero, ¿se sabe que esto va aún más allá? Hay otros aspectos de la salud que quizás la gente no sepa, aspectos que evidencian cómo lo social repercute en elementos biológicos que, al fin y al cabo, van más allá de cualquier intento de moralismo fundamentalista. El género es un determinante social de la salud, y hay evidencia científica para esto en Estados Unidos y alrededor del mundo. Es un elemento que en ocasiones puede significar la diferencia entre la vida y la muerte”, destacó.
La salud del hombre…
“Veamos el caso de cómo se afecta la salud física del hombre, de lo que quizás no se habla mucho. Al tener educación de perspectiva de género, se puede entender mejor que el hombre es más propenso, dependiendo de sus condiciones sociales, al uso de sustancias y alcohol, y al desarrollo de tendencias a la violencia. Aquí intervienen asuntos de la psicología y la biología como el manejo de emociones y la capacidad cognitiva para el manejo de conflictos y para el desarrollo de comportamientos en los espacios sociales de trabajo y recreación. Por ejemplo, en un país en el que la noción cultural es que los niños varones no lloran, al desarrollarse ese individuo en un adulto encontrará dificultad para manejar sus procesos emotivos. Y está científicamente probado en múltiples ocasiones que un mal manejo de emociones desemboca en conductas abusivas de alcohol y drogas y en violencia. Pero más allá, al entrar el varón en estas conductas, también se ve propenso al desarrollo de enfermedades como la hipertensión, condiciones cardiacas, ciertos tipos de cáncer y otras enfermedades terminales; sin mencionar que el abuso de drogas y alcohol repercute en el deterioro al máximo de todos los sistemas del organismo”, estableció la doctora.
La salud de la mujer…
Asimismo, la profesora Rodríguez Madera hizo hincapié a como la depresión en las mujeres sirve de punta de lanza para otras condiciones.
“Cuando vemos el lado femenino, encontramos también distintos factores de cómo lo emocional desemboca en el deterioro de la salud física. Una mujer sumida en una depresión, condición a la que por cuestión de género ya es más propensa que un hombre, puede pasar a sufrir de otras enfermedades. Se ha comprobado la voraz asociación del cáncer de mama con distintos factores depresivos. De igual forma, factores depresivos también van de la mano con condiciones inflamatorias como la artritis reumatoidea, un mal inflamatorio al cual las mujeres son tres veces más propensas que los hombres”, explicó.
Dilema de acceso a salud pública para los LGBTT
Y si eso es así entre los hombres y las mujeres heterosexuales, ¿cuán deprimente es la situación de salud física para la comunidad Lésbica, Homosexual, Bisexual, Transexual y Transgénero (LHBTT) ante la carencia de educación con perspectiva de género que sufre Borinquén?
“Para empezar, y esto va más allá de Puerto Rico, en el caso de las personas trans hay un problema en el acceso a servicios de salud debido a la falta de profesionales con la competencia para tratarles y por el desconocimiento sobre los factores que les afectan de manera particular. Estamos hablando de una necesidad para atender necesidades básicas de salud de los miembros de esta comunidad, simplemente por el hecho de que no hay la cantidad suficiente de profesionales que sepan trabajar de manera sensible e informada con esta población”, indicó la doctora Rodríguez Madera.
De hecho, este es un tema en el que la académica se ha especializado, trabajando varias investigaciones dentro de esta población en específico, las cuales entiende que van “dejadas en un terreno sombrío porque dinamitan los entendidos del género. Estamos hablando de personas ‘queer’, andrógenas, transgéneros y transexuales, que no reciben la atención necesaria en distintos aspectos de su salud”.
Este tema, Rodríguez Madera lo aborda de frente en su libro Género Trans: transitando por las zonas grises (2011). También, este asunto ha sido abordado por la Asociación de Psicología de Puerto Rico en distintos momentos, el más reciente y a profundidad es un boletín que realizó el año pasado su Comité de Asuntos de la Comunidad LGBTT.
Claro, la enseñanza con perspectiva de género desde hace rato viene planteándose en los más altos niveles de la educación superior, pero entre la sociedad diaria, la cual lamentablemente es regida por distintos intereses económicos y en muchos casos, hasta religiosos, este es un paradigma relativamente novel. Dice en un artículo de 2002 la doctora Nancy Krieger, profesora de epidemiología social del Departamento de Ciencias Sociales y del Comportamiento en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard: “Abre cualquier revista o jornal de salud pública o de biomédica antes de la década de 1970 y un término estará notablemente ausente: género”.
Especifica la doctora Krieger en ese mismo artículo, que en 2002 publicó el International Journal of Epidemiology de la Universidad de Oxford: “Abre cualquier jornal o revista reciente de biomédica o salud pública y dos términos estarán usados: (1) intercambiables o, (2) como construcciones distinta, género y sexo”.
Para Rodríguez Madera, quien anda en la vanguardia latinoamericana en cuanto a la perspectiva de género en la salud y educación pública se refiere, el gran reto es educar a la población sobre los beneficios que pudieran gozar la humanidad de traerse al primer plano enseñanzas específicas con bases científicas y alejadas de planteamientos que el sector religioso fundamentalista en ocasiones hace burdamente y hasta rayando en paradigmas de ignorancia.
“Como educadora, el gran reto que veo aquí es lograr zafarnos de cualquier prejuicio que pueda existir. Hay veces que me resulta comparable con la lucha por los derechos civiles en los ’50 y ’60 en Estados Unidos, o con la batalla por los derechos de las mujeres temprano en el siglo pasado. Cabe reconocer que los cambios a las estructuras sociales requieren tiempo, que requiere mucho cambiar los discursos sociales cuando se habla de paradigmas sobre género, que se requiere un gran trabajo de organización cívica, de activismo social y de trabajo político”, manifestó Rodríguez Madera.
“Es un reto mayúsculo, todo esto que tiene que ver con el componente educativo. En el caso mío, que uno enseña a futuros a profesionales de la salud pública, pues en los currículos se incluye el tema de la perspectiva de género, para promover un escenario de equidad en la salud pública y de equidad social en general. Pero es en los niveles de formación de los seres humanos donde más hace falta esa educación. Y ahí nos resta muchísimo por hacer”, finalizó.
Vea también:
Líderes cristianos firman acuerdo que rechaza la perspectiva de género como enseñanza
El “revolú” de la perspectiva de género