Para muchos novelistas, uno de sus grandes sueños es ver su creación literaria desplegada en la gran pantalla del cine. Otros, más visionarios quizás, desearían que se les acercara un productor y les encomendara que escribieran el guión. Pero para Guillermo Arriaga, Guillermo Martínez, José Ignacio Valenzuela e Ignacio Martínez de Pisón, esta tediosa y galardonada tarea puede ser de provecho, en ocasiones, y de odio en otras.
Por lo menos así lo dejaron saber en el conversatorio Guiones y Adaptaciones de novelas al cine que se llevó a cabo el sábado pasado en el Museo de Arte de Puerto Rico, sede del Festival de la Palabra 2012.
Con el reloj marcando las 4:30 de la tarde, las puertas del Teatro Raúl Juliá se iban cerrando, indicando que el conversatorio daría inicio. Antes de comenzar el diálogo sobre novela y cine, se había presentado la película The Burning Plain, de Guillermo Arriaga, por lo que se le pidió a su escritor y director que iniciara el conversatorio hablando de su obra.
El panel fue muy ameno, cómico y llevadero. A pesar de tener una hora de duración, se hablaron de diversos temas relacionados a la adaptación de novelas a guiones cinematográficos, donde cada uno de los invitados tuvo la oportunidad de ofrecer su opinión.
Arriaga explicó que existen distintas formas de contar historias. “Todos nosotros utilizamos estructuras sofisticadas para contar historias. Nadie lo hace de una manera lineal. Es por esto que todos sacamos inspiración de todos lados”, comentó, haciendo referencia a su manera de poner en letra y papel esas ideas que surgen en su mente. Valenzuela, por su parte, opinó que al momento de hacer un guión hay que tomar en cuenta que no está dirigido a un sólo lector.
“Uno escribe novelas para un público. Es por esto que cuando se escribe un guión se tiene que estar consiente que uno es el primer eslabón de una cadena, mientras que cuando uno escribe una novela, uno crea los cimientos y construye encima hasta culminarla”, explicó Valenzuela.
A esta teoría se unió el novelista español Ignacio Martínez de Pisón, añadiendo que el guión es como “un andamio, después se construye sobre él”.
“Como novelista eres el jefe. Como guionista eres el empleado de mucha gente”, añadió Martínez de Pisón.
Arriaga, en contraste, estaba en desacuerdo. Para el autor, el cine es un trabajo colectivo pero no se trabaja para nadie. “Al final, las películas son de todo el mundo. El cine es un colectivo. A mi me gusta trabajar en colaboración con los demás”, subrayó.
Para el escritor argentino Guillermo Martínez, adaptar novelas a guiones es un proceso horroroso. “Uno tiene que amputarlas y sacrificar personajes, escenas, páginas. Hay una especie de simplificación de la palabra que se hace con lo visual. No es una buena sensación”, sentenció.
Aunque en ocasiones es bueno y placentero ser el propio adaptador de sus obras a la pantalla grande, según explicaron los panelistas, se puede perder contacto con los productores luego de concluido el arduo trabajo.
“Recuerdo que el primer guión que hice lo vendí estando en México. Luego no volví a saber del mismo hasta que me invitaron al estreno del filme”, recordó Valenzuela.
Para Martínez, el trabajo no siempre es conforme. “Uno se queja si la adaptación es fiel a la novela y si no lo es también. Yo siento que una buena adaptación debe tener algo diferente” comentó el escritor argentino, explicando que una buena adaptación debe tener un balance entre originalidad y fidelidad a su contraparte literaria.
Ya se acercaba el final del conversatorio pero los autores no se fueron sin recalcar la importancia de las adaptaciones de obras literarias a guiones. “La publicación de guiones ya no es la misma de antes. Antes yo los publicaba pero no iban tan bien (en ventas)”, admitió Arriaga.
Por su parte, Martínez de Pisón dijo que las publicaciones de guiones sólo se hacen para estudiantes y aprendices de guión, ya que “éstos son los que mayormente los leen”.
Ya sea para el cine o para un libro, escribir es un proceso apasionante, concordaron los cuatro autores, en especial Valenzuela, quién concluyó que “al final de todo, escribir un guión o una novela es un proceso de incertidumbre”.
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