El género como categoría de análisis y la historia del trabajo A finales de los años de 1970 la historia social por los influenciada por los Annales y el marxismo, cuyos enfoques historiográficos estimularon el estudio de las formaciones sociales y económicas, las relaciones sociales de producción esclavista o capitalista, la formación y luchas de la clase obrera, había entrado en una etapa de agotamiento. Sus nociones principales, sustentadas en la noción materialista de la historia y la clase como categoría de análisis, enfrentaron la crítica de historiadores argumentando que sus propuestas y explicaciones históricas resultaban absolutas y confinaban la acción del sujeto histórico al determinismo económico. Como resultado, comenzaron a aflorar nuevas tendencias conceptuales, metodológicas y analíticas para la investigación histórica. Entre ellas, destacó el género como categoría de análisis para los estudios de las relaciones sociales entre los hombres y las mujeres. Tras décadas de luchas por los derechos de la mujer y de investigaciones o debates al respecto, en 1986, la historiadora Joan W. Scott publicó el ensayo El género: una categoría útil para el análisis histórico. Redactado inicialmente para ser presentado ante la American Historical Association en 1985 y traducido al español y al francés para su publicación en varias revistas profesionales, es considerado lectura obligada para investigadores coetáneos y posteriores a Scott que se han aproximado a los estudios sobre género y trabajo. El ensayo tiene como objetivo establecer y precisar la importancia de la reflexión teórica sobre el impacto del género en las relaciones sociales e institucionales, las relaciones de poder, y cómo a partir de dicha categoría, es posible repensar la construcción del sujeto histórico y abordar sus temas de investigación. Utilizando como marco de referencia los estudios de las historiadoras del feminismo que le antecedieron y la necesidad de brindarle cohesión analítica y conceptual a la historia de la mujer como sujeto histórico, Joan Scott logró, brindarle al concepto género el carácter de categoría histórica que trasciende la historia descriptiva, funcionalista y de “relaciones entre los sexos” que hasta entonces se le había otorgado a los estudios sobre la mujer. Ese trabajo de reflexión teórica sobre el género ha permitido repensar el pasado desde unas perspectivas historiográficas en la que los factores ideológicos inherentes a la construcción de los valores culturales de la sociedad, sus formas de producción y el ordenamiento jurídico-político del Estado, se vean íntimamente relacionados con los roles asignados al hombre y la mujer, la familia, la reproducción y la sexualidad. Según la autora, las historiadoras feministas habían utilizado varias perspectivas ideológicas para el estudio del género que se resumían en tres nociones historiográficas: el origen del patriarcado, la concepción marxista de la historia basada en la clase como categoría analítica y la tendencia posestructuralista influenciada por escuelas psicoanalíticas. Mientras el estudio del patriarcado asumía como problemas de investigación el ejercicio del poder del hombre sobre la mujer, la reproducción biológica y la sexualidad, las feministas marxistas se enfocaban en los factores económicos que explicaban y determinaban las relaciones de género, pero no le brindaban a dicho concepto el carácter de categoría analítica. Por su parte, la tendencia psicoanalítica, se orientaba hacia la identificación de los procesos que construyen la “identidad del sujeto” en las etapas primarias en el desarrollo de la niñez, ya fuese a través del estudio de las “relaciones-objetos” o mediante el lenguaje como mecanismo a través del cual se representa el género. En su análisis de ambas tendencias, Scott concluye que las mismas no resultaban adecuadas para los historiadores. En relación a la teoría de “relaciones-objetos”, expresa dudas sobre la creación de la identidad a partir de relaciones sociales limitadas al ámbito familiar y la experiencia doméstica. Sobre la teoría que focaliza en el lenguaje, exponía que ésta tendía a efectuar una mirada reduccionista del pasado al otorgarle a la relación hombre-mujer un carácter absoluto, en que la relación entre ambos sujetos se fijaba como “la única relación posible y como aspecto permanente de la condición humana”. Efectuado el análisis epistemológico de las teorías a las que se enfrentó para poder plantear su propuesta, Scott asume el género como categoría principal. En tanto concepto, lleva implícito una construcción del saber para definir las identidades que se asignan al hombre y la mujer a partir de las relaciones que se desarrollan en los espacios económicos, políticos, sociales y culturales como esferas públicas, y privadas. Asumiendo como referente esa conceptualización, la autora establece dos proposiciones fundamentales: (1) el género como expresión de las relaciones sociales fundamentadas en las diferencias entre los sexos y (2) como elemento constitutivo de las “relaciones significantes de poder”. A partir de esas relaciones, se desarrollan los “símbolos y mitos” culturales como referentes, los “conceptos normativos” que establecen los valores éticos y sociales para definir lo femenino y masculino, las nociones políticas relacionadas con las instituciones sociales, y la construcción de las identidades. Los mecanismos que se utilizan en la construcción de códigos y símbolos para asignar funciones e identidades a los individuos según el género y de acuerdo a las necesidades del Estado fue abordado por Laura Lee Downs, en su ensayo: “Women’s Strikes and the Polictics of Popular Egalitarism in France, 1916-18”. Utilizando periódicos, interrogatorios policíacos, publicaciones obreras, y documentos gubernamentales de la época, Laura Lee Downs, reconstruye las nociones que se crearon sobre el movimiento huelgario y de protestas ocurridos en la industria metalúrgica y de municiones entre mayo y junio de 1917 en París. En dichas manifestaciones huelgarias participaron cerca de 43 mil trabajadores, de los cuales el 75% eran mujeres. Como parte del estado de guerra, se elaboró un discurso de defensa nacional que había logrado unificar amplios sectores de la clase obrera y la burguesía en contra de la amenaza alemana. El conflicto laboral se vio como un peligro a la integridad nacional, y múltiples sectores de la sociedad se movilizaron para poner fin a las protestas y lograr que las mujeres regresaran al trabajo. El estudio de Laura Lee permite analizar cómo en épocas de crisis el discurso acerca de lo nacional y las nociones sobre el género se utilizan para demonizar las luchas de las trabajadoras, silenciar la naturaleza política de sus reclamos y exaltar los valores culturales que se construyen para definir las identidades. En la prensa escrita se les trataba despectivamente. Las protestas se caracterizaban como actos no propios de la feminidad. Las mujeres que participaban en acciones de protesta se caracterizaban con epítetos para describirlas como poseedoras de semblantes amenazantes y traicioneros. Al comparar la identidad que se construyó para los interrogatorios de los hombres y mujeres que fueron arrestados durante la huelga, la autora indica que lo femenino se definía a base de valores morales mientras que lo masculino en función de la acción política. Respecto a los hombres se indagaba sobre la posibilidad de que hubiera recibido dinero de parte de agentes alemanes para alterar el orden, y se les preguntaba acerca de sus posibles vínculos con organizaciones sindicales o revolucionarias. Por el contrario, a las mujeres se les interrogaba sobre su estado civil, la fidelidad o infidelidad para con sus esposos en guerra y posibles amantes. Para Lee Downs, la diferencia en el tipo de interrogatorios manifiesta el nexo que se establecía entre la masculinidad y el racional político. En ese racional la esfera política no estaba asignada al rol de mujer a pesar de que su activismo fue más marcado que el de los hombres, y sus cánticos de huelga incluían reclamos por la igualdad. Un enfoque similar al de Laura Lee Downs se encuentra en la investigación de Jacquelyn Dowd Hall, sobre la huelga de trabajadores de la Fulton Bag and Cotton Mills de Atlanta en 1914. En el ensayo se analiza el impacto de la industrialización, la vida urbana y la recomposición de la fuerza de trabajo en la configuración de las nociones, discursos e identidades relacionadas al trabajo, la masculinidad, la feminidad y los espacios públicos o privados donde se manifiestan. Utiliza como marco de referencia la incorporación intensiva de la mujer a la industria manufacturera, y el rol desempeñado por las trabajadoras durante la huelga. Jacquelyn Dowd Hall compara las discusiones que se generaron en la prensa de Atlanta sobre la huelga con las que se generaron en los mismos días a raíz de la acusación y convicción del gerente de una fábrica para la producción de lápices por violación y asesinato de una niña de trece años. Esa comparación le permite analizar el discurso de la elite social en la comunidad para fortalecer sus nociones sobre el rol de la mujer en el entorno urbano y fabril de la ciudad. La autora, demás de analizar lo escrito en la prensa de la época, utiliza las fotos aparecidas en esos reportajes y los informes redactados por espías contratados por la empresa. Dicha documentación le permite reconstruir el discurso que se construyó para la fábrica y la opinión pública sobre las trabajadoras en huelga, sus organizadores sindicales y las nociones e identidades que se construyeron para representar lo femenino y sus espacios. Al vincular las situaciones ocurridas en relación a la huelga, la autora concluye que los reportajes de los espías son reveladores de la mentalidad y los convencionalismos que se construyeron acerca de la mujer. Los informes, como indica Dowd, revelan el vínculo de los “significados del conflicto del trabajo cuando los asuntos de clase y el género son transpuestos” así como “la modernización del sexo y el rostro discursivo del poder”. La narrativa de los reportajes de prensa y las fotos que le complementan estaban matizados por códigos sociales y culturales de la época. Así por ejemplo, el entorno urbano fabril se caracteriza en los informes de los espías como dominados por el “crimen y la inmoralidad”. Cuando se contrastaban los trabajadores con el organizador de la unión, se caracteriza a los primeros como “inocentes miembros” y a los segundos: “rudos hombres” del sindicato que les controlan. Los trabajadores que se declaraban en huelga perdían la inocencia que se les confería y se describían como “ladrones” y “asaltantes de camino”. En relación a las mujeres, eran caracterizadas como “depredadoras sexuales”. El activismo feminista era transformado por los espías en “actividad ilícita”. Jacquelyn Dowd Hall indica que los espías veían la fábrica como un “espacio sexualizado” en el que la seducción era utilizado como mecanismo de infiltración. Haciéndose pasar por artistas o bailarines, los espías invitaban a trabajadoras a “divertirse” y si no lograban sus propósitos, recurrían al desprestigio de la persona. En el contexto del conflicto laboral, el espionaje sistemático, y el incremento de la presencia de la mujer en el espacio público urbano, ocurre la violación y asesinato de Mary Phanagan por el cual se acusó a Leo Frank. Al estudiar los reportajes de prensa sobre la violación y asesinato de la niña de trece años, y la condena del convicto, la autora indica que se puso al descubierto la intensidad de los conflictos raciales, de clase y religiosos. Para el Journal of Labor, el caso era evidencia de la vulnerabilidad de la mujer ante el avance del capitalismo y que el caso Phanagan difería poco de las mujeres que consumían lentamente sus vidas en el proceso de trabajo industrial. Los “ciudadanos prominentes blancos” trataron de vincular el asesinato de Phanagan con un conserje afroamericano que había sido acusado por su jefe de la violación de la niña. Los reportajes del Atlanta Georgian, convirtieron a Mary Phanagan en “símbolo de la mujer blanca trabajadora que defendió su castidad con la muerte”. Las “sectores tradicionalistas” veían el trabajo asalariado de la mujer como muestra del consumismo. En relación a algunas de las fotografías en las que aparecen mujeres ocupando espacios públicos, Dowd indica que éstas permiten estudiar la exposición y la representación del género y los roles para el hombre y la mujer respectivamente. Una de las fotos analizadas es en la que aparece O. Delight Smith, fotógrafa y reportera del Journal of Labor junto a dos dirigentes sindicales. Mientras la mirada y la postura de los hombres expresan rudeza, firmeza y determinación, la fotógrafa refleja el rol asignado a la mujer: distanciamiento del espacio público y de las posiciones de liderato. Lo mismo ocurre con otras de las fotos en que aparecen trabajadores en huelga: mientras los hombres aparecen de pie y en primer plano, las mujeres aparecen ubicadas en un en segundo plano, sentadas y realizando tareas domésticas. Nuevos enfoques y nuevos paradigmas El análisis de género revitalizó las investigaciones históricas y transformó los discursos, las temáticas y las formas de estudiar la experiencia social de las personas y sus relaciones sociales. Le brindó cohesión a los estudios de la mujer a la par que la historia del trabajo y la clase obrera, en su perspectiva absolutista y como proyecto histórico, daba visos de entrar en una etapa de estancamiento. Como forma de conocimiento implicó un cuestionamiento epistemológico a todos los aspectos del saber y la práctica política, económica, social o cultural: Gender, as feminist scholars and critics have demonstrated, is everywhere – into not only our families, churches, business, and public institutions but also the very language in which we discuss and evaluate our experiences, including the languages of philosophy, art, politics, science and history. En su etapa inicial, los estudios de género focalizaron en el análisis de la incorporación de la mujer al trabajo asalariado, su participación y exclusión como sujeto histórico en las luchas e instituciones sociales, y contribuyó a la interpretación de la sexualidad, el matrimonio y la familia como forma de construir las relaciones entre las personas y las estructuras de poder. En otros aspectos, como tendencia de investigación fue criticada por sectores académicos cuyas áreas de investigación centraban en los estudios afroamericanos, caribeños o de los países del tercer mundo. Una de las críticas planteadas a los estudios de género se relacionaba con la percepción occidental acerca del saber y la cultura. Sus críticos planteaban entre otras consideraciones que las mujeres negras, por razón de raza y experiencia histórica, experimentaban un mundo no experimentado por quienes no lo eran; que las feministas occidentales relegaron de sus estudios a la mujer no occidental, y abogaban por una metodología y teoría del feminismo negro. A la luz de esas críticas, a fines de los años de 1990, los análisis de género se orientaron hacia el estudio de de las identidades nacionales, la ideología de la dominación política y sexual en los países caribeños y africanos. Un ejemplo de esos nuevos enfoques es La colección de ensayos Feminist Genealogies, Colonial Legacies, Democratic Futures, publicado 1997.56 Según las editoras, Jacqui Alexander y Chandra Talpade, los trabajos se ubican en un contexto histórico impregnados por procesos educativos en los cuales las luchas anticoloniales contra la dominación británica en Trinidad y Tobago contribuyeron a la construcción de lo nacional más no transformaron los valores normativos de la masculinidad y heterosexualidad: Then, as now, nation and citizenship were largely premised within normative parameters of masculinity and heterosexuality. El ensayo de Chandra Talpade Mohanty nos aproxima a un estudio de las mujeres trabajadoras en el contexto del mundo no occidental y globalizado. En el mismo se hace una revisión de la literatura relacionada con la incorporación al trabajo asalariado de las mujeres y la construcción de las identidades en una economía dependiente. Su objetivo es estudiar la explotación de las mujeres pobres del Tercer Mundo y cómo desarrollan una práctica organizativa para transformar su vida cotidiana como mujeres trabajadoras. Chandra Talpade establece como pregunta de trabajo las posibilidades de construir prácticas de solidaridad entre las mujeres trabajadoras a través de identidades nacionales, raciales y de clase, en el contexto de una economía capitalista globalizada. La autora utiliza el concepto “trabajo de mujer” como categoría analítica para examinar las especificidades históricas en que se establecen las jerarquías de género y raza. En su análisis, las nociones que se asumen acerca del trabajo y los trabajadores es esencial para entender las políticas sexuales establecidas en un capitalismo global. Para Chandra Talpade, el proceso de colonización que definió las relaciones entre las metrópolis y los países colonizados instauró procesos culturales e ideológicos que se tradujeron en la creación de identidades acerca de la mujer, la pobreza y la raza basadas en el trabajo y el consumo que aún subsisten en los países que lograron advenir a la independencia y construir el Estado nacional. Según la autora, en el contexto de una economía global la ideología de la masculinidad, la feminidad y la sexualidad desempeñan un rol importante para el consumo. Al analizar la experiencia de las trabajadoras de Narsapur, India, para la fabricación de encajes, basado en un estudio realizado en 1982, establece que la integración de los campesinos pobres y las sociedades tribales a la producción para el mercado internacional descansó en el trabajo femenino y en la definición de la mujer trabajadora como ama de casa según las nociones de casta y género: los hombres dedicados al trabajo no productivo (comercio) y la mujer a la producción en sí. Al comprar la experiencia de Narsapur con la de las trabajadoras inmigrantes en la fábrica de ensamblaje de productos electrónicos en el Valle de California, indica que las identidades se establecen según el género, la raza y la etnicidad. Por su parte, las mujeres se definen con las categorías solteras, madres, esposas y trabajadoras suplementarias, siendo las casadas la principal fuerza de trabajo. Utilizando el concepto “intereses comunes” elaborado por Anna G. Jonasdotir en el análisis de la experiencia de la mujer trabajadora inmigrante, Chandra Talpade sugiere la necesidad de escribir la historia de un grupo específico de mujeres trabajadoras, con intereses comunes a través de las fronteras nación/estado, basado en la desmitificación de la masculinización del trabajo y la construcción de la identidad social de la mujer del Tercer Mundo como trabajadora. Palabras finales La utilización del género como categoría de análisis fue una de las aportaciones más significativas de los trabajos de reflexión histórica que se realizaron durante las últimas décadas del Siglo XX. Un estudio comparativo de las experiencias de los movimientos feministas, sus discursos y sus luchas en el Caribe, Estado Unidos y Europa permitiría establecer sus semejanzas y diferencias así como sus aportaciones metodológicas y conceptuales a la construcción del género como categoría analítica. De igual modo, asumiendo como noción epistemológica que las categorías como los conceptos no son estáticas y universales, resultaría necesario, en sintonía con las transformaciones económicas en el contexto de una economía global, analizar qué nuevas categorías de análisis, además de género, clase y raza pueden ser utilizadas para estudiar la experiencia histórica de la incorporación de la mujer al trabajo y los discursos construidos en relación a otros sectores sociales. Si bien es cierto que las perspectivas de análisis histórico se ampliaron con el uso del género, la clase sigue siendo útil como categoría de análisis, y en ese aspecto estudios históricos sobre la estructuración del género al interior de la clase en formaciones sociales y modos de producción específicos resultarían pertinentes. Un estudio al respecto podría ser cómo se construyen los discursos de clase, género, raza y trabajo en el contexto de una economía dependiente. El autor es historiador. Para ver la primera parte de este texto visite: https://dialogo-test.upr.edu/es/dialogico/2010/03/conquistas-luchas-feministas-reconstruccion-historia-trabajo-i