Hace apenas un par de días murió el historiador estadounidense Howard Zinn, luego J.D. Salinger. Ahora Tomás Eloy Martínez, quien falleciera ayer en la Argentina a los 75 años de edad, a causa de un cáncer que acarreaba desde hace varios años. Este tucumano fue escritor, guionista y periodista. El periodismo fue el oficio que lo consagró como uno de los principales pilares de las letras latinoamericanas. Era maestro de maestros. A través de su vida colaboró con los diarios más importantes del mundo, como The New York Times o El País. Contra todo pronóstico, Eloy Martínez trabajó con esmero por crear un periodismo de altura, humano, en tiempos en donde según sus palabras: “la imaginación estaba prohibida”. En vida consiguió muchísimos reconocimientos a su labor escritural, pero el más importante, el que ningún premio logra abarcar es el cariño de sus lectores. La fruición con que generaciones enteras han acogido sus libros basta para que su obra perdure y venza el arrollador paso del tiempo. La literatura de Eloy Martínez se distinguió por flanquear los espacios distintos y no distantes de la ficción y la realidad, la memoria histórica y el oficio del periodista. Dándole materialidad a eso que el guatemalteco Augusto Monterroso pregonaba y que colocaba al periodismo como: “el único género literario que ha inventado nuestra época”. No en balde su libro Santa Evita es la novela argentina más traducida de todos los tiempos. Este texto constituye casi una biblia para aquel que quiera ahondar en las raíces, en la capacidad del periodismo y sus posibilidades cuando se utiliza de asidero la ficción mediante una cuidada narración. Su amigo y compañero de trabajo en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, Gabriel García Márquez, sintetizó Santa Evita de la siguiente manera: “Aquí está, por fin, la novela que siempre quise leer”. Otros libros que marcaron su vasta obra fueron La novela de Perón, Las Memorias del General, El vuelo de la Reina (Premio Alfaguara 2002), La pasión según Trelew, este último fue prohibido durante la dictadura, por narrar la muerte de 16 extremistas a manos de los militares. Eloy Martínez no estuvo exento del exilio obligatorio en los tiempos del terror argentino. Vivió varios años en Venezuela y fungió como profesor en New Jersey. La muerte de Eloy Martínez es una pérdida irreductible e irremediable. Su avanzada enfermedad le arrebató la vida a este argentino que supo hacer su trabajo sin renunciar nunca a su intachable ética, su entrega y su capacidad de preservar para las futuras generaciones la porción de tiempo que le tocó vivir.