“El que no vive para servir, no sirve para vivir”. Con esta frase de Teresa de Calcuta como ideal de vida, Melwin Pagán González ha encontrado en Venezuela, y en las comunidades indígenas de ese país, el lugar idóneo para aportar a un mejor mundo.
Por tal razón, el joven de 23 años ha fundado Pasos Sin Fronteras, una organización sin fines de lucro dedicada a contribuir en la salubridad de las comunidades indígenas en el Estado Amazonas en Venezuela.
Según este orocoveño, “el problema de allá es el gobierno”. Pues considera que el “socialismo de Europa es un socialismo verdadero, pero el socialismo de América es un asco”.
Relató que en sus visitas a la República Bolivariana, ha palpado la precariedad por la que está atravesando el país. Aseguró que la falta de alimentos, utensilios cotidianos, parafernalia y medicamentos, es real. “Los hospitales no tienen medicamentos, no tienen gazas, no tienen jeringuillas”, dijo efusivamente.
“Esa gente no está acostumbrada a pasar hambre. Hace poco mataron a una señora por un saco de papas. Le arrancaron el saco de papas y le picaron la cabeza con una cuchilla”, narró Pagán con asombro.
“Yo tengo una amiga, ella es física, cuando acá ella pudiera estar haciendo miles de dólares -en Estados Unidos o en Rusia- ahora mismo ella se gana en Venezuela como $16 al mes”, continuó el estudiante de biología humana en la Universidad del Turabo en Barceloneta.
¿Y si eso es en la ciudad, cuánto más será la precariedad en los pueblos selváticos de Venezuela?
Y es que, según este boricua -de sonrisa alegre y espíritu vivo- ha podido palpar lo que es la pobreza, el hambre, la desesperación y la enfermedad en su mayor punto de esplendor.
“Aquí [en Puerto Rico] no hay pobres”, sentenció el joven humanitario al hacer una comparación con Venezuela. “En esos países las ayudas no existen”, continuó Pagán, quien además de estudiar, trabaja en un segmento televisivo, ofrece talleres los domingos, trabaja cultivando en su propia finca y vende sobos y mezclas de tés.
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Pero, ¿cómo un joven de Orocovis llega hasta las comunidades más remotas del Estado Amazonas, queda atónito ante el abandono del gobierno por aquellas comunidades y funda una organización para ayudarles?
Pues a Pagán lo invitaron hace tres años a dar una charla de plantas medicinales en Venezuela. Él se lo tomó como vacaciones y se fue 16 días al país suramericano. “La charla yo la di en un solo día -eliminando los dos días de aeropuerto- ¿qué iba a hacer yo 13 días libres en Venezuela?”, dijo a carcajadas.
Entonces, Juan Antonio, miembro de Kanobo, organización de agricultura y quien lo invitó a ofrecer la charla, no lo dudó dos veces. “Pues muchacho, vamos para la selva, ¿qué va hacer usted aquí en la ciudad?”.
Y así sucedió. Llegó al Estado Amazona y vio la necesidad de los indígenas. Notó cómo estaban tomando agua directamente de los ríos Orinoco y Amazonas. Ríos, que cabe señalar, están altamente contaminados -por cuestiones de la minería ilícita- con plomo, mercurio y otros metales pesados.
“Esas aguas son negras y ellos beben directamente del río, no tienen nada para purificar ni filtrar, por eso tienen parásitos, E. Coli, enterococos, tienen hepatitis. A muchos niños tú los ves con los ojos amarillos, amarillos. Otros mueren por enfermedades gastrointestinales y diarreas crónicas”, contó mientras la sonrisa desaparecía de su rostro.
Supo que tenía que hacer algo por estas poblaciones y al regresar a Puerto Rico puso su idea en marcha. Al cabo de seis meses ya la organización estaba registrada y comenzó a sacar el 80% de sus ingresos y los destinaba a esta iniciativa.
Al comienzo la idea era monetaria, pero un día viendo un programa de televisión, se topó con unos jóvenes que estaban llevando filtros de agua en África. No lo dudó dos veces. Entró a la página del producto y mandó a pedir cinco filtros familiares a base de carbón que rinden aproximadamente para 15 personas en un periodo de un año, pues purifica hasta 48 mil galones de agua.
En su tercera visita a Venezuela, logró recaudar $600 que utilizó para comprar seis filtros. Ya él, por su cuenta, había comprado seis más. Pero, “esto antes de que aduana se pusiera tan malo, ahora solo puedo pasar cinco porque dicen que es para comercio ilegal”, lamentó.
Pero esta visita fue particular: lo asaltaron a cuchilla, tuvo que pasar por varias barricadas en las cuales era sobornado por los policías venezolanos y atravesó por un choque cultural con el Pueblo Yanomami.
Posteriormente, en su cuarta jornada, las peripecias continuaron. Los sobornos por parte de los policías fueron más constantes. Tuvo que viajar en un bote sin techo, en una ruta de 10 horas Amazona arriba, hacia Cerro Autana. Al menos allí cumplió su misión. Esta vez, además de los filtros, entregó mosquiteros para prevenir un poco la malaria que abunda en esa región.
De regreso, el bote se quedó sin gasolina y tuvieron que extraer -con la boca- el combustible de otra embarcación que llegó a su rescate para poder seguir su trayecto hacia la ciudad. Antes de llegar a Puerto Ayacucho, la capital del Estado Amazonas y la más cercana a la civilización, se fueron a un puerto -conocido entre los nativos como “puerto puta”- para poder conseguir leche para el infante de uno de los indios que le acompañaba. Entonces, explotó el bote que estaba varado justo a su lado.
Estas aventuras no han sido narradas por Pagán para demostrar heroísmo o valentía, sino para revelar las travesías que pasan los indígenas para llegar hasta la ciudad. “El gobierno los tiene en el abandono, por más que quieran si alguno tiene una emergencia, a lo que llegan a la ciudad, van a morir”.
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En julio pasado fue su última visita al Estado Amazonas. Esta vez, en Maturín, visitó a los waraos en el delta del Orinoco y les llevó sus cinco filtros de agua.
Este viaje, según cuenta, estuvo lleno de magia. El camino hacia la selva lo pasó sentado en la punta de la lancha que lo llevaría a su destino. Las aves revoloteaban por encima de la embarcación. Estaban rodeados completamente de naturaleza, nada de construcciones, nada de ruido. En ese espacio solo estás tú y la naturaleza. Es fascinante, asegura, es todo un espectáculo.
“A veces, nosotros creemos que las recompensas son en dinero y no necesariamente cuando estamos haciendo el bien al prójimo. Ahora mismo la Pachamama, que es la madre tierra, nos recompensa de otras formas. A mí, ya me lo recompensó con esos paisajes, me está recompensando con esas vistas que no todo el mundo tiene el privilegio de conocerlas y de verlas”, reflexionó durante esa travesía.
Pero, lamentablemente, “cuando llegamos a la primera comunidad conocí a todos esos niños y estaban llenos de llagas, de sarna, había uno que tiene malaria y que se está muriendo. Hace dos días había muerto uno también de malaria y de problemas intestinales por estar tomando agua del río directamente”, relató.
“A Luisito, aproximadamente le queda de vida tres meses. Es que esa gente no tiene acceso a los hospitales, no tienen medicamentos. Son los que están en la ciudad y no tienen medicamentos. ¡Imagínate ellos que son las comunidades más rezagadas del gobierno, las más abandonadas!”, exclamó Pagán con efusividad.
Pero en esta ocasión, el joven de corazón noble, no solo se quedó en la selva sino que decidió acudir al Hospital de los Niños J.M. de los Ríos en Caracas para, en lo posible, ofrecer ayuda.
Allí contactó a la jefa de enfermería, pues quería entregarle $100 a 60 niños que tuvieran una alta probabilidad de salvarse. Y así lo hicieron, un tanto escondidos, pues el gobierno de Venezuela tiene prohibida la entrega de dinero extranjero.
“Yo se los di en dólares porque si se los doy en bolívares se les hace más complicado conseguir los medicamentos”, explicó el filántropo. Pues los medicamentos se están traficando a través de los bachaqueros quienes los traen de Colombia y los venden en dólares americanos.
Además, Pagán se trajo la historia de diez niños más para buscarles padrinos aquí en la isla. “La idea es que cada padrino le deposite mensualmente $20 en una cuenta. Y en diciembre voy a ir con todo el dinero que recaude y se le va a entregar en efectivo y en dólares a los padres de esos niños”.
-¿Y por qué Venezuela?, preguntó Diálogo.
-“Para mí, Venezuela es prioridad -más que cualquier otro país- porque ahora mismo cuando hay un desastre en cualquier país tú ves cómo los demás países, quizá hipócritamente, se unen. Sin embargo, Venezuela lleva tres años en una crisis humanitaria, donde no hay ni alimentos”, sentenció el altruista.
Por tal razón, su iniciativa ha sido tratar de buscar ayuda para seguir asistiendo a esta gente y poder llevarle los filtros. Además de dar a conocer su organización para que así la gente done y se involucre con el proyecto.
“Mucha gente puede hacer lo mismo que yo hago. Yo no soy millonario y yo estoy viajando a menudo. Tú miras mis tarjetas de crédito y están por el cielo. Yo he decidido endeudarme y gastar casi todo mi dinero porque el 80% lo saco, pero el otro 20% se me va en un préstamo que tengo, $100 que pago de celular, pago mi gasolina, pago la tarjeta de Macy’s, o sea que se me va”, detalló mientras insistía en la cooperación.
“Si tú estás bien y no ayudas, de qué vale que estés viviendo si no eres nadie, estás siendo una persona vacía, no una persona de luz sino de oscuridad. Y uno ayuda, no solo con dinero, uno ayuda de mil formas, de miles”, continuó.
Próximamente, en septiembre, volverá al país bolivariano esta vez con una misión distinta. “Regreso con $180 porque a un niño le voy a poner una prótesis en una pierna. Me va a salir más caro el pasaje y la estadía pero yo voy a ir a llevarle el dinero porque no me gusta hacerlo por terceros, todo lo hago personalmente”.
En diciembre, Pagán tiene planificado volver a la selva, esta vez no solo para llevar purificadores de agua sino también condones y ofrecer charlas de educación sexual a los indígenas.