
Precious: Based on the Novel ‘Push’ by Sapphire, llega a Puerto Rico precedida por críticas abrumadoramente positivas y con el aval de dos reconocidas figuras de la comunidad afroamericana: Oprah Winfrey y Tyler Perry. Luego de haber arrasado en el circuito de festivales independientes durante el 2009, la cinta logró tres nominaciones al Globo de Oro, de las cuales obtuvo Mejor Actriz de Reparto, y es una apuesta segura decir que varias nominaciones al Oscar son inminentes. Habiendo cargado con el Premio de la Audiencia en el Festival de Toronto, como lo hicieran en años anteriores Juno y Slumdog Millionaire, Precious es indudablemente el caballo oscuro en esta temporada de premios. Entonces, el lector se preguntará, ¿a qué se debe tanto furor? La misma pregunta me hice antes, durante y luego de ver el fracaso que resultó ser la cinta. Es inevitable que tanta cobertura mediática incida en mis expectativas y experiencia como espectador, pero la verdad es que, aun si me hubiese escondido bajo una piedra por los últimos 6 meses, Precious no tendría salvación. Antes de esbozar detenidamente todo lo que está mal en el filme, una breve sinopsis es necesaria. Precious: Based on the Novel ‘Push’ by Sapphire, es la historia de Clarice Precious Jones (Gabourey Sibide), una joven afroamericana de 16 años, obesa, analfabeta y residente de Harlem en la década de los 80. A su corta edad, tiene una hija de tres años con síndrome Down a la que llamó Mongo (de mongoloide), y se encuentra embarazada de su segundo hijo. El padre de ambos niños es también el padre de Precious. Para completar este tétrico cuadro familiar, su madre, Mary –interpretada por la comediante Mo´Nique- abusa de ella física, verbal y sexualmente, y la odia por “haberle quitado a su hombre”. Es bajo este sombrío panorama que venimos a conocer a nuestra protagonista, quien ocasionalmente sueña despierta con una vida distinta, en donde es modelo de pasarela y tiene un novio atractivo y de tez clara. Poco a poco, con la ayuda de entes externos ligados al Estado, entre ellos una maestra del programa Each One Teach One y una trabajadora social (Mariah Carey), la joven logra distanciarse un poco de su entorno, no sin antes pagar un saldo terrible. Créanme cuando les aseguro que el lugar donde dejamos a Precious una vez termina el filme no es muy diferente a donde inicialmente la encontramos, aún cuando los realizadores lo construyan como un final feliz y esperanzador. Ahora bien, por más horrorosa y lúgubre que sea la premisa, no necesariamente deberíamos esperar una película igual. John Waters, por ejemplo, ha basado su carrera en conceptos similares para crear comedias subversivas que deliberadamente retan las convenciones del buen gusto y aprietan botones que nos hacen reflexionar acerca de nuestros propios prejuicios. Por otro lado, el material también podría ser tratado con seriedad y tacto para dar cuenta de esas vidas al margen de la sociedad que se encuentran en cualquier lugar, incluso en una ciudad cosmopolita y de primer mundo como lo es Nueya York. Después de todo, sería ingenuo pensar que casos como el de Precious no ocurren todos los días tras puertas cerradas. Lo que no es permisible, pues resulta ofensivo para el público y para la integridad de la historia y los personajes, es querer congraciarse con distintos sectores al tener un poco de cada acercamiento. Precious y Mary, dos mujeres con poca o ninguna educación, pierden toda autenticidad una vez el director, Lee Daniels, les asigna características que sólo él y un público selecto podrían poseer. Si en un momento Precious dice sobre su maestra que “habla como en canales de televisión que yo no veo”, ¿qué de genuino y congruente hay en que una de sus fantasías se desarrolle en el clásico neorrealista Dos Mujeres, de Vittorio de Sica, y para colmo, en italiano? Tampoco es aceptable mercadear concienzudamente la cinta como un drama inspirador cuando parte de la estética implementada por Daniels evoca un estilo artificioso y gótico inspirado en el horror clásico. Las escenas entre Precious y su madre, en el interior de su apartamento, contienen una teatralidad histriónica y estética que recuerda la relación entre Cenicienta y su madrastra, y que el resto del filme ignora por completo. En ocasiones el director pone en vigor su profeso amor por el camp y el melodrama (ha dicho en entrevista que sus héroes cinematográficos son John Waters y Pedro Almodóvar), mientras que el resto del tiempo manipula las emociones del público con escenas trilladas que demandan una respuesta emocional que no han ganado. Igualmente condenables son los estereotipos que el filme perpetúa sobre la experiencia afroamericana en los Estados Unidos. En una secuencia vergonzosa, Precious entra a una cafetería y roba una porción familiar de pollo frito que come mientras corre por las calles de su ciudad. Una vez más, la escena podría funcionar como sátira, pero no como está concebida aquí. A pesar de todos sus desaciertos, resalta en el filme el trabajo actoral. Todos los actores cumplen con las exigencias de sus papeles, incluyendo a Mariah Carey y Lenny Kravitz. Sin embargo, son Mo’Nique y Gabourey Sibide, a menor escala, las que demuestran un nivel de excelencia tristemente ausente en el resto de la cinta. Precious: Based on the Novel ‘Push’ by Sapphire, pierde la oportunidad de ser socialmente relevante al tener muy poco que decir sobre las dinámicas sociales y familiares que promueve el Estado en las minorías de escasos recursos. Digamos que a pesar de todo, pudo ser un drama decente. Digamos que pudo ser una controversial e interesante muestra de humor negro. La verdad es que, queriendo ser ambas, no es ninguna.