El nombramiento de un nuevo presidente para la Universidad de Puerto Rico (UPR) ocupó las primeras planas de los principales diarios de la Isla en días recientes. Rumores sobre la figura que habría de ser electa fueron y vinieron durante un tiempo. En fin, la contienda por la poltrona de nuestra principal institución universitaria mantuvo en vilo al País por varias semanas… Lo mismo ocurrió en 1966. Durante los primeros meses de ese año, los ojos de muchos puertorriqueños estuvieron sobre la UPR, que a más de medio siglo de existencia seleccionaría a su primer presidente. En los días previos al nombramiento, la Universidad ocupó las primeras planas de los diarios puertorriqueños, especialmente del periódico El Mundo, desde donde se impulsó, a través de artículos, comentarios y editoriales, la aprobación de una nueva legislación para la UPR. Cuatro proyectos de ley sobre la Universidad fueron sometidos ante la consideración de la Legislatura en ese entonces. Uno de ellos buscaba reorganizar la estructura organizativa de la UPR, y los otros tres contenían medidas para asignarle más recursos económicos a la institución, según informó en un artículo de esa época el periodista Antonio Quiñones Calderón, asignado a cubrir La Fortaleza. La aprobación de los cuatro proyectos fue celebrada por El Mundo. Eventualmente esta legislación desembocó en la actual Ley Universitaria. La nueva estructura organizativa de la UPR posibilitó que se aumentasen los miembros del Consejo de Educación Superior (CES) de cinco a nueve. El entonces gobernador, Roberto Sánchez Vilella, nominó a Celestina Zalduondo, Manuel García Cabrera y a Víctor M. Pons (eventual juez del Tribunal Supremo). También nombró a un conocido empresario a quien El Mundo describió como “un valor verdadero de nuestra juventud que asciende”. Su nombre: Antonio Luis Ferré. Sus credenciales como presidente de la Asociación de Industriales y de la Ponce Cement lo convirtieron en el líder de ese selecto grupo que redirigiría el rumbo de la UPR. Los otros miembros de ese organismo lo integraban Ángel Quintero Alfaro, entonces Secretario de Instrucción Pública; Adolfo A. Berie, Roberto de Jesús Toro, Manuel García Cabrera y José Trías Monge (quien más tarde se convertiría en el presidente del Tribunal Supremo). La primera tarea del Consejo fue seleccionar al primer presidente de la institución, tal como lo ordenaba la nueva ley de reorganización universitaria. Los álgidos años de la década de los sesenta no hicieron fácil la búsqueda. Eran tiempos de convulsión social y política, no sólo en Puerto Rico sino en todo el mundo. Uno de los temas más neurálgicos, sin duda, fue la Guerra de Vietnam, en donde Estados Unidos comenzaba a empantanarse. La Universidad misma no había estado ajena a la violencia dentro de sus predios. También había sido escenario de enérgicos conflictos huelgarios. Con todas estas situaciones como telón de fondo, se llevó a cabo la selección del máximo dirigente de la UPR. Los consejales deliberaron durante varias semanas para poder efectuar finalmente un nombramiento. En esa ocasión, no habría un proceso de consulta como el que conocemos ahora, pues la nueva ley establecía que el primer presidente lo elegirían directamente los miembros del CES. El entonces rector del Recinto de Río Piedras, Jaime Benítez, figuraba entre los candidatos. Sin embargo, su candidatura no gozaba del favor de toda la comunidad universitaria, especialmente de muchos profesores y estudiantes con los que Benítez, un respetado educador, intelectual y político, protagonizó violentas confrontaciones por razones ideológicas. Cuatro rondas de votación tuvieron que llevarse a cabo para finalmente anunciar quién ocuparía la Presidencia de la UPR. Los doctores Pedro Muñiz Amato y Arturo Morales Carrión así como el juez federal Hiram Cancio eran los favoritos. Cada uno de ellos fue a una elección por separado junto a Benítez y todos lo superaron por un voto. No obstante, al CES comunicarles el resultado de la elección declinaron ocupar el cargo. El periódico no ofrece detalles al respecto, pero, o el Consejo barajaba nombres sin consultar previamente a los candidatos o este organismo les imponía condiciones inaceptables para asumir la posición de presidente. Es en la cuarta elección cuando Benítez, que ocupaba la rectoría del recinto riopedrense desde 1942, finalmente fue electo. A diferencia del silencio que imperó en la selección del presidente actual, El Mundo publicó sin tapujos cómo fueron las votaciones. Quintero, Trías, Berie y Zalduondo votaron en contra de Benítez, mientras que De Jesús, Bussó, García, Ferré y Pons votaron a favor. El periódico especifica que el voto de Pons, la ficha de tranque en las votaciones anteriores, fue el decisivo. El artículo que ocupó la portada del 7 de marzo de 1966 bajo el título “Benítez nombrado primer presidente de la Universidad”, no explica qué hizo a Pons cambiar de opinión. Llaman la atención, no obstante, las expresiones de Antonio Luis Ferré, presidente del CES, sobre las “extraordinarias presiones” a las que estuvieron sujetos los consejales: “A pesar de que los compañeros consejales han estado sujetos a extraordinarias presiones, ellos han reaccionado con serenidad y dignidad, desvelados por el interés público de Puerto Rico”, dijo Ferré a la prensa tras anunciar la elección de Benítez. Su declaración denota un claro empeño de un sector dentro del CES para que Benítez fuera la persona elegida. Las primeras palabras de Benítez tras el anuncio de su selección hacen resonancia en discursos más recientes. “Agradezco profundamente las miles de expresiones de afecto y aliento que he recibido durante estas semanas de tantas personas que tan generosamente me han exhortado y con su confianza me han obligado a aceptar esta nueva y difícil encomienda”. Distintas organizaciones universitarias objetaron el nombramiento y hubo fuertes protestas, pero Benítez permaneció en el puesto hasta principios de la década de 1970. Como manifestó uno de los titulares de la portada de El Mundo de ese día, la Universidad proseguía hacia “una nueva era” repleta de nuevas confrontaciones pero también de muchas conquistas.