Aceptémoslo, el sexo vende. Es cierto. Ya sea para bien o para mal, el componente sexual incluido en los medios siempre es un atractivo seguro de audiencia. Por otra parte, el deporte es una disciplina que captura a millones de fanáticos en todo el mundo. Para muchos, la afición por los deportes y sus estrellas, es tan intensa como la fe religiosa. De hecho, la sección más leída en todos los rotativos en el globo terráqueo, es precisamente la destinada a los eventos deportivos. No es de extrañar pues que a la radio, la prensa y la televisión les encante hacer un circo mediático de toda noticia que logre fusionar estos dos elementos. En los medios es común la glorificación de los astros deportivos como ídolos e íconos de la moda y la estética humana. A menudo vemos cómo se colocan imágenes de los deportistas más guapos y sensuales. Anna Kournikova, Cristiano Ronaldo, Tanith Belbin, Derek Jeter, Almudena Cid, Rafael Nadal, Ana Ivanovic, entre otros. También leemos información sobre sus parejas sentimentales: la novia de Ronaldo, la esposa de Steven Gerrard o la de Ashley Cole, Van de Vaart o Francesco Totti, etcétera. Si la fórmula de sexo y deporte se unen, nada será más explotado y sobre expuesto que un escándalo sexual protagonizado por una estrella del mundo del deporte. No hay nada más atractivo para los medios (y para los espectadores) que un héroe que comete un error y mientras más garrafal mejor. Los escándalos sexuales son un aumento asegurado en el rating y en las ventas de periódicos, pues tienen a un astro deportivo caído en desgracia y el componente sexual como protagonista de la equivocación. La noticia deportivo farandulera de estas dos semanas ha sido los misteriosos menesteres íntimos y engorrosos de la vida privada de la luminaria del golf Tiger Woods, quien después de haber tenido un extraño accidente automoviliístico el viernes 27 de noviembre de 2009, un número de hasta diez mujeres han afirmado haber tenido relación con el golfista que se encuentra casado con la hermosa modelo sueca Elin Nordegren, quien lo abandonó recientemente y pudo haberlo golpeado en un evento de violencia doméstica. Aquí en Puerto Rico, este suceso comparte el espacio sobre el tapete con el escándalo del púgil boricua Miguel Cotto quien está siendo demandado junto a su familia por acoso sexual y despido injustificado o discrimen, por parte de la venezolana Martha L. Chacón Acevedo, quien fuera su empleada y alega que fue removida de sus labores por no acceder a seguir teniendo una relación forzada con el boxeador. Lo que llama la atención de este evento es que tanto la demandante como los demandados le han pedido a la prensa que no le hagan publicidad al suceso, pues desean que se lleve a cabo con toda la prudencia y discresión posible. Los medios por su parte han hecho caso omiso de la petición y poco a poco han ido convirtiendo el escándalo en el circo mediático en el que usualmente se tornan este tipo de casos. Han sido muchos los escándalos sexuales protagonizados por grandes figuras del deporte, que se han convertido en verdaderas tragicomedias comercializadas por los medios. El romance entre Madonna y Alex Rodríguez y la posible existencia de un video pornográfico de ambos, por ejemplo, estuvo bastante tiempo en las pantallas de televisión y en los periódicos. De igual modo han sido varios los “lleva y trae” en torno a David Beckham y sus supuestas infidelidades para con su esposa, la bella Victoria Adams. Pero esto no es un evento nuevo. Ya en 1910 daría mucho de qué hablar el escándalo protagonizado por el boxeador Jack Johnson, quien fuera el primer campeón afro americano de pesos pesados. El púgil fue investigado por el FBI y arrestado por sus prácticas sexuales con prostitutas. En 1972, Fritz Peterson y Mike Kekich, dos lanzadores de los Yankees de Nueva York estremecieron a sus fanáticos cuando anunciaron públicamente que habían intercambiado esposas, hijos y hasta perros entre sí. En 2007, Tom Mutch, el entrenador del equipo femenino de hockey sobre hielo de la universidad Boston College, renunció al puesto cuando se descubrieron comprometedores mensajes de texto que demostraron que le era infiel a su esposa con una de sus jóvenes jugadoras. En el 2004, la golfista Jackie Gallagher-Smith fue protagonista de un escándalo cuando quedó embarazada, no de su esposo sino de su caddy y en octubre del 2005, 17 miembros del equipo de fútbol los Vikingos de Minessota viajaron en un crucero por el Lago Minessota, en el que mantuvieron relaciones sexuales con varias prostitutas en frente de los demás pasajeros. Pero quizás uno de los escándalos más conocidos (y más mediatizados) de todos los tiempos, fue el que protagonizó el baloncelista profesional Kobe Bryant cuando fue acusado de violar a una chica. En 2003, Bryant, de 24 años para aquel entonces, fue arrestado cuando Katelyn Faber, una chica de 19 años que trabajaba en el hotel donde el astro deportivo se alojaba, denunció que éste la había violado. Bryant aceptó haber tenido relaciones con Faber, pero negó que hubiesen sido forzadas. Luego de un año de procesos judiciales (y dos años de especulación mediática), Kobe resultó inocente. Y ahora nos preguntamos: ¿hasta qué punto debe ser pública la vida de un artista, un deportista, un político o una figura pública? Existen los que como Fritz Peterson y Mike Kekich hacen públicos sus detalles íntimos por más engorrosos que sean. Por el contrario están los que, como Cotto, piden privacidad y el uso del buen gusto, el sentido común y la ética para no avivar el fuego de la controversia y la humillación. ¿Dónde se debe trazar la línea que separa lo noticioso de lo imprudente y anti ético? Los medios convierten a estos astros en deidades por lo que a veces se nos olvida que detrás de los guantes de boxeo y debajo del uniforme, hay un ser humano que comete errores, tiene familia, padece humillaciones y se encuentra pasando un mal rato.