Pasada la primera semana de 2010, un año con sonoridad extraída de ciencia ficción. Con sufijo digital que evoca sistemas binarios de matemáticas (1,0); de oráculos chinos y africanos (I Ching, Ifá); de niveles de voltaje en ciencias de la información (encendido 1, apagado 0) y otras aplicaciones (y complicaciones) en el álgebra de Leibniz, digamos -de un modo más prosaico y lirondo- que el año arrancó con imágenes, con inspiración, con un lirismo agradecido suscitado por el “Poetry is busy”. Un evento que Yara Liceaga- su gestora- aspira a que se pueda llevar a cabo cada segundo viernes, por los meses venideros. La poesía, género delicado y descarnado, siempre está ocupada. Con cada minuto que vivimos existe en el mundo un poeta que en su rincón suma experiencias para apalabrar. Una combinación de “reconciliaciones, accidentes y dudas” definiría la poeta Mara Pastor en 2007 -año en que se originó el evento y fue su coordinadora- para referirse a un buen relato poético. A pesar de la intermitencia que ocurrió entre ambos eventos, con el regreso de Poetry is Busy, la poesía volvió a la carga. Liceaga organizó la actividad celebrada en la Fundación para la Cultura Popular (Calle Fortaleza 56 ) e invitó a un grupo de amigos poetas para que la acompañaran en esta nueva serie denominada Embocadura. Los poetas Urayoán Noel, Guillermo Rebollo Gil, Mara Pastor y Yara Liceaga declamaron la pasada noche del viernes 8 de enero en un selectivo ambiente de amistades, familiares y otros aficionados a la poesía. Un evento que pretendía ser algo íntimo “alejado de la lectura de poesía en barras y el vente tú que ocurre por ahí”, profesó Liceaga. Sin embargo, contó con una nutrida sala de espectadores que disfrutaron por espacio de tres horas, de la afable informalidad que caracterizó a las lecturas. La velada contó además con el componente musical a cargo del conjunto DSP, de sonoridad avanzada a la par con otras distorsiones musicales vibrantes, en manos (y laptops) de los músicos Marco Trevisani, Nelson Rivera, Omar Silva y Abdiel Torres de Polidesto. Un gustazo para quienes aprecian la electrónica de retrovanguardia y algo desconcertante para los que esperaban música en su “tradicional” expresión. Durante el primer cuarto de hora que DSP estuvo en función fue curioso observar el contraste de un público dicharachero y poco habituado a escuchar sonido noise frente a los rostros de concentración, y con destreza tecnológica, con la que los cuatro músicos presentaban su propuesta. A veces mostrada en interesantes ‘solos’, la mayor parte del tiempo como conjunto. El murmullo de las mesas crecía y los músicos aumentaban la retumbante polifonía. Una vez iniciados los primeros versos, faltando pocos minutos para las nueve de la luna, la historia cambió. Pastor logró capturar al público con sutiles gestos y un lirismo encantador. Su registro poético va de niña a anciana, taconeando a veces con una adultez encandiladora. Al escuchar esa multiplicidad de voces (acreditadas en tres poemarios Alabalacera, El origen de los párpados y Candada por error) se presiente que la autora está en la búsqueda prolija y consistente de la descripción, del derredor elegíaco. El segundo en tomar el micrófono fue Guillermo Rebollo Gil, quien evidenció, una vez más, que su relación con las palabras y el resultado de sus obras (Veinte, Soneros, Teoría de Conspiración, La Carencia) le viene con más naturalidad por la vía poética que por la voz de opinión. Rebollo embolla con espontaneidad que arranca carcajadas (a veces parece posada, pero muy conciente en el resultado) y constata que lo suyo es el flow del micrófono abierto, la onda stand up, que conoce y domina. En la penúltima intervención “la poeta inédita”, Yara Liceaga evidenció que no hace falta un ‘isbn’ (número estándar internacional de libro) para inspirar. Apoyada en folios sueltos y estrujados, repletos de glifos que en su momento emergieron para el rescate de una narrativa contemplativa, a veces canalla, otras tantas oníricas, su término fue breve y reverberante. Su relajada plática con la audiencia combinó agradablemente con la melancolía detrás de sus poemas. El humor y la maestría de Urayoán cerró la primera parte del recital con algo más que versos ingeniosos en una rapsoda “experimental”. Su propuesta panvocálica y monovocálica, dijo, viene de la tradición francesa. El profesor de literatura y autor de varios poemarios (BORINgKén, Kool Logic, Las Flores del Mall) mantuvo en una especie de estado “euforia” (nótese lo panvocálico de la palabra, posee las cinco vocales) a los invitados, quienes por 45 minutos permanecieron pegados a sus asientos escuchando las centésimas referencias concatenadas que declamó en un poema extenso, dividido en cinco partes: las vocales. Una suerte de mantra que en lugar de evocar dioses se versó en un juego brillante de asociaciones y referencias de la cultura popular, de las disciplinas sociales y literarias. La poesía -esta vez como evento de deleite- se apoderó del territorio sanjuanero y continuó con la “ocupación” que le corresponde: intercambiando las creaciones literarias emergentes y la efectiva puesta en escena. Tal vez para las próximas sesiones sea conveniente una figura que funja de maestro(a) ceremonial para que entre un exponente y el siguiente no se eche de menos una voz que introduzca sin recurrir excesivamente a la improvisación de cada poeta amigo. Un guión con breves descripciones promocionales (o blurbs) que enlace sin entorpecer gratuitamente el puente que lleva al lugar de las metáforas, de la musicalidad y de las vivencias.
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