“En el antidiálogo se quiebra aquella relación de “simpatía”
entre sus polos, que caracteriza al diálogo. Por todo eso,
el antidiálogo no comunica. Hace comunicados”.
Paulo Freire
El acoso consecuente a la prensa no es poca cosa, más si se trata de un medio público y universitario. Durante tres décadas, Diálogo, el periódico de la Universidad de Puerto Rico (UPR), ha sido portaestandarte de una misión informativa de alcance constitucional. De ahí el efecto inmediato de las migraciones político-partidistas en la administración universitaria, que frente al medio, reviven el debate de la protección a la libertad de expresión y prensa en la UPR.
El componente mediático de las instituciones universitarias constituye un elemento educador muy importante para toda sociedad que hace valer sus derechos. Por eso Diálogo ha sido eje de controversias. En 1995, el entonces juez asociado del Tribunal Supremo de Puerto Rico, honorable Antonio Negrón García, resolvió que Diálogo “constituye un foro público creado por el Estado…”y que “El derecho constitucional a la libertad de expresión y prensa protegen a la Universidad…”, confirmando una sentencia anterior fechada de 1992. Diálogo es desde entonces, el único medio auténticamente público, con independencia editorial reconocida por el Tribunal.
En el 2011, bajo la presidencia del doctor Miguel Muñoz, se despidió al director Marcos Pérez para ubicar un elemento responsivo a la fuerza político-partidista de turno, de manera que las publicaciones estuvieran ideológicamente alineadas con la administración. Claro, eso no implicaba tangencias con la misión democratizadora de la Universidad. La reciente destitución del director Víctor Rodríguez, (segunda en un año), el despido de periodistas y el bloqueo al acceso a la web del medio levanta la sospecha fundada de que la estrategia anti diálogo del 2011, se repetirá, sin dudas por influencia del mismo protagonista.
El cumplimiento de la UPR con su misión democrática, desde el punto de vista de sus herramientas mediáticas, no ha sido consistente. Los administradores universitarios deben explicar por qué ejecutan contra Diálogo, acciones que contradicen sus funciones, aun sabiendo que la Universidad:
“tiene la encomienda por ley de servir al pueblo de Puerto Rico, cónsono con los ideales de una sociedad democrática” y para eso, entre otras gestiones fundamentales, debe “cultivar el amor al conocimiento como vía de libertad a través de la búsqueda y de discusión de la verdad, en actitud de respeto al diálogo creador”, debe “…poner el conocimiento al servicio de la comunidad… fortalecer la conciencia de su unidad en la común empresa de resolver democráticamente sus problemas” y “Tener presente que por su carácter de Universidad y por su identificación con los ideales de vida de Puerto Rico, está esencialmente vinculada a los valores e intereses de todas las comunidades democráticas.”
Hay tres aspectos básicos que indican el nivel de vulnerabilidad en el que se ubica a la UPR con estas acciones antidiálogo. El primero es el antidemocrático. Con este golpe se comprime dramáticamente la divulgación crítica del acontecer nacional, debilita la diversidad mediática, el pluralismo de modelos informáticos locales y reduce la independencia editorial, esencial en el proceso democrático.
Diálogo es una laureada herramienta democrática cuyas investigaciones y publicaciones se han ganado reconocimiento por su profundidad y pertinencia educadora. Aun con las migajas presupuestarias que le concede la mezquindad de los burócratas, el medio se destaca entre sus similares del mundo en el ejercicio del libre pensamiento de la facultad, estudiantes y ciudadanos. El pueblo no debe permitir que el periodismo que salvaguarda el cuarto poder en la balanza de contrapesos democráticos sea sacrificado.
La cuestión antiacadémica es el segundo aspecto. Hemos visto la indiferencia a la misión de la UPR. Preocupa cómo se trastoca el concepto del diálogo, herramienta del quehacer humano para la convivencia democrática, sustituida por el anti diálogo que no comunica, hace comunicados. Se atenta además contra la academia en el sentido del aprendizaje, en su dimensión de taller de desarrollo estudiantil y profesional, en su expresión de laboratorio de investigación, creación y práctica de la comunicación.
Una universidad que expide credenciales y asume la responsabilidad ante el pueblo de garantizar egresados competentes, éticos, capaces de desvelar la verdad, de estimular el pensar de la gente y defenderlos con información legítima frente la manipulación, frente a la seducción sensacional de los amarillentos mercaderes de la noticia, necesita un espacio de libertad. Diálogo, es ese espacio. A las fuerzas políticas infiltradas en las administraciones universitarias, farsantes de la academia, nada le interesa esto, claro, la publicidad sí. La cátedra y el estudiantado tienen la responsabilidad de organizarse y recuperar ese espacio, o de crear otro.
El tercer aspecto es el antilaboral. Diálogo le ha dado sostén a decenas de estudiantes-obreros y a figuras muy reputadas en el campo de la Comunicación. Aunque el acceso al trabajo en las áreas de desarrollo académico es fundamental en una universidad que se presume promotora de éxito estudiantil y de la movilidad social, se ignora al liderato, así como a la aportación de varias generaciones estudiantiles y sus circunstancias.
Las decisiones unilaterales y antidialógicas expuestas, demuestran insensibilidad hacia los empleados y estudiantes, irresponsabilidad administrativa, deshonestidad y falta de análisis ante el capricho ideológico, un interesante ejemplo de gobernanza en momentos en que la acreditación por la Middle States Commission on Higher Education, continúa en suspenso.
La Universidad está inexorablemente llamada a proteger el derecho a la libertad de opinión y de expresión sin interferencias, a investigar, recibir y divulgar información e ideas a través de cualquier medio sin limitación de fronteras, tal como estipula la Declaración Universal de Derechos Humanos en su Artículo 18. Claro está, depende esto de un liderato consciente y maduro que utilice la crítica y la investigación periodística como un medio para transformar sus políticas y procesos en función de elevar la efectividad.
La administración de la UPR no cuenta con esas mentalidades hoy día. Si las administraciones no quieren que la prensa divulgue la impugnación a sus acometidas, entonces que cumplan con proteger al País y su universidad, que organicen equipos de trabajo que tomen decisiones inteligentes, orientadas al servicio y bienestar público, no para adelantar agendas político-partidistas ni económicas.
Hay que acabar con la perspectiva egosistémica del antidiálogo que destruye la inteligencia social de UPR. Un ejemplo, ningún Departamento de Comunicación del Sistema UPR, fue consultado para esto. Ese es el alcance colaborativo de la falsa “reestructuración” y por tanto su nivel de sostenibilidad social.
A Diálogo se le agrede para allanar el camino a una errante pero festinada carroza de la barbaridad, toda una caricatura de la Alegoría de la nave, un vehículo de asalto ocupado por una legión de sirvientes políticos que se disputa guiarlo. Algunos de ellos se arropan de toga para caminar como grandes señorones por la Universidad, rodeados de un séquito de “veletas”, que marchan hacia donde azote la ventolera, aunque sea sobre las espaldas de otros.
Estos objetos del partidismo siempre han tenido la agenda de eliminar todo aquello que les representa un reto. Por eso Diálogo ha sido siempre foco de embestidas y por eso claudican a la misión de la UPR, castran la libertad de expresión y de prensa, seducidos por el poder de censurar el acceso a la información pública, al acceso al saber y así fragilizan la calidad y seguridad periodística.
Era cuestión de tiempo. El ataque a Diálogo, contra el pensar, contra el disentir, contra todo aquello que hace a nuestros estudiantes y facultativos muy especiales y valiosos, era un “barrunto en el corazón…presentimiento”. Esta es otra cintilla de evidencia para la lista antidemocrática, antiacadémica y antilaboral, una historia antidiálogo contra la UPR que demuestra que no se alimentará aquello que desvela y desafía al poder.
Eso es lo que ha sucedido con Diálogo y con su ejemplar equipo de trabajo. Resolvernos a dialogar para responder unidos en afán de justicia, es deber ciudadano y universitario.