“Yo pensaba que el dolor era normal hasta que empecé a faltar a la escuela porque no podía casi caminar. No podía casi ir al baño. Me obligaba a estar en cama…Yo no quiero pensar dónde estaría hoy sino hubiera tomado las medidas que tomé”, declaró Sara Negrón.
Desde sus 14 años Sara soportó el dolor que le causaba la endometriosis -una enfermedad del sistema reproductor de la mujer- que la dejaba postrada en cama, sin comer y sin la posibilidad de ir a clases -su mayor preocupación- el primer día de su ciclo menstrual. Cuatro años más tarde, recibió el diagnóstico de esa condición.
A los 18 años Sara tomó altas dosis de Anaprox, se sometió a un tratamiento inyectable con Luprón, que le ocasionó depresión y fue intervenida quirúrgicamente.
Dejó -no quedó de otra- el equipo de porrismo de la universidad y perdió algunas amigas y amigos.
Pero lo que más le afectó fue atrasarse en sus clases. “Yo no creía que [la endometriosis] era una excusa válida para faltar porque yo me veía normal y nadie me creía”.
Todo hubiera resultado mejor para Sara si Puerto Rico contara con una licencia menstrual.
Este tipo de protección legal permite, en algunos casos, que una mujer que padece de dolores menstruales severos pueda ausentarse de sus deberes profesionales sin que se le sancione por ello.
No es una idea nueva. La medida ha sido adoptada y convertida en ley en países como Japón, Corea del Sur, Indonesia y Argentina. También se ha contemplado en Italia.
¿Y Puerto Rico?
La analfabetización sanitaria y la estigmatización
La posibilidad de que se adopte una legislación similar en la Isla es remota, según fuentes consultadas por Diálogo, especialmente debido a la analfabetización sanitaria y a los estereotipos.
El presidente de la Comisión de Salud de la Cámara de Representantes, Juan O. Morales indicó que las mujeres ya están cobijadas por Ley de salario mínimo, vacaciones y licencia por enfermedad de Puerto Rico ( Ley num. 180 del año 1998).
Morales, admitió no tener conocimientos de alguna enfermedad del sistema reproductor de la mujer. Tampoco percibe cómo conceder una licencia menstrual ayudaría a combatir y reducir la desigualdad de las mujeres.
Ahora bien, consideró que alguna opción “real” puede ser trabajar remoto o que de alguna manera los días de ausentismo por dolor crónico no sean evaluados para la trabajadora en los informes anuales que emite los departamentos de recursos humanos.
Con él, concurrió el presidente electo del Centro Unidos de Detallistas (CUD), Jorge Argüelles. No obstante, reconoció que otros gremios empresariales pudieran oponerse a este tipo de legislación. La razón, planteó, es económica, pues la mujer sería vista como “un costo extra”.
Argüelles recordó que la imposición de una reforma laboral redujo días de vacaciones y que, además, los días feriados en Puerto Rico se han reducido, ambas medidas en detrimento de los trabajadores y en beneficio de los empleadores.
“Uno que está afuera [como comerciante], escucha y nota que siempre queda aquello [de intranquilidad] de que va a quedar embarazada, que tiene hijos que cuando se enferman tienen que llevarlo al médico. Otros dicen que no tienen las fortalezas del hombre y que por eso es menos productiva y el tú añadirle esto, yo te aseguro a ti que esto va a ser otro factor más para entonces no emplear a las mujeres”, afirmó el también médico de profesión.
Con el pasar de los años, se ha reflejado un crecimiento de la participación de las mujeres en la fuerza laboral. En el 2015, la mujer constituyó el 42% de la fuerza trabajadora, un crecimiento de 31% desde el 1970, según las estadísticas del Departamento del Trabajo.
El presidente electo del CUD agregó que las mujeres con condiciones menstruales severas podrían acogerse al flexi-time. Mientras la que no pueda aguantar el dolor deberían considerar incapacitarse porque se está hablando “de un tipo de condición en particular que afecta a la mujer, pero llevándolo al extremo”, y que de igual manera podría tratarse cualquier condición que como otras afecta de manera crónica a mujeres y hombres.
Sin embargo, aún cuando se presente alguna legislación para la concesión de una licencia menstrual, la medida podría convertirse en letra muerta.
Por esa posibilidad, y también, por las repercusiones sociales que pueda tener, la abogada y feminista, Amárilis Pagán duda sobre la viabilidad de este tipo de licencia.
Sin embargo, Pagán recordó que un precedente fuerte de legislación y cambios social es la Ley 54 de 1989, mejor conocida como Ley de Violencia Doméstica. En el pasado la violencia hacia la mujer no se veía negativamente, pero en el 1989, con la aprobación de la ley, logró que la sociedad cambiara su percepción y comenzara a denunciar este tipo de crimen.
Un serio problema médico
“El dolor pélvico asociado a la menstruación se normaliza, cuando un dolor severo e incapacitante no es normal”, observó Idhaliz Flores, investigadora y profesora de la Escuela de Medicina de Ponce.
“Hay que preguntarse, entonces, qué está pasando en esta sociedad en general que se cree que el dolor menstrual es normal, cuando el dolor es una señal del cuerpo de que algo anda mal”, manifestó la principal investigadora de endometriosis en la Isla.
Flores indicó que las causas del mito sobre dolor crónico de la menstruación pudieran deberse a la experiencia del grupo familiar, falta de visitas al ginecólogo y hasta pobres diagnósticos de algunos médicos por falta de educación.
Una de las razones principales de dolor menstrual es la endometriosis, una condición ginecológica que afecta a unas 50,000 puertorriqueñas, según la Fundación Puertorriqueña de Pacientes con Endometriosis. De estas un 80% sufre dolor severo debido a esa condición. Sin embargo, solo el 13% ha llegado a ausentarse a clases o trabajo a consecuencia de dolor, según las estadísticas de la entidad.
El por ciento restante no se atreve a faltar al trabajo por miedo a perder su empleo y gastar sus días por enfermedad, según los estudios que ha realizado Flores para la Escuela de Medicina de Ponce.
Cabe aclarar que esta no es la única condición del sistema reproductor femenino que ocasiona dolor intolerante.
Según expuso en el Congreso Iberoamericano de Estudios de Género este año la comunicadora científica, Agostina Mileo, este tipo de licencia podría colocarle a las mujeres el sello de “débil, indispuesta y sin disposición (para trabajar)”. Observó que en Japón las mujeres no se acogen a ella para no ser catalogadas como débiles y poco competitivas.
De acuerdo con Flores, otorgar la licencia menstrual podría afectar el reclutamiento empresarial de las mujeres porque si “existe la posibilidad de que tenga una condición y por ley tendría que concederle un día de licencia, al empleador no le parecerá tan simpático y preferirá a un hombre”.
La investigadora entiende que la mejor manera de convertir en política pública este asunto es a través de un diálogo multisectorial entre pacientes, médicos especialistas, patronos y recursos humanos para llegar a un consenso.
Según estadísticas del Departamento del Trabajo del año 2015, las mujeres representan el 42% de la fuerza trabajadora en la Isla. Los puestos directivos, ejecutivos y administrativos son ocupados, mayormente, por hombres para un total de 52%, mientras la mujer ocupó el 48% en estos mismos cargos, lo que “afecta la manera en que se maneja este tema”, de acuerdo con Flores.
Bex Baxter, directora de la empresa Coexist en Reino Unido que implementó una reglamentación interna de licencia menstrual, manifestó en distintas plataformas periodísticas que “si fueran los hombres quienes tienen períodos, esto sería ley desde hace tiempo” y que parte del rechazo a esta iniciativa se debe al tabú de la menstruación.
Baxter agregó que el impedir a las mujeres marcharse del trabajo por no “cualificar como enfermas” ni permitir que se vayan a descansar porque es “tiempo improductivo” la llevó a tomar la decisión. Pues a lo largo de su carrera, ha visto a “mujeres que no son capaces de trabajar por los dolores tan fuertes y la debilidad que sienten durante el período”. La solución que busca ella en la compañía que dirige es sincronizar el trabajo con los ciclos menstruales.
La doctora Flores dejó claro que “lo más importante es que nosotros no queremos que las mujeres necesiten esta licencia menstrual sino que las mujeres tengan los tratamientos adecuados para minimizar el dolor. No queremos una curita, arreglar algo sin realmente trabajar con el problema mayor que es que las mujeres no están siendo tratadas, adecuadamente”.
Habría que preguntarse, entonces, cuál de las opciones pudiera llegar antes a Puerto Rico: si una licencia menstrual o el diálogo multisectorial del que habla Flores. Sin duda la discusión de este asunto podría ayudar a visibilizar importantes aspectos de la salud femenina, un área en que al igual que los derechos sexuales y reproductivos de la mujer queda mucho terreno por recorrer.