
La mayoría de las películas de horror emplean efectos de sonidos y jump scares para lograr asustar el público. Son muy pocas las excepciones, y Don’t Breathe, del director uruguayo Fede Álvarez, está entre ellas. El espectáculo violento lleno de suspenso y diversión resulta una memorable entrada para el canon del género.
La película sigue a tres jóvenes ladrones que una noche deciden robar la casa de un veterano solitario, quien se rumora mantiene una suma de dinero de seis dígitos escondida en su casa. Estos descubren que el hombre es ciego y proceden con su misión. Inexplicablemente, hacen cuanto ruido es posible y hasta disparan un rifle. Al despertar el hombre ciego, lo que pensaron que sería una misión fácil se convierte en una lucha por sus vidas. El veterano contraataca y los encierra en su casa con intenciones de acabar con ellos.
Aunque los protagonistas son criminales, el guion –escrito por Álvarez y Rodo Sayagués– nos hace entender los motivos de los jóvenes y hasta compadecernos. Los personajes no se alejan de los arquetipos de los personajes de películas de horror, siendo una la chica, uno el bad boy, y el último el compás moral del grupo, quien vive enamorado de la chica. Ya al final, y luego de haber sufrido tanto en manos del ciego, el público está emocionalmente involucrado con la sobrevivencia de los ladrones, aun cuando, como oí a alguien de la sala decir, “se lo buscaron”.
Entre los actores interpretando a los muchachos destaca Jane Levy, quien interpreta a Rocky, la chica del grupo. Aquí Levy –quien trabajó con Álvarez en su filme anterior, el remake de Evil Dead (2013)– parece una Kristen Stewart más llena de vida. Aunque tiene sus momentos de víctima, Levy la presenta como una luchadora, que haría todo lo posible por salir de esa casa viva con el dinero necesario para abandonar su hogar abusivo.
Stephen Lang encarna al ciego, a quien nunca nombran. Es una bestia indestructible. La labor de Lang es impartir estragos y venganza a sus “invitados” y en momentos no sabemos a quién apoyar, pues este guarda tantas armas como guarda secretos en su casa.
La producción está impregnada de sorpresas y giros inesperados. Hay suspenso desde el principio y este no cede hasta su fin. El hecho de que el veterano sea ciego implica que tiene mejores destrezas de audición. Cada sonido que los jóvenes hagan y cada paso que den pueden ser sus últimos. Los sonidos son centrales en la narración, pero por una larga porción de la película, los cineastas no utilizan el recurso a su máxima potencia. En vez de permitir que los sonidos sean protagonistas, estos acuden una banda sonora esperada. Me quedaré con la duda de cómo sería este filme sin música.
El recurso de la luz es otro que los cineastas utilizan bien. El ciego no necesita luz, y esto desventaja a los jóvenes al imponerle la oscuridad. Varias escenas aluden al memorable punto culminante de Silence of the Lambs (1991), donde nuestra heroína tiene que enfrentar un asesino en plena oscuridad. El uso de la cinematografía resulta algo innovador, en particular las tomas largas que nos presentan el interior de la casa con sus secretos escondidos.
El filme en todo momento es entretenido, pero eso no significa que sea realista. Uno de los placeres de Don’t Breathe es lo exagerada que puede ser. El nivel de violencia es muy alto y el daño físico que sostienen varios de los personajes compite con Home Alone (1990) y sus aparentemente inmortales ladronzuelos. Algunos de los giros que el filme presenta, particularmente para el final, también son difíciles de creer, y muchos en la audiencia pondrán los ojos en blanco.