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En la lista de prioridades de los estudiantes universitarios, dormir suele ocupar un lugar muy relegado. Y es que entre las tediosas sesiones de estudio para un examen; las horas frente al monitor redactando un ensayo o una monografía; las agonías de contestar ejercicios numéricos, las imprescindibles actualizaciones del Facebook y el Twitter; los jangueos; el trabajo y demás responsabilidades, muchas veces se les olvida a los jóvenes que es necesario descansar. Después de todo, los universitarios no le dan mucha importancia a esta necesidad básica, pues para contrastar los síntomas de un cuerpo que pide dormir, existe el café, las bebidas energéticas y los audífonos potentes. Sin embargo, la publicación de un reciente estudio de la Universidad de California en Berkeley pone de manifiesto los efectos adversos de la costumbre de no dormir sobre los procesos de aprendizaje. Según Matthew Walker, autor del estudio presentado durante la reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, cada noche en vela tiene implicaciones nefastas en la manera en que el cerebro organiza la memoria y el aprendizaje. Aunque aún no se ha podido explicar por qué los seres humanos tienen la necesidad de dormir, sí se sabe que el sueño es crucial para el aprendizaje. El estudio de Walker refuerza la teoría de que el tiempo dedicado al sueño sirve para reorganizar la memoria a corto plazo; abriendo espacio para nueva información. Es en ese momento también cuando se descarta la data que no será útil y se transfieren los recuerdos del hipocampo a la corteza pre-frontal, donde se almacenarán con mayor eficiencia y perdurabilidad. Una de las partes de su experimento consistía en que 39 jóvenes aprendieran una tarea específica y difícil durante el mediodía y luego a las seis de la tarde, otra tarea de igual dificultad. La mitad de los participantes tomaron una siesta a las dos de la tarde y la otra mitad continuó la rutina sin tener descanso. Luego de realizar la investigación, se concluyó que los adolescentes que no habían dormido lograron resultados peores, mientras que los que sí tomaron siestas mejoraron su aprovechamiento académico. Este estudio repite un consejo que ya es común a los estudiantes: el de la imprescindible importancia de dormir lo suficiente, especialmente antes de un examen. Walker explica que “una noche sin dormir reduce la capacidad de asimilar conocimientos en casi un 40 por ciento”. “Las regiones cerebrales implicadas se cierran durante la falta de sueño”, añadió Walker. Además de que se pierde la capacidad para retener información y las funciones cerebrales se vuelven más torpes, no tener una rutina de sueño, pasar noches en vela y no dormir las recomendadas siete a nueve horas diarias puede tener otras implicaciones negativas en la salud. Por ejemplo, Mark Mahowald, profesor de neurología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Minnesota, explicó que “una noche completa en vela es tan atrofiante en la capacidad para conducir como una intoxicación en los niveles de alcohol en la sangre”. Asimismo, son varios los estudios que señalan conexiones entre la falta de sueño y problemas de salud que varían desde cambios en el comportamiento y en los niveles de estrés hasta mayor riesgo de desarrollar diabetes, obesidad y demás complicaciones a la salud. Aunque en constante desafío con las prácticas de la vida universitaria, el sueño puede – y debe- convertirse en una estrategia más para el aprendizaje eficiente y el aprovechamiento de la educación. Después de todo, como dijera Nietzsche, “el sueño es un arte complicado y para dominarlo hay que estar todo el día despierto”. Y como decía aquella diva de los niños boricuas, Burbujita, con su famosa melodía: “Durante todo el día, hemos estudiado. Vámonos a acostar porque mañana otro día será”.