En los últimos años la UNESCO, organismo cultural y educativo de las Naciones Unidas, ha desarrollado una fuerte campaña sobre la importancia de la educación como bien público y como derecho humano.
"Concebir la educación como derecho y no como un mero servicio o una mercancía, exige un rol garante del Estado para asegurar una educación obligatoria y gratuita a todos los ciudadanos porque los derechos no se compran ni se transan", ha señalado este organismo que defiende la paz y la justicia social en el mundo. En el estudio creado en su oficina regional en Chile titulado El derecho a la educación: una mirada comparativa se establece que, y cito:
Sabemos que el derecho a la educación no se reduce al acceso a la escolarización formal y tampoco consiste en una garantía que el Estado debe asegurar únicamente a los niños, niñas y adolescentes, puesto que se trata de un derecho humano que, por definición, todas las personas, independientemente de su edad, pueden exigir. La educación es entonces, además de una garantía individual, un derecho social cuya máxima expresión es la persona en el ejercicio de su ciudadanía; no se reduce a un periodo de la vida sino al curso completo de la existencia de los hombres y las mujeres.
La prestigiosa organización Amnistía Internacional también incluye la educación como uno de los derechos primordiales del ser humano y defiende la educación pública como un pilar sobre el que descansa la vida en sociedad.
Los educadores y los gobiernos tienen un gran reto en la era del conocimiento: el de lograr la equidad y con ello verdaderas democracias que atiendan la diversidad existente y logren la extinción de sociedades divididas social y económicamente. Por eso tenemos que colocar a la educación como uno de los centros en torno al cual debe girar toda sociedad justa y democrática, entendiendo esta última como aquella en que sus ciudadanos y ciudadanas participan vigorosamente en la toma de decisiones y tienen acceso a la salud, el trabajo, la vivienda, en fin, las condiciones esenciales para una vida decorosa. La unidad entre educación y democracia es indisoluble.
En Puerto Rico el clamor porque la educación puertorriqueña dé un giro que la sitúe en el centro del desarrollo social, económico y cultural del país ha sido expuesto por diferentes sectores que claman entre otras cosas, por una educación de calidad que esté despolitizada y que responda a las necesidades del pueblo.
El consenso es claro: los puertorriqueños y puertorriqueñas de distintas visiones políticas deseamos un sistema más efectivo de educación, bien administrado y una reforma pedagógica que redunde en mayores beneficios para Puerto Rico. La burocratización, así como la politización son los dos males que más afectan nuestra educación. Mejorar la calidad de la educación es ciertamente una de nuestras mayores preocupaciones.
Para conocer y evaluar nuestro sistema educativo es vital entonces que conozcamos algunos datos de la Isla y de su educación que constituyen el marco social de las instituciones dedicadas a la praxis pedagógica. Solo ello nos puede permitir aquilatar qué clase de reforma educativa queremos y de qué modo hacer que la educación no sea la sirvienta de las grandes compañías que aquí se asientan ni que obedezca a una visión neoliberal que ha comprobado ser la compañía ideológica de la nefasta globalización capitalista basada en la privatización de servicios esenciales y de la propia educación.
De acuerdo con los datos obtenidos por Orville Disdier, gerente de Proyectos Educativos del Instituto de Estadísticas de Puerto Rico, un 45% de la población de Puerto Rico se encuentra bajo el nivel de pobreza, es decir, gran parte de casi la mitad de la población puertorriqueña no tiene acceso a un capital cultural sin el cual tampoco accede a un nivel económico satisfactorio. Ese sector tiene una población de un 40 por ciento que no ha terminado la escuela superior, según indicara Linda Colón, destacada estudiosa del tema. También ha trascendido que en Puerto Rico el 30% de los estudiantes, de su población general, no se gradúa de escuela superior.
Los datos publicados por El Nuevo Día el 29 de julio de este año nos indican otros pormenores sobre la educación y la situación social de Puerto Rico. Hay 20,000 estudiantes menos que el año pasado matriculados en la escuela pública. Esto se atribuye a dos factores: la emigración del país debido a las circunstancias socieconómicas y la baja en la tasa de natalidad. “En siete años”, se destaca en la noticia, el Departamento de Educación ha perdido 100,000 estudiantes. Esto implica que se tendrá que contar con nuevas políticas públicas que tomen en cuenta este factor. Resulta desconcertante, no obstante, que no haya formas claras de medir la deserción escolar que se entiende como otro de los elementos que ha contribuido a la baja de la población.
¿Qué hacer ante estos retos que necesitan para tener una educación pertinente, y poder realizar una mayor inversión en la educación? Aquí analizaremos brevemente algunos puntos esenciales. Uno de los factores que debe generar un proyecto de urgencia es la tasa de analfabetismo existente en Puerto Rico. A pesar de que esta ha bajado un poco, todavía más de un 10 por ciento de la población es analfabeta y cerca de un 25 por ciento es analfabeta funcional, según información publicada por El Postantillano.
También esta situación repercute sobre la existencia de un estado democrático.Un país cuyo analbetismo es significativo no puede llamarse democrático, pues mantiene la exclusión al crear desposeídos del capital cultural, al mantener en la periferia a miles de puertorriqueños y puertorriqueñas, al sostener la ausencia del conocimiento necesario para la integración social y la realización de una vida plena. La democracia, como la viera John Dewey, no es solo una forma de gobierno sino una forma de organización social ética.
Otro de los problemas que no puedo dejar de mencionar es el de la enseñanza del español y del inglés que tanto debate ha causado siempre y que no ha sido atendido desde una perspectiva libre de política partidista. La enseñanza desde primer grado del inglés no ha tenido el fruto debido y queremos que lo tenga porque, además de ser una lengua internacional, es también la lengua de nuestra diáspora, al igual que la de otros miembros de hermanos países caribeños.
Por otro lado, el español debe ser protegido como lengua vernácula. Es imposible ignorar que el español es la segunda lengua del mundo en importancia y que forma parte de nuestro patrimonio nacional.
Democratizar el uso de la Internet también debe formar parte de la agenda educativa, tanto de la formal como de la popular, puesto que el conocimiento digital resulta imprescindible en el mundo contemporáneo al poner al alcance de los usuarios un rico caudal de información que facilita las investigaciones y las relaciones con educadores e investigadores de distintos países.
Por otra parte, es necesario recalcar que nuestro sistema político está inserto en un régimen colonial que se refleja en una educación que todavía conserva un carácter eurocentrista a pesar de los avances. Aboguemos por una reforma curricular que tenga sentido de identidad. Somos caribeños y latinoamericanos, por lo que nuestra educación debe reflejar esa circunstancia y lo que ella conlleva. Como educadores, como intelectuales, en nuestros cursos, debemos resaltar la enseñanza de un pensamiento crítico enmarcado en la realidad puertorriqueña que cuestione los saberes hegemónicos, la historia oficial y que problematice los materiales estudiados.
La función de la Universidad
La Universidad cumple una función seminal en el desarrollo de nuestra educación. La relación entre universidad y pueblo ha sido asumida por los universitarios que entienden que la academia tiene un compromiso social y ético con los procesos democráticos que deben regir al país. Esta postura no está reñida con la autonomía universitaria, sino que rompe contestatariamente con la visión de la universidad como una agencia de gobierno más en la que cada cuatro años cambian sus dirigentes según el partido que asuma el poder. La lucha por la autonomía universitaria forma parte de la expansión de esta institución en la vida comunitaria y del crecimiento de la democracia.
La autonomía se ha convertido en una mayor necesidad, en un detente de la demagogia política. Para que ésta se haga realidad se impone un cogobierno, la gestación de una nueva estructura que regule la universidad compuesta por universitarios –profesores, estudiantes y exalumnos- y que los puestos administrativos tengan al menos una duración de seis años para que no coincidan con los periodos eleccionarios. La más prestigiosa universidad de América Latina, la Universidad Autónoma de México, se rige por un cogobierno al igual que en el Reino Unido la Universidad de Cambridge goza de una autonomía excepcional, según expuso el estadístico y doctor en salud pública Luis Avilés en el artículo “Cogobierno universitario y maquillaje numérico”, publicado en 80 Grados.
Lo que sufrimos en los últimos años con la disminución de los fondos económicos de la institución, la presencia policiaca en la universidad, la merma de dinero para la investigación, el encarecimiento de los estudios, la pérdida de beneficios del profesorado fue enfrentado heroicamente por el estudiantado universitario, a quien le debemos un gran respeto y un sitial en el ejercicio de aportar a su destino, tanto como a los llamados no docentes que han librado batallas a favor de la equidad en el trabajo.
La transparencia en el manejo de los fondos públicos es imprescindible a todas luces. Si hay instituciones en donde tiene que existir una cultura de seriedad con respecto a sus finanzas esas son las educativas. Lamentablemente tenemos que trabajar en ese renglón que es base esencial del espíritu de la democracia. Lo que sucedió con los fondos del National Science Foundation en nuestro Primer Centro Docente fue verdaderamente indignante, pues socavó la confianza en los regentes de la universidad.
Por todo lo anteriormente expuesto es que proponemos lo siguiente en aras de contribuir a reformar la educación puertorriqueña: poner en práctica las políticas educativas de la UNESCO dirigidas a fomentar la diversidad y la pluralidad en el planeta; unirnos al proyecto de evaluación de PISA (Programa para la Evaluación Onternacional de Alumnos) y de la OREALC (Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe) para obtener un mayor conocimiento de las ejecutorias estudiantiles e integrarnos a la comunidad global; desarrollar una campaña masiva de alfabetización que empodere a nuestros miles de analfabetas y crear un fuerte sistema de evaluación nacional de la educación que sirva para rendir cuentas sobre el proceso pedagógico.
Otras recomendaciones son: consolidar la autonomía universitaria mediante el cogobierno; apoyar el Plan Decenal de Educación con el fin de despolitizar nuestro sistema de educación; iniciar los estudios de inglés en quinto o sexto grado, una vez el estudiante conozca con profundidad su lengua materna, lo que facilita la enseñanza del inglés; fortalecer los estudios de computación y la integración del Internet a los salones de clases; incluir en el currículo una visión plural de la identidad puertorriqueña que integre el conocimiento de nuestra diáspora y de las emigraciones dominicanas, cubanas y asiática que aquí residen e integrar la carta de derechos humanos a todos los cursos como eje rector de la cultura democrática.
Transformar la educación puertorriqueña y aportar a la democratización del País es una labor que requiere consenso, alianzas y voluntad de unidad para lograr la meta. La esperanza nace de la unidad, de la madurez del consenso, de la urgencia de salvar nuestro país de un mayor deterioro. Somos los universitarios los llamados a dar el ejemplo de concertación, de luchar por la educación pública, de la educación como un derecho humano y de convivencia democrática. Por eso en el día de hoy les convoco a que ayudemos a que reine el diálogo respetuoso en el País, a que defendamos una educación pública de calidad y gratuita como baluarte de nuestra sociedad, como el derecho humano que es y a que trabajemos la esperanza hoy, mañana y siempre.
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Este ensayo es una versión editada de la Conferencia Magistral que dictó la autora sobre este tema a principios de este semestre en la Universidad de Puerto Rico en Bayamón, donde funge como Catedrática Asociada.