Es sábado y el lobby del Centro de Bellas Artes (CBA) en Santurce está lleno hasta más no poder. A medida que pasa el tiempo, el espacio se sigue llenando de gente. Esta es una noche especial, una noche para celebrar el arte. Esta es la noche en la que el Ballet Nacional de Cuba nos regala su talento, esta vez presentando una de sus obras más aclamadas: Giselle.
Cuando todos estaban sentados en la Sala de Festivales del CBA las luces comienzan a bajar de intensidad y, al abrir el telón, se divisa lo que parece ser el medio de un campo y una casa. Un hombre entra corriendo, temeroso a tocar la puerta de la casa, es Hilarón el guardabosques, que para demostrar su inseguridad, comienza a bailar; a mover sus piernas de un lado al otro del escenario, como un vaivén de “toco la puerta, no toco la puerta”. Sus piernas, sus brazos, su cuerpo entero, se mueve al compás de la música con tal gracia que no hacen falta palabras para poder contar lo que está pensando, y es precisamente ese contar una historia a través del cuerpo lo que todos estamos esperando ver.
La historia se sigue desarrollando: la puerta a la cual Hilarón no se atreve a tocar pertenece a la casa de Giselle, joven campesina inocente y dulce, de quien él está enamorado. En el primer acto cuentan la historia de Giselle y cómo ella vive enamorada de Albrecht, quien le corresponde, pero está comprometido con la hija de un príncipe. Su madre, Berthe, la protege de este amor debido a su delicado estado de salud y por miedo a convertirse en una Wili –alma en pena que habita en el bosque al morir antes de llegar al día de su boda-. Al Hilarón descubrir el compromiso con Albrecht, jura desenmascararlo. Al Giselle descubrir la verdad de su amado, pierde la razón y muere.
Durante este acto, como era de esperar, el Ballet Nacional de Cuba demostró una vez más de qué están hechos. Y es que no es para menos, pues la dirección de esta pieza venía de la mano de la prima ballerina assoluta y directora del grupo de ballet, Alicia Alonso, una mujer que durante años ha sabido poner el listón bien alto cuando se trata de ballet, esta función no fue la excepción.
Si se debe escoger una palabra para poder resumir la esencia de la velada, y la que se daría lugar el domingo, es elegancia. Elegancia en el público, elegancia en la compañía de ballet- en cada aspecto del vestuario, en cómo un bailarín compaginaba con el otro en cada pas de deux, en cada mover de manos, cada vuelta, cada escena. El Ballet Nacional de Cuba es elegancia.
En el primer acto, mientras se narraba la historia de amor entre Giselle y Albrecht hasta que la protagonista llega a su muerte, el escenario estaba lleno de alegría. Cada bailarín vestía de colores y demostraba su alegría a través del baile, pero el segundo acto es otro cantar y, aunque un poco más sombrío, igual de impactante.
Giselle muere y se convierte en lo que su madre trataba de evitar, una Wili. Hilarón es atacado por el grupo de Wilis que vive en el bosque, haciéndolo bailar hasta morir. El grupo de espíritus tenía el mismo plan para Albrecht, pero el amor que Giselle siente por él, lo salva. En esta ocasión ya no hay campesinos alegres o vestidos vistosos. Solo son el bosque y las Wilis, haciendo que esta historia de amor tome un giro sombrío.
En este acto, no solo Viengsay Valdés se destaca como Giselle, sino que el grupo de Wilis –formado por el cuerpo de baile de esta compañía- deja bien claro el talento que tienen con cada coreografía que hacen juntos. El poder y el sentimiento que evocan en cada paso dejó al público sin palabras.
Este fin de semana, Alicia Alonso dejó una huella en Santurce y en el público, al verla salir antes de que bajara el telón, los presentes la abrazaron con un estruendo de aplausos como la recompensa de un trabajo bien hecho.