No es un cuento, por lo menos él nunca lo previno. Es una historia digna de ficción, parecería que sobrepasa la realidad. Hablamos de Franz Kafka y de la polémica que se ha intensificado en los últimos días entre Israel y Alemania por la disputa del manuscrito original de El Proceso, obra medular del autor checo. ¿La manzana de la discordia? Esther Hoffe, quien fuera la depositaria de los papeles de Kafka, los mismos que hasta el momento han permanecido ocultos. Esta anciana falleció en el 2007, a la edad de 102 años. En vida fue la amiga íntima y secretaria de Max Brod, el agente literario de Kafka, quien también fue el encargado de recopilar los manuscritos del checo para trasladarlos a Israel mientras escapaban de los nazis. Sucede que al morir Brod, le deja a Hoffe un sinnúmero de papeles y manuscritos, en los que había también cientos de cartas, con la condición de que los entregara a la Biblioteca Nacional de Jerusalén, a la Biblioteca Municipal de Tel Aviv o a otro archivo público en Israel o en el extranjero. Como es de prever, Hoffe hizo caso omiso de la petición de Brod y en vida lo único que hizo fue esconder los manuscritos y venderlos en subastas anónimas. Una ambiciosa Hoffe comienza a vender todo al mejor postor, y es en una de estas subastas anónimas en donde vende el manuscrito de El Proceso. Para formarnos una idea del lucro desenfrenado que Hoffe obtenía constantemente de estos manuscritos: una carta de amor de Kafka se vende por 25,000 euros. ¿Dónde se encuentra en la actualidad el manuscrito de El Proceso? Descansa en el Archivo de Literatura Alemana de Marbach, y es que mediante una subasta anónima realizada en el año 2008, fue adquirida por este archivo a una suma récord de nada más y nada menos que 132 millones de euros. Es por eso que las autoridades israelíes luchan porque se les entregue el manuscrito de la venerada obra, ya que Brod así lo había dispuesto a la hora de hacerle entrega de los papeles a Hoffe. La historia no acaba aquí. Las autoridades alemanas no han hecho más que fungir como ficha de tranque en toda esta disputa, no dan su brazo a torcer. Para colmo de males todavía continúan ocultos manuscritos del aclamado escritor checo en manos de dos ancianas de nacionalidad israelí: Eva y Ruth Hoffe, hijas de Esther Hoffe, a quienes su madre les dejó gran parte de los papeles de Kafka y que todavía continúan sin ver la luz. Ambas hermanas están ahora a la espera de que las autoridades israelíes les permitan tener nuevamente los papeles que les entregó su madre, pues el caso llegó a altas instancias judiciales. Es el cuento de nunca acabar con el legado de los escritores. Mas este relato no se sabe cómo va a acabar. Es probable que tenga un final sorprendente, digno de un cuento del célebre autor en disputa. Sólo queda esperar.
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