En días pasados se publicó una columna del representante Ricardo Llerandi Cruz en la que propone que se indique en la etiqueta si un producto alimenticio ha sido modificado genéticamente. Señala que en Puerto Rico, no hay ningún reglamento que obligue que se le informe al consumidor el origen de su compra. Pero el escrito no comenta sobre la importancia o problemas que esto productos puedan traer.
Por cientos de años, los agricultores y los científicos, han seleccionado vegetación y métodos reproductivos particulares, para obtener plantas con unas características deseables. Esta ha sido la práctica, por ejemplo, cuando se quiere sembrar plantas de maíz que produzcan mayor número de mazorcas, de mayor tamaño y mayor número de granos. Esto se traduce en una mayor productividad de alimento por cuerda de terreno en un planeta en donde se están reduciendo las áreas de sembrado por la expansión urbana.
Sin embargo, este es un proceso largo, costoso y tedioso y en algunas especies de plantas el proceso ha tomado muchísimos años. Hoy en día este proceso se ha acortado significativamente mediante la ingeniería genética. Esto se logra introduciendo genes en las plantas. Estas plantas modificadas genéticamente, se les conocen como transgénicos. En este proceso, se puede introducir en una planta genes que necesariamente no son típico de esta. Estos genes pueden permitirle a la planta, aumentar su productividad, su valor nutritivo, resistir periodos de sequía, bajas o altas temperaturas e inclusive resistencia a enfermedades y a la depredación por parte de insectos. Además, actualmente, se está utilizando la ingeniería genética para, producir medicinas, vacunas, productos industriales y hasta biocombustibles.
No obstante, no todo parece ser color de rosa y existen serias preocupaciones sobre la producción de plantas transgénicas y su efecto en el medioambiente y en nuestra salud. Se teme que plantas transgénicas puedan hibridar con plantas silvestres por transferencia de polen. Además que estas plantas, con nuevo vigor, se conviertan en malas yerbas invasoras. Hasta el momento este fenómeno no se ha observado.
También hay preocupación del efecto que puedan tener estos transgénicos cuando sean ingeridos por animales, particularmente, silvestres. Sin embargo, granos transgénicos, como la soya son utilizados, comúnmente, en el alimento de vacas, cerdos y pollos, sin que se haya notado en estos ningún efecto negativo o en aquellos de nosotros que los ingerimos.
Por otro lado, varios científicos han indicado que algunos alimentos producidos mediante ingeniería genética pudieran ser tóxicos para los humanos. Un experimento en donde se alimentaron ratas con papas transgénicas, causó daño en la mucosa de su tracto intestinal. No obstante, nada similar ha sido informado en los humanos. Otra preocupación, es que se aumente las reacciones alérgicas a varios tipos de alimentos. Un proyecto para producir guisantes transgénicos con resistencia a la depredación de algunos insectos fue abandonado cuando se encontró que los guisantes producían alergias a ratoncitos de laboratorio. Finalmente, no se sabe que efecto tendrán los transgénicos en la vida silvestre o en nosotros a largo alcance.
No podemos terminar este artículo sin indicar que la producción de alimentos transgénicos es estrictamente regulada por la Autoridad Europea para la Producción de Alimentos Seguros y en los Estados Unidos por la Administración de Drogas y Alimentos. Como consecuencia, cada planta transgénica antes de ser comercializada pasa por una amplia gama de rigurosas pruebas. El consenso de los científicos y de la Organización Mundial de la Salud es que los transgénicos en actual uso no son nocivos para la salud. Esto no le resta méritos a la propuesta de que en la etiqueta de un comestible se indique si este contiene componentes transgénicos. El público debe tener la mayor información posible de todo aquello que considere consumir.
El autor es profesor del Departamento de Biología de la Universidad de Puerto Rico en Humacao.