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Gregorio Samsa se convirtió en un insecto mientras dormía. Metamorfosis insólita la del personaje de Franz Kafka que, aunque su discurrir profundamente humano, nos fuerza según la idea de Samuel Taylor Coleridge a suspender la incredulidad a lo largo del relato que nos describe un cuerpo de hombre entroncado al de un animal. Distinto al Spiderman de la mitología contemporánea de Stan Lee y Steve Ditko —joven, superhéroe y salvador de desvalidos y atropellados— Gregorio es la imagen del hombre despreciado y temido. El personaje de Kafka es un absurdo escueto que encuentra la muerte como resultado de su transformación física en la soledad abismal de una habitación. Rafael Trelles contraviene la prohibición de Kafka de ilustrar el insecto, expresada a su editor Kurt Wolf en 1915. Trelles no fija a Gregorio, el monstruo, en una imagen única sino que le recrea en diecinueve montajes digitales impartiéndole la grandeza y dignidad del Gregorio literario. Las variantes fotográficas de la exposición titulada Samsa, que se muestra en el Museo de Arte Contemporáneo de San Juan, tienen un formato grande en los que la luz y la sombra ocultan el punto de arranque de la manipulación y el trucaje digital. En una de las fotografías es Samsa un bello kouro halado con luminoso cuerpo. Rodeado de la negritud de un fondo que parece terciopelo, este hombre con alas no vuela, se apoya sobre sus manos y piernas como un cuadrúpedo. Samsa, en otro montaje fotográfico, vuela sobre una ciudad mostrando un torso fornido y extremidades de artrópodo. Contrario a los héroes de los comics, el Samsa fotográfico no parece un ser con poderes sobrenaturales como resultado de su hibridez, sino la unión de partes de distinta naturaleza, sumándose la extrañeza al límite de su belleza. Gregorio es también un Ícaro, entorchado su cuerpo como el de un bailarín, que no parece rebasar la gravedad en una caída lenta registrada por la cámara entre los muros de edificios grises. La fotografía se ha concebido como el registro del presente y el esfuerzo de una técnica de arrebatar la realidad de la muerte. El Gregorio kafkaiano, descubre su metamorfosis al inicio del relato y al final encuentra su muerte. La fotografía de Trelles eterniza y concretiza a Samsa fijando sus posibles imágenes y a la vez es ella agrandada en sus posibilidades poéticas. Susan Sontag apunta que la fotografía nos da una evidencia visual, una prueba incontrovertible de que algo o alguien existe. No obstante, un fotomontaje de lo imposible es una alteración de la realidad. Su naturaleza es contraria a la del espejo, aboga por la obviedad del trucaje. La pieza Samsa 17 del artista Rafael Trelles. Mucho se ha escrito sobre la relación de Franz Kafka con los personajes que creó a pesar de su esfuerzo por ocultarlo. Pareciera que el agudo sentimiento de enajenación que le aquejó le unía a sus personajes. Ese sentimiento se describe en su diario con la comparación de su persona a un insecto. De igual manera concibe a Gregorio Samsa, personaje que repele por el asco que produce en quien le mira. Es significativo el uso del término insecto por Kafka, palabra derivada de insectum que quiere decir animal con cuerpo dividido. En griego se denomina entomon, animal que tiene una partición. El insecto como metáfora de la identidad escindida, la del hombre judío, despreciado, degradado socialmente y convertido en el problema de Occidente, trasciende en los cuentos de Kafka al identificarse con aquél privado de libertad y dignidad. El escritor expresa con fuerza visionaria la condición de miles de seres humanos, una situación en sus cuentos que no parece tener un atisbo de esperanza. El individuo separado de la comunidad y enajenado de sí mismo lucha una batalla contra una realidad que se impone absurda. Las malformaciones, las partes carentes de gracia– compendio de horrores y fealdad de lo inhumano en el Gregorio Samsa de Trelles, no ocluyen la belleza que irradian las luces y sombras de los fotomontajes. Esta, quizás, sea la cualidad distintiva de la exposición: la conjunción de lo bello con lo siniestro. Según Eugenio Trías: “lo siniestro constituye condición y limite de lo bello. En tanto que condición, no puede darse efecto estético sin que lo siniestro esté, de alguna manera, presente en la obra artística. En tanto que limite, la revelación de lo siniestro destruye ipso facto el efecto estético”.1 Lo bello y lo siniestro en la obra de Trelles se manifiestan en la sutileza formal y la extrañeza escueta del cuerpo compuesto. El poder desbordante de la luz y la sombra compite con los cuerpos entroncados que en una primera mirada parecen familiares para luego mostrarse inquietantes. Una sensación de espanto deviene junto a la admiración que suscita la fuerza de la imagen. El efecto estético mantiene un balance con la extrañeza no dejando estallar por completo lo que debe estar oculto. La autora es profesora de Historia y Teoría del Arte Contemporáneo en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras