Comparo a El Jeremías con un atleta en una carrera. Comienza la carrera con mucha fuerza. Poco a poco, pierde su energía e intenta arrastrarse hasta la meta. La producción mexicana sobre un niño superdotado deja mucho que desear. Decisiones creativas de parte del director y temas interesantes no impiden que un libreto poco desarrollado convierta la película en un ejercicio de paciencia para determinar cuánto tiempo puede aguantar el público.
El largometraje comienza presentándonos a Jeremías y su familia. Jeremías tiene ocho años y es considerado un paria por todos en su alrededor a causa de su curiosidad y deseo de aprender. Su familia es una muy tradicional de clase media que no entiende las necesidades intelectuales de su hijo. El niño descubre que es superdotado gracias a un amigo con quien juega ajedrez, una de las pocas personas que se esfuerzan en crear un “bond” con él. Con la revelación de su condición, el niño se autoimpone la presión de decidir que oficio ejercerá, para poder así pasar a la historia como uno de los genios más celebrados.
La familia del joven y su cultura son los aspectos más interesantes del filme. Los miembros de la familia contrastan con el joven en su amor por las telenovelas, la sodas y las discusiones sin razón. El padre ni sabe qué es ajedrez. El machismo del padre impide que la madre del niño regrese a la escuela para lograr su meta de terminar la escuela superior para enorgullecer a Jeremías. Esta ignorancia y falta de educación de estos personajes se convierte en algo caricaturesco, la familia se proyecta como una imperfecta y real.
La música del filme es un arma de doble filo porque mantiene el filme liviano, pero evita que el público se enfoque en los temas serios como la disincronía emocional de los dotados, el machismo, el ‘bullying’ y hasta el suicidio que esta presenta. La banda sonora de Camilo Froideval consiste en canciones de rock interpretadas con instrumentos tradicionales mexicanos. Canciones como Smoke on the Water de Deep Purple y Whip It de Devo son agradables, pero transforman escenas de ‘bullying’ del chico de ocho años en episodios de comedia. Es una decisión audaz de parte del director, Anwar Safa.
Safa utiliza bien sus recursos, de la cinematografía y el uso del ‘slow motion’, pero su buen trabajo en dirección no logra vencer que el filme está basado en una historia y guión demasiado simple.
Ana Sofía Clerici aquí participa con su primer libreto para un largometraje y su inexperiencia es evidente. Luego que conocemos a la familia y Jeremías es “diagnosticado” como superdotado, la película pierde su rumbo. La segunda mitad es una serie de episodios en la vida del niño que se vuelven algo repetitivos y predecibles. El libreto tampoco incluye momentos que retan las destrezas de los actores. Todos están bien en sus roles, sin embargo, ninguno impresiona. Esto incluye al joven protagonista Martín Castro. El libreto no desafía al carismático actor, y no vemos su talento totalmente.
El Jeremías funcionaría mejor en televisión. Los personajes, los temas y la cultura que nos expone el filme son geniales, pero estos son sofocados por el guión de Clerici. Su guión, como ejercicio de paciencia, logró desespérame por más de media hora. Es una película relativamente corta con solo 95 minutos de duración, pero estos se sienten eternos.