Por: Amanda Díaz de Hoyo
Los logros se ven, poco a poco, para mejorar la calidad de vida de nuestra sociedad. En algún momento escuché decir que había que unir voluntades para que se lograran cambios. Precisamente esto lo viví en días recientes cuando vi el sentir de empresarios privados, agroempresarios y estudiantes de la UPR de Carolina, al anunciar los resultados de una alianza de apoyo a estos últimos. El Mesón Sandwiches, que es una empresa nativa, presentó parte del menú Meso Creaciones del Chef, con recetas de estudiantes de artes culinarias.
Para ello, se convocó a un concurso de recetas entre estudiantes de esta institución, con el apoyo del Departamento de Agricultura local, pues parte de los requisitos era el uso de productos cultivados en Puerto Rico. Entre estos productos, están el queso del país La Esperanza, las cebollas, los tomates, el mesclun, las vinagretas de guayaba y tamarindo producidas localmente, así como el pan utilizado.
Todo bien en este esfuerzo interesante y presentado por Felipe Pérez Grajales, presidente de El Mesón, y por el rector de UPR Carolina, Moisés Orengo.
Desde la perspectiva de la evolución agrícola y académica, me pareció genial que la integración de diferentes disciplinas estén rindiendo frutos pero más aun, cuando se trata de la agroempresa, entra un componente adicional: la tierra. Entonces la Universidad de Puerto Rico tiene una obligación mayor desde la perspectiva de las Ciencias Agrícolas y de la Administración de Empresas, disciplinas que están entrelazadas cada día más por el cambio de percepción que hay en las nuevas generaciones de lo que es agricultura.
Aunque he estado sumergida en este tema desde hace varios años, el cambio que ha dado la visión joven de lo que es agricultura lo defino como un estilo de vida en tres vertientes. De hecho, esta apreciación la pude compartir con la Secretaria de Agricultura, la doctora Myrna Comas, en una visita al campo.
La imagen del agricultor moderno que tengo dista mucho de lo que se presenta en libros históricos. Tienes a jóvenes luchadores, hombres y mujeres que se valen de la tecnología y los teléfonos inteligentes para adelantar tareas de la finca. Tienes un grupo de jóvenes con amplia preparación académica que ven la finca como un negocio rentable. Otros, han heredado pedazos de tierra y ante la falta de empleo y oportunidades, ven la agricultura como gran posibilidad de desarrollo, máxime cuando estamos rezagados en la producción. A parte de estos dos grupos, defino otro, el que decide ser agricultor porque es un estilo de vida sano, produce sus alimentos de manera orgánica, no está encerrado en el estrés de una oficina, y sus cuatro paredes están a la intemperie. Aquí vemos cómo la visión de un jíbaro –evoco pintura de Ramón Frade en las artes plásticas y la de El Gíbaro de Manuel Alonso, en la literatura del siglo 19—se ha transformado por completo. Ahora hay unos noveau jibaros, que mezclan la sabiduría académica, integran otras partes de la sociedad a su faena diaria –como a los estudiantes de artes culinarias, a sus profesores, y a todos los cocineros y chefs locales—para tener productos de calidad. Con este estilo de vida, comprando los productos locales, incentivando el negocio con capital criollo, estamos viviendo no solo un estilo boho y de noveau jíbaroa mucho orgullo y honra, sino que creamos una nueva identidad de gente que vive orgullosa de sus raíces. Es tiempo de que nos unamos para apoyar a empresarios, estudiantes y agricultores en estos juntes.
La autora es profesora en el Departamento de Educación Agrícola del Recinto Universitario de Mayaguez. El texto fue publicado originalmente en su blog.