Un vaquero y rebelde lucha por los derechos de los pacientes de SIDA en la década del 1980
Mientras en un pequeño estadio vaqueros montan toros salvajes sin silla para un espectáculo de rodeo, un hombre flaco y bigotudo tienes relaciones sexuales con dos chicas. La yuxtaposición de escenas y cuerpos, el del animal atrapado que brinca enfurecido y el del trío sudoroso, pone la fragilidad del cuerpo humano en tarima. El protagonista del filme, Ron Woodroof (Matthew McConaughey), un macharrán sureño, altanero, homofóbico pero sorprendentemente simpático, comparte esta escena de libertinaje sexual con dos chicas raquíticas, probablemente adictas y prostitutas. Luego, cuando el protagonista descubre que ha contraído el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), recordamos junto a él episodios de sexo, alcohol y sustancias controladas como la escena antes descrita, brindado sentido a la yuxtaposición.
Punzante y muy humana, Dallas Buyers Club cuenta la historia verídica de Woodroof, hombre que con un diagnóstico terminal de treinta días, lucha para sobrevivir por casi una década y ayuda a una comunidad condenada al ostracismo por tener la enfermedad en el conservador estado de Texas durante los primeros años de la crisis del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y SIDA.
McConaughey es verdaderamente perfecto para el rol. Sus encantos de bonachón sureño hacen de una historia funesta una más fácil de tragar. Además de él, otros dos actores del elenco logran destacarse con roles secundarios. Jared Leto es discreto en un papel que en manos de un actor con menos control, sería trillado. Éste encarna a Rayon, el travesti que adentra al personaje de McConaughey en la subcultura gay de la ciudad. Juntos, Woodroof y Rayon crearon el “buyers club” del título, organización por la que venden a esa misma subcultura medicamentos para combatir los síntomas del SIDA, fármacos que existían en otros países pero que en aquel momento no eran aprobados en los Estados Unidos por la Administración de Drogas y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés). La actriz Jennifer Garner es creíble como la doctora que atiende a Woodroof cuando es diagnosticado y eventualmente se une a su misma causa, atravesando conflictos éticos que ponen su carrera en peligro.
Dallas Buyers Club a veces pierde el hilo cuando presenta el arco dramático de Woodroof, ya que faltan piezas de la transición entre su principio como típico sureño homofóbico hasta su fin como verdadero activista. También sobre simplifica un poco los intereses capitalistas de la industria farmacéutica que tanta influencia tenía sobre el proceso de investigación científica en la búsqueda por la cura de la enfermedad. Aunque es larga y tortuosa, Dallas Buyers Club sale airosa por su enfoque en el espíritu triunfador de su protagonista.