El Malpensante nació hace 18 años. Un viernes. Un día de brujas.
La revista literaria surgió en Colombia como una invitación al caos. Un permiso para destruir los espacios comunes —lo dicho y lo predicho— y para construir nuevos terrenos, poco explorados, desde donde experimentar las oportunidades de riesgo, juego y crítica del periodismo literario.
La crearon dos escépticos. De esos irremediables que no se tragan fácilmente el cuento. Uno de ellos, Mario Jursich Durán, 50 años, editor, junkie literario, amante de la salsa, traductor, curioso insaciable, conversó con Diálogo sobre la trayectoria del proyecto que cumple la mayoría de edad.
Destruir
Mario Jursich Durán chocó casi por casualidad con el mundo de la edición. Había abandonado su ciudad natal Valledupar, la cuna del vallenato, para estudiar Filosofía y Letras en la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá. Sabía que no quería ser profesor. Comenzó a trabajar en un museo sobre la vida cotidiana de Colombia del siglo XIX. El golpe de suerte se dio cuando la editora se ausentó. Tuvo que reemplazarla. En la pila de hojas, despertó un deseo.
En aquel entonces, la edición no se estudiaba, “era algo intuitivo”, intenta explicar Mario desde el otro lado del teclado. Se empezó a interesar por las pasiones conexas al oficio, por la filología, la gramática, la técnica. Empezó a devorar manuales de estilo. Se leyó textos y diarios de escritores a los que admira – el italiano Roberto Calasso – y con quienes discute – el catalán Carlos Barral.
Hace 18 años, Jursich trabajaba en Tercer Mundo Editores. Le llegó a las manos un libro de Andrés Hoyos para editarlo. No eran amigos. “Durante el proceso de edición, que fue infernal, porque teníamos ideas muy contrapuestas, descubrimos paradójicamente que teníamos muchísimas afinidades”, recuerda. Ambos eran anglófilos, compartían un mismo punto de vista sobre la situación de la cultura en Colombia, admiraban el periodismo norteamericano, y ambos habían fundado revistas frustradas.
Por aquel entonces, Colombia experimentaba la práctica desaparición de todos sus suplementos culturales. Se redujeron los espacios para publicar literatura y traducción. Se recurrían a los mismos temas repetidos de narcotráfico, política, espectáculo y deportes, dejando un mundo de información en los márgenes. Y se empezó a limitar el espacio para las palabras.
“El origen es claro. Siempre hubo una separación entre marketing y redacción, pero a mediados de los noventa, la publicidad toma el control…por razones caprichosas, decidieron que el público no leía textos largos”, explica. Esto provocó el rediseño de los periódicos y la reducción de espacios para todo tipo de género. Hasta el sol de hoy. En la prensa convencional de Colombia, se han reducido por completo los textos largos. “En algunos casos, esa inmersión a profundidad es necesaria para entender ciertos matices”, señala sin lugar a dudas.
Allá en 1996, el dúo sentía mucho escepticismo a que todo eso fuera cierto. “Mucho del propósito de la revista fue poner a prueba un montón de sabiduría”, comparte. Inspirados por la visión cosmopolita, lenguaje seductor y no académico, y espíritu crítico de revistas norteamericanas como The New Yorker, Atlantic Monthly y Harper’s, Jursich y Hoyos se dispusieron a crear una revista.
“Muchos proyectos culturales nacen con un inmenso entusiasmo, creatividad e ideas, pero apenas empieza a faltar el dinero, que pasa muy pronto, se van las ganas”. Para prevenir ese destino, lo primero que hizo el dúo literario fue conseguir los fondos y delinear un período de prueba de tres años para afincar el proyecto. Entonces, se saltaron las reglas. Burlaron los manuales. Experimentaron. Publicaron textos de 8,000 palabras. No le pusieron títulos a la portada. No celebraron las efemérides.
La revista casi se llamó Cave Canem, proverbio latín que significa “Cuidado con el perro”, pero un nombre latín les pareció demasiado pretencioso. Al final, se decantaron por el título de un libro de aforismos escrito por el italiano Gesualdo Bufalino, a quien Jursich había traducido. “El Malpensante trata de combinar la tradición del escepticismo con la tradición del humor. Una especie de crítica sonriente”.
Construir
Una vez la revista salió en 1996, los deconcertó que su más activo público fuera predominantemente joven. “Lo que más resienten las personas jóvenes es que se les trate como a menores de edad. Nunca tuvimos un espíritu condescendiente. La revista quiere ser un reto para los lectores, y quienes responden con más entusiasmo a ese reto, han sido los jóvenes”, explica. “Lo que nos sorprendió es que el público fuera tan joven”, enfatiza. “De 16, 17 años”, añade. “Nos quitó todos los prejuicios que teníamos sobre la gente de esa edad”.
El lema durante un tiempo fue "La lectura es la madre de todos los vicios". Ahora, lee “Lecturas paradójicas". "A mí me gusta que la gente cuando abra El Malpensante se sienta extrañada de que temas tan dispares puedan convivir uno al lado del otro sin ningún tipo de ruido. Lo que cohesiona a la revista no son los temas, sino los enfoques”.
Para mantener esa cualidad desconcertante, ese espíritu impredecible que hace que cada nuevo número de El Malpensante sea una sorpresa para el lector, Jursich alega que ha sido imprescindible mantener la curiosidad propia de todo el equipo de trabajo. Arrastrado por la curiosidad ha llegado a lugares impensados en los que nacen temas frescos. También, cuenta con escritores jóvenes. “La gente joven comete muchos errores pero aportan inmensa vitalidad y señalan muchas cosas que uno no ve”.
Jursich, que cree en el texto, no en los nombres, lee todo lo que llega a su buzón. “Siempre trato de buscar con lupa la originalidad donde quiera que esté…una revista tiene la obligación de buscar lo innovativo”. Para Jursich, escribir es un acto de hipnotismo. “A mí me gusta la escritura seductora y vigurosa…Me gusta la gente que se aparta de los convencionalismos y que se arriesga a tener opiniones muy a contramano, pero bien fundamentadas”.
En El Malpensante también existe un diálogo conceptual entre la ilustración y el texto. “En muchas partes, la ilustración se considera simplemente adorno, como un espacio que permite respirar del texto. En El Malpensante, la ilustración es parte de la información que se ofrece, y se trata con la misma seriedad”. Todos los jueves en la tarde reciben portafolios de ilustradores que quieren trabajar para la revista. Aún así, el director de arte Ignacio Martínez Villalba y su asistente Elizabeth Cruz Tapias, se mantienen en una búsqueda constante de ilustradores alrededor del mundo. Han colaborado con rusos, chinos, norteamericanos, italianos, colombianos, múltiples nacionalidades.
Entre ese gusto por la ilustración conceptual y el texto vigoroso, también respira el pulmón informativo. El Malpensante ha dirigido la mirada a muchos espacios e ideas, aportando así al campo del periodismo. Ha ganado seis veces el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en Colombia y ha llegado finalista en el Premio Gabriel García Márquez.
Un periodismo irreverente, que permite el error, que fusiona géneros y estilos, siempre con una mirada fresca, es lo que sobresale en El Malpensante en contraposición con los medios convencionales. “En la revista, asumimos el riesgo de equivocarnos. Hay cosas que no puedes descubrir si no te equivocas. Esa es otra cosa que el periodismo abandonó. Le teme de manera desaforada al ridículo”.
Además, por los temas repetidos y lugares visitados una y otra vez, Jursich considera que el periodismo tradicional ha perdido capacidad de sorpresa. “Parte de lo que ha arruinado muchos proyectos periodísticos es que antes de leer el título, o con solo leer la entrallida, puedes adivinar lo que te van a decir. Me gustan los autores que no tienen reflejos automáticos, que dan visiones honestas e inesperadas sobre un tema”, dice.
Hoy
Mario Jursich estuvo en Puerto Rico este mes. Como invitado del Festival de la Palabra, participó en charlas en las que, con la voz pausada y el semblante en calma, destacó por su desdén hacia la oscuridad académica, su irreverencia y su búsqueda de miradas frescas y honestas. A primera vista, reservado. Guarda un semblante serio. Pero cuando ríe, ríe mucho. En sus paseos por la zona colonial, se fijó en el empedrado azulado de las calles del Viejo San Juan y en la historia ilegal del pitorro. Bailó salsa en el Nuyorrican Café —no en balde publicó su libro ¡Fuera zapato viejo!, dedicado a la historia de la salsa en Bogotá. Se propone experimentar las Fiestas de la Calle San Sebastián.
Al igual que su mirada inquieta que se fija en el color de las piedras, las historias de El Malpensante salen de todos sitios. De un caserío a orillas del Río Cauca al que durante más de 70 años, llegaban arrastrados por la corriente los cadáveres de gente asesinada que habían tirado al mar. De un torero inglés, “malísimo”, que abandonó todo por su pasión de matador. De un escultor colombiano que trabaja con piedras de los ríos quien para conseguir su materia prima, debe realizar toda una “expedición militar”.
En esta trayectoria de casi dos décadas, que en el mundo de las revistas literarias que nacen de cero representa un tiempo sustancial, Jursich confiesa que ha tenido que abandonar sus propias convicciones para ceder al fenómeno de El Malpensante. “Empecé siendo un editor muy formalista”, admite. A veces editaba un texto hasta dejarlo irreconocible. Sin embargo, ha descubierto en los defectos formales una cualidad perdurable y honesta. “Prefiero la imperfección dinámica a la perfección artificial”, suele decir.
Para Jursich, todo el equipo de trabajo, edición, redacción e ilustración ha logrado realizar la mejor revista dentro de los recursos que tienen. Sin embargo, de no tener limitaciones financieras, a Jursich le gustaría realizar más trabajo de reportería larga. También le gustaría mandar a los periodistas de viaje para que, por ejemplo, develen qué ocurre en las isla inexploradas del Caribe, o hacer reseñas de libros, “forma de crítica que ha prácticamente desaparecido”, o sencillamente “encargar disparates”, como una crónica de los viajes pagados al espacio.
Por el aniversario 18, El Malpensante hará una edición especial: un remake de la primera edición, que vio la luz en 1996, y rehacerla como si hubiese salido hoy. El diseño será dramáticamente diferente. Se rescatará una colección de cartas del escritor colombiano de culto Andrés Graiseido que no se encuentran en la red, y también reapnarecerá el único cuento que ha escrito en su vida el periodista Antonio Caballero. En esa edición especial, se publicará un texto absolutamente desconocido de Gabriel García Márquez, anuncia Jursich con evidente entusiasmo.
Para celebrar los 18 años de El Malpensante, aquí dejamos textos recomendados para integrarse a toda una generación de lectores que saben lo que es 'ser malpensante': “una marca de placer literario; una ventana para acceder a miradas particulares y profundas de la cultura; una firma editorial innovadora, una garantía de calidad y credibilidad”.
Textos recomendados
Un artículo (de Jursich): “Reglas quebrantables para periodistas literarios” por Mario Jursich Durán (2001)
El término periodismo literario es ambiguo y a menudo la causa involuntaria de muchas confusiones. Nada raro, por lo demás, en un género que tiene un pie en la ficción y otro en la notaría. En el prólogo a Literary Journalism, el curtido periodista americano trata de poner los zapatos en ambos lados de la línea.
Uno recomendado (por Jursich): “El pistolero viejo” por Andrés Burgos
Un amor no correspondido por el cine llevó a García Márquez a fundar en Cuba la Escuela de San Antonio de los Baños. Allí lo conoció un joven escritor colombiano, testigo de su faceta de narrador repentista y héroe de westerns imaginarios camino hacia el ocaso.
Un relato: “El rumor de tu presencia” de Luis Miguel Rivas (2011)
El ronquido no goza de una gran tradición literaria, pero sin duda puede espolear la imaginación –como en este relato– hasta un límite insospechado.
Una crónica:“El secuestro de la chiva” de Alejandra Samper (2013)
A los 74 años, Guillermo “la Chiva” Cortés fue sacado de su finca y secuestrado por las FARC. A lo largo de ocho sesiones, narró toda la incertidumbre, los padecimientos y el trato cruel de los guerrilleros durante los 205 días de su retención en el año 2000. Finalista del Premio Gabriel García Márquez.
Un perfil: “Ya no será ya no: Un perfil de Idea Vilariño” por Leila Guerriero (2010)
Vivió y amó intensamente hasta los 89 años. Murió en abril de 2009, cuando ya todos se habían muerto. Dejó 300 páginas de poemas y la pulcra certeza de que fue una de las grandes –grandes– poetas del siglo XX en lengua española.
Un ensayo: “Sobre el fenómeno de los trabajos de mierda” por David Graeber (2013)
Según un célebre economista británico, hacia finales del siglo XX todos estaríamos trabajando menos de 15 horas a la semana. Esto no ocurrió. En cambio, muchas personas tienen ahora trabajos excesivos, inútiles, frustrantes. ¿A qué se debe este fenómeno?
Una entrevista: “Mostrar un mundo que ya no existe” por Ricardo Abdallah (2008)
Esta charla a distancia con el exreportero Dominique Lapierre tres años después de la muerte de su compañero Larry Collins, recibió el Premio Simón Bolívar de este año a mejor entrevista. En hora buena y felicidades a nuestro colaborador Ricardo Abdahllah.
Uno de cine: "El bueno, el malo y el multiplex" por Mark Kermode (2011)
¿Existe alguna razón para que las películas taquilleras tengan que ser estúpidas? De Pearl Harbor a El origen, un afilado crítico cuestiona a fondo el estereotipo.
Uno popular: “El proletariado de los dioses” por Paul Britto (2010)
Entre vapores de sudor y óxido, un gimnasio popular de Barranquilla –un Olimpo de barrio– es el escenario de la disputa diaria entre un montón de héroes líchigos y la ley de la gravedad.
Uno literario: “Escritor hasta la muerte” por Sergio Ramírez
A un año de su fallecimiento, estas palabras de un amigo retratan a Tomás Eloy Martínez en la tarea que lo ocupó hasta el final de su vida: crear ficciones, como una manera de reescribir la historia.
Un decálogo: “Consejos para un joven que quiere ser cronista” por Alberto Salcedo Ramos (2011)
Si no eres porfiado, olvídalo. Te dirán que no hay espacio, ni dinero, ni lectores. En vez de perder tiempo quejándote, pon el trasero en la silla como proponía Balzac. Y cuando empieces a trabajar escucha el consejo de Katherine Anne Porter: no te enredes en asuntos ajenos a tu vocación. A un narrador lo único que debe importarle es contar la historia.