La cultura caribeña es esencialmente visual. Las imágenes rutinarias inundan nuestro entorno como un fotoplasma averiado que parpadea con un eterno hipo en la mirada. Suena complejo, lo sé, y lo es, sobre todo cuando esas mismas imágenes están en movimiento constante; son reflejo de este atropellado fluir de nuestra cotidianidad; de ese sobrexceso de realidad al cual nos enfrentamos diariamente. Merece que le demos, entonces, una especial atención al concepto de movimiento visual que tan particularmente se desenvuelve en estos espacios dentro de la estética del video arte isleño como espejo de la cosmovisión de estos tiempos donde sobrevivir es un arte. Lo que me recuerda la pieza de video arte de Alia Farid + Esteban Gabriel titulada “Juntos salimos a flote”. En la misma la supervivencia comunal debe enfrentarse mediante la acción: acción de lanzarse al mar, acción de construir la balsa, la acción de navegar. La metáfora del acto se materializa en la construcción, lanzamiento y navegación del monstruo echado al mar. En este vídeo, la gente de La Perla en San Juan, junto a los realizadores, construyen una balsa gigantesca en forma de monstruo marino (hecha de contenedores azules y canastas rojas para cuartillos de leche) que lanzan al mar. Un monstruo en sentido literal, porque como un armazón de madera (en este caso de plástico) para guarecer a los soldados en la panza de un caballo, este monstruo, con cabeza, cuerpo y cuello de dinosaurio marino, culipandea su colosa forma sobre la furia de las olas en las orillas del Atlántico frente a La Perla. Tal así, aparecen el surfista nativo del barrio con sus tenis y su tabla roída o la niña que se tira al merodeo, la bachata y la novedad; tal así, también la gente que se arma de paciencia y empieza a montar en trabajo de equipo la constitución de un animal que enfrentara el mar, como se enfrentan ellos a la vida, al barrio, a la cotidianidad de la marginalidad. El monstruo, el barrio, el mismo video, están logrados de la misma manera; en su forma rustica, real, documental sobre el armazón en que se construye el enfrentamiento con la realidad, con la naturaleza, con el diario vivir. Lo singular radica en que esta simpleza y rudeza de imagen en movimiento, este fluir popular se parezca tanto a esos grandiosos mitos de la antigua Grecia y no faltaba más, cuando para los antiguos no había concepto más justo e imprescindible para el orden social que el del bien común. Tienen que estar todos juntos para “accionar” la vida, para darle sentido. Sin embargo, este gran monstruo que va a enfrentarse a las olas, que ha sido construido como un Caballo de Troya por el pueblo, que flota pesado, no puede ser abordado por ninguno de los hombres del barrio que le dio vida. Ironías del subdesarrollo. En eso radica el arte de este video, su estética conceptual donde el verdadero protagonista es la acción en sí misma. Si en “Juntos salimos a flote” la presencia de la tribu es fundamental para el acto de sobrevivir en un espacio determinado, en “El día menos pensado” de Myritza Castillo la ausencia es el hilo conductor de la metáfora del tiempo. Una muchacha recibe un paquete USPS que no va dirigido a ella. Ante este evento azaroso ella se posiciona del espacio del Otro(a), el destinatario a quien va dirigida la caja. La abre, prueba los objetos adentro: baratijas, alhajas, una sombrilla; todos elementos kitsch pertenecientes a un sistema que como el correo generalizado causa la tensión. Sin embargo, pese a la soledad y los infortunios de la vida privada, esta chica tiene su propia forma de enfrentar la ausencia, y por ende, al sistema que la ha provocado; cierra el paquete y decide llevarlo ella misma a un lago cubierto de hielo para dejarlo allí. Posiblemente, ha roto la cadena que alguien ha empezado y ha terminado con ella; sólo posiblemente. La ausencia, retratada en tonos opacos, rudos, difuminados bajo el misterio y la incertidumbre localiza el movimiento visual en un espacio y tiempo lento, frío, sin colores cálidos que transita pausadamente en un espacio efímero, dilatado y vacío, como la realidad postmoderna. El video arte de Myritza Castillo hace una ruptura con lo convencional, se vale de parámetros espacio temporales completamente distintos, fluye en su dinámica visual y crea nuevas narrativas y nuevas formas de observar la acción. Sucede lo mismo con “Nothing gets crossed out”, de la misma artista, donde la frustración del hombre contemporáneo, del macho aparentemente exitoso, de la impronta que exige la cultura sobre la masculinidad hacen de este “tenista” un hombre violento y enajenado. Aunque el tenis es un deporte “civilizado” el movimiento visual, sobre todo el lanzamiento de las bolas hacia el jugador, determinan que éste perderá la paciencia de un momento a otro. El mismo sistema le ha provisto al burgués de las herramientas para triunfar, pero es el mismo caos del sistema el que lo embestirá y descubrirá su fragilidad. Lucha de gigantes. Imágenes en movimiento que utiliza la artista para transformar lo visto en un espacio atemporal y conflictivo, tiernamente siniestro. Así, el movimiento visual llámese video arte, corto-largo-nanometraje, entre otros, empleado como símbolo de esa inquietante respiración del mundo contemporáneo hace pensar en la rapidez atropellada, solitaria, devastadoramente existencial de nuestros días. Pero si algo hay que resaltarle, sobre todo, en dicho enfoque, a estos videos, es esa mirada cíclope, esquizofrénica, desapasionada, en la cual es consumido el mundo actual, donde con el pasar abrupto de lo que vemos como una pelea boxística, nuestro ojo batalla a diestra y siniestra, incesantemente, para que los detalles no pasen a ser parte de un recóndito lugar del recuerdo. La autora es escritora
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